Greta Thunberg, la joven sueca que lucha contra el calentamiento global, nos sigue dando clases. Acaba de zarpar desde Plymouth, en Gran Bretaña, en el velero "Malizia II", una embarcación acondicionada para la travesía que le tomará dos semanas de navegación hasta llegar a Nueva York para la Cumbre Climática de ONU, pero además nuevamente sin utilizar combustibles fósiles, otro golpe en el mentón a todos quienes nos decimos ambientalistas.
Es sabido que Greta se trasladaba hasta ahora sólo en tren y, en este caso, el velero era el único medio de transporte a su alcance capaz de llevarla a Nueva York sin generar emisiones de carbono. Aún no se ha confirmado, pero resulta también muy probable que en esa misma embarcación o alguna similar, Greta continúe después viaje con destino a Valparaíso, en Chile, para asistir en diciembre a la COP 25 de cambio climático, la "Blue Cop", que tendrá lugar en Santiago. Yo estaré en primera fila esperándola.
La acción de Greta refleja su consecuencia en términos de su discurso y acción, pero además, de cara a la Blue Cop, permite poner en relieve la efectiva e importante vinculación del océano y el cambio climático, que es el desafío más grande que enfrentamos como humanidad. Y en ese contexto, mientras algunos líderes mundiales se apartan del Acuerdo de París y otros ponen sus máximas prioridades en las externalidades de la llamada guerra comercial entre dos potencias; otros, como Greta, buscan generar la paz climática a través de la acción por el clima. Y claro, porque sin una paz climática que genere un equilibrio del clima o que al menos contrarreste sus efectos inmediatos, como las urgentes reducciones de emisiones de gases de efecto invernadero, no habrá posibilidad ni tendrá sentido que logremos solucionar otros problemas globales. Ante esta emergencia no hay otras prioridades.
Greta se adentró en el gigante azul navegándolo, pero también interactuando con los miembros de la tripulación del Malizia II para saber más sobre ciencia, meteorología, vientos, corrientes, navegación ecosistemas… en definitiva, dando cuenta del claro ejemplo de lo que debemos impulsar en conjunto como sociedad. Ella encarna la idea y la acción de que nuestra Blue Cop sea la plataforma que permita sensibilizar, pero sobre todo actuar de manera concreta respecto al relevante rol del océano como regulador del clima, porque ya sabemos que el océano recibe y absorbe el 90% del exceso de calor que genera la actividad humana, y también más del 45% de las emisiones de gases de efecto invernadero. A veces se olvida o se toma a la ligera que el océano cubre el 70% de la superficie de la Tierra y que sólo una mínima parte ha sido explorada. Tanto así, que los países han explorado más el espacio exterior que, por ejemplo, las profundidades del océano. Aún existe, por lo tanto, un gran desconocimiento del enorme potencial que el océano alberga.
Es por ello que la acción de Greta es tan relevante, porque sólo un océano saludable puede seguir prestando esa tarea y otras tantas; desde el turismo, pasando por la pesca sostenible, hasta el transporte marítimo. La cadena de vida del océano es fundamental y sin ella, es simple, no podríamos sobrevivir.
No cabe duda de que Chile ha avanzado en la protección del océano y que todavía presenta asimetrías, pero ¿qué país no las tiene? Aun así, Chile ha creado importantes áreas marinas protegidas -casi un 43% de su zona económica- y el gobierno ha tenido no sólo la deferencia, sino también la valentía de ser el país que reciba esta próxima Conferencia de las Partes. El rol de Chile es mayor que su tamaño, su peso específico en la política exterior, y particularmente en la protección del océano, le ha dado un lugar especial en la actual política exterior. Esperemos que ese mismo aliento nos ayude avanzar con más equidad, para cerrar la posibilidad de nuevos y actuales proyectos nocivos como Dominga; acabar con las zonas de sacrificio de extracción como de uso de carbón o transformar a Patagonia no en una zona de destrucción ambiental para un solo grupo económico como la salmonicultura, sino en un lugar de esperanza. Así, cuando llegue Greta, Chile la recibirá no sólo con los brazos abiertos, sino además con tareas cumplidas para seguir siendo líderes.