Los Campos de Hielo Norte y Sur acaparan la gran mayoría de las masas de hielo ubicadas en el territorio austral de nuestro país. No por nada son una de las mayores reservas de agua dulce del planeta. Pero aun cuando los glaciares más conocidos, más grandes y más visitados se concentran allí, existen otras masas de hielo, de menor tamaño, menos conocidas, pero de igual belleza. El glaciar Calluqueo es una de ellas.
Ubicado al sureste de Cochrane, en la región de Aysén, esta impresionante lengua de hielo se descuelga por la vertiente oeste del siempre imponente monte San Lorenzo y desemboca en una laguna glaciar de color turbio y rodeada de paredes cortadas a pique que denotan la fuerza y el efecto que los hielos milenarios han ejercido en la geografía del lugar.
Quizás una de las cosas más interesantes del glaciar Calluqueo es lo fácil que es acceder a él y lo poco visitado que aún se mantiene. Saliendo de Cochrane en dirección sur por la Carretera Austral, se debe avanzar unos pocos kilómetros y tomar un desvío en dirección este, que empalma con la ruta X-901. Al glaciar son unos 45 km.
Desde el mismo camino que sube una pequeña cuesta al llegar, el escenario es impresionante: vista panorámica del monte, el glaciar, la laguna, los cerros y las escarpadas paredes que lo rodean. Si mirarlo desde el auto no fuese suficiente, existe un sendero que baja desde la ruta hasta la orilla de la laguna. Eso sí, en este punto aún existe un pequeño montículo que dificulta la mejor vista de la laguna.
Para llegar realmente a la orilla es necesario cruzar un pequeño curso de agua, tomando las precauciones pertinentes: si bien no reviste mayor dificultad, su caudal tampoco es despreciable y en época de deshielos tiende a aumentar por las tardes.
Quien haya estado frente a un glaciar, sabe que se trata de un momento especial. A quien vaya al Calluqueo, le recomiendo: siéntese a contemplar, párese, camine, observe, mójese los pies en la laguna, saque fotos, pero sobre todo, disfrute el espectáculo que la naturaleza ha decidido mostrar. Un viaje a la Carretera Austral no es algo de todos los días, y con el ritmo acelerado de hoy y los constantes cambios a gran escala que sufre el medioambiente, nunca tenemos la certeza de si podremos volver a visitar un mismo lugar y encontrarlo como la última vez.
Estar a orillas de la laguna observando cómo el hielo se descuelga desde una de las montañas más altas de la Patagonia, rodeada de nubes que rara vez la descubren, hace que uno pierda las referencias ante la magnitud de lo que se tiene frente a los ojos. Viene una sensación de pequeñez ante la naturaleza más brava; esa que se forma a lo largo de los siglos y milenios, con las lluvias, los terremotos, los glaciares y deshielos, y que se rige por una escala de tiempo tan distinta a la nuestra, que a veces nos cuesta entenderla.