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"El logo es tu corazón/tu corazón es el logo", apunta Guillermo Núñez al inferior de la portada de una de sus últimas publicaciones, un folletín donde entremezcla el dibujo y las palabras, sello muy característico suyo. En este pequeño gesto contra la publicidad de auspiciadores, él refleja el perfil político de su arte, aunque ya no con la radicalidad ideológica de los afiches y pinturas murales de antaño, sino más conectado al ser humano: al corazón. Estudioso obsesivo, por estos días anda alucinado con la obra de los calígrafos orientales, buscando un dibujo o una pintura donde la mente se ausente un poco y dé paso al vacío. De allí, dice, surgirán caminos insospechados.
Con la misma rabia frente a la injusticia y la inequidad sigue creando este artista de 88 años, Premio Nacional de Artes 2007 y ex director del Museo de Arte Contemporáneo (en el periodo de la Unidad Popular). No se ha dado cuenta del paso de los años, no lo piensa, sin embargo admite que "ya no podría salir a la calle a pintar murales, no me atrevo y no tengo el ímpetu. La energía sigue, pero se transforma".
Absorbido en el taller contiguo a su casa en los faldeos del cerro, donde vive hace 30 años, Guillermo Núñez no para entre dibujar, ordenar una enorme cantidad de obras y documentos, seguir explorando su quehacer visual en formato libro y sorprenderse, siempre sorprenderse, con las ideas que van aflorando.
Sale a comprar materiales y, por respetar las indicaciones del tránsito manejando a 60 k/h, lo pasan de largo y entre bocinazos le gritan: "viejo CSM". Si hay algo que echa de menos Guillermo Núñez es el subdesarrollo: "Extraño ese país que éramos, donde éramos más pobres pero felices. De niños, teníamos nada más que una radio, entonces leíamos mucho; antes incluso que las micros, la góndola andaba a 40 k/h máximo, todo funcionaba a esa velocidad. La fruta que comíamos era pura, ahora está todo contaminado, todo lo que te venden en el supermercado es veneno. Este país ha cambiado tanto, hay demasiado tráfico en la calle, hay mucha gente, yo creo que esto me asombraría incluso siendo joven. Por eso me cuesta salir, yo agradecería que ahora me dieran arresto domiciliario", bromea.
Guillermo Núñez ha sido, desde sus inicios en los años 60, un artista comprometido con los destinos de su país; y a la vez -con su notable versatilidad- ha probado diferentes medios y técnicas, evitando el arte panfletario, siendo directo sí, pero no literal:
"Creo que el arte debe producir una emoción, y ésta lo puede dar el tema, por ejemplo en pinturas muy figurativas, pero busco eso también en la factura. A mí me emocionan los dibujos de los niños, en que hay una cierta torpeza, pero reflejan una vivencia fuerte. Estoy siempre tratando de encontrar cosas nuevas y aunque antes no lo creía, he descubierto que mi obra es muy autobiográfica, pues ha ido reflejando situaciones vividas o pensadas. Muchas veces da la impresión que mis obras del pasado las hubiera hecho otra persona, y en el fondo es cierto: las hizo otra persona, pues en muchos aspectos ya no soy el mismo, pero en otros sí y es en esos sí que sigo siendo tan tonto como cuando tenía 5 años (risas). Eso me mantiene vivo, conservar ese tipo de remanente hace que uno siempre esté buscando algo nuevo, y me falta tiempo incluso".
-¿Echa de menos la calle? ¿Ese arte radical y directo?
-Sigo haciendo esas cosas, nunca dejé de hacerlo. Si miramos mis obras, pueden no parecer políticas pues no muestran el puño cerrado, pero parten de la idea del ser humano, y en algunos periodos sobre temas bien contingentes… Hemos tenido tantas derrotas en las cosas en las cuales creímos, éstas se han ido deshaciendo y aparecen otras, pero como dicen en Le Monde Diplomatique: "Aun creemos en los sueños". Muchos de los regímenes que nacieron con estas ideas se han ido deformando, se dejó el corazón de lado. Por eso me estoy metiendo en la idea de que es el corazón el que dibuja; de hecho me sorprendió en la actividad multitudinaria en el Museo de la Memoria, que se habló mucho del corazón. En eso he estado, y estas obras no podrían hacerse en los muros.
-¿Se siente viejo?
-La verdad es que no lo he pensado. Hay gente que llega a los 60 años y se quedan ahí sentados. Yo nunca he estado así, ni siquiera lo imagino; no me he dado cuenta de que estoy viejo, salvo a veces cuando me dan el asiento en la micro, o me indican una fila para la tercera edad en el banco. Yo no me imagino no haciendo nada, no sabría estar sentado. No participo activamente en política, no voy a las marchas, pero sigo leyendo y aprendiendo, no lo concibo de otra manera.
-¿Y se disfruta esta edad?
-De partida, agradezco estar vivo. Soy un sobreviviente en muchos aspectos, por ejemplo, soy el mayor de siete hermanos -cinco hombres y dos mujeres-; todos los hombres han muerto, sólo quedan ellas, ¡y yo era el más viejo! Eso ha sido un golpe muy duro, feroz, de modo que la sensación de estar vivo en mí es muy consciente.
Es poco amigo de las salidas y de la socialité alrededor del arte. A diferencia de su mujer, la crítica literaria Soledad Bianchi, quien es 18 años menor y disfruta de ir a lanzamientos y tertulias, Guillermo Núñez no va a inauguraciones. Sí ha visitado últimamente a su colega Mono González, quien tiene una sala de artes en el Mercado Persa: "Él me invitó y allí he entrado en contacto directo con la gente; me sorprendió que me conocieran. No tenía idea de que las cosas que uno hace repercuten en la gente y me he dado cuenta que sí, mis obras han tenido un eco", dice, con humildad, pese a ser Premio Nacional de Artes. Rango que, en todo caso, no termina de convencerlo: "Cuando me lo dieron siempre sentí como que se lo daban a otra persona, que no era yo. Yo era un gallo que estaba trabajando, nomás. No suelo poner el título de Premio Nacional de Artes en mis antecedentes o biografía. Pienso que en algún sentido está mal pensado, pues nadie sabe qué es el premio ni conocen a los premiados. Si le preguntas a la gente común si conoce a Pablo Burchard, el primer Premio Nacional de Artes, ¡nadie lo conoce! Creo que sería bueno crear un museo de los Premios Nacionales, la gente debería saber quiénes somos, en todas las áreas, pues se supone que eso es patrimonio".
Próximo a inaugurar dos exposiciones, Núñez está también entusiasmado preparando una edición de lujo del poeta Egor Mardones, su amigo de Tomé que se encuentra en grave estado de salud. Desde el corazón trabaja este hombre eternamente joven, quien desarticuló el título de artista pop que le adjudicaron en los 60, tras una larga residencia en Nueva York, y prefirió autodefinirse Pop-lítico.
Practica taichi. Se alimenta sanamente, con mucha fruta y legumbres, poca carne y casi nada de alcohol. "No me ha costado, en general los de mi generación (Balmes, Bonati, Ortúzar, entre otros) no fuimos muy buenos para el trago. Antes comía pescados y mariscos, ahora no puedo pues me provocan alergia, pero no me importa porque todos los alimentos del mar están llenos de mercurio. Es un desastre en lo que han transformado el mundo".
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