“La angustia es muy real; hay estudios que demuestran que los niveles de estrés en los niños son cinco veces más altos en estos encierros, y eso por supuesto altera la salud”, sostiene el pediatra Humberto Soriano, ex presidente de la Sociedad Chilena de Pediatría, académico de la UC y además miembro del consejo asesor para el retorno a clases creado por el Ministerio de Educación.

Soriano recalca que no se debe bajar el perfil a la vulnerabilidad de los niños frente al coronavirus, porque aunque las estadísticas de Covid-19 sean mucho menores en esa población, esta sigue siendo una enfermedad mortal. Pero, dicho eso, sostiene que el esfuerzo del país -desde las autoridades hasta cada uno de los ciudadanos- debe enfocarse en generar las condiciones para que el regreso a las clases presenciales sea posible.

“El encierro es completamente nocivo para niñas y niños. Significa que no pueden socializar. El desarrollo emocional es clave para la felicidad y el futuro de los niños. Además hay etapas de “imprinting”, etapas del desarrollo de los niños preescolares que si no las logran superar, las pierden. Por lo tanto es clave el desarrollo emocional y social en los niños”, explica.

El pediatra agrega otra dimensión al detrimento de los niños sin asistir a clases presenciales: las consecuencias del sedentarismo. “Estando en la casa es mucho más difícil hacer ejercicios. Nosotros (como país) ya desde antes de la pandemia teníamos el récord de tener las niñas y niños más sedentarios del continente, y tenemos el triste récord de contar con la población más obesa del continente, casi la más obesa del mundo después de México y Estados Unidos”, apunta. “Así estábamos antes de la pandemia y la obesidad infantil ha empeorado durante la pandemia, porque obviamente si uno está en la casa todo el día come más. Malos hábitos alimentarios, sedentarismo, menos actividad física”.

Fotografía: Patricio Fuentes

Por otro lado, apunta el especialista, está la dimensión de la salud mental de todo el grupo familiar y la repercusión en los niños. “De las familias que van a la consulta, casi todas las parejas confirman que han peleado más durante este período, si no lo hicieron no son normales; este es un período anormal”, comenta. “Pero la violencia intrafamiliar, el abuso de los niños, también ha aumentado”, advierte. “El daño en la salud mental es claro. Muchos niños llegan a la consulta mañosos, lo conversaba el otro día con una colega, todos están llegando irritables, mañosos, con problemas de sobreapego”, observa, y sugiere estrategias para superar esas situaciones. “Hay que tratar de buscar algún niño que incluso durante la pandemia pueda socializar con los de uno: de una familia que tome precauciones similares y con la que se interactúe a largo plazo. Mantener y respetar horarios es una herramienta estupenda para combatir el daño del encierro, y en general para mejorar la salud mental.

Por último, señala, está el problema de las vacunas. Con todo el país, como el resto del mundo, pendiente de las vacunas contra este coronavirus, es fácil perder de vista la importancia de administrar las otras vacunas a los niños, algo que generalmente se tiene a la vista relacionándolo con la concurrencia escolar. “Están a la baja todos los índices de vacunación, no sólo en Chile. Por lo tanto el llamado es a preocuparse del carnet de vacunaciones, preguntarle a su doctor, porque las vacunas son esenciales para prevenir enfermedades terribles”.

En consideración de todo esto, la conclusión del doctor Soriano es clara. “No hay ninguna duda de que los niños tienen que retornar a clases, sí o sí”, dice. “Es responsabilidad de nosotros los adultos garantizar que los niños no sigan encerrados, que los niños vayan a clases”. En esa línea, el doctor Soriano enfatiza que hay dos ámbitos en los cuales deben generarse condiciones que permitan reabrir y mantener abiertas las escuelas y colegios. Primero, por parte de las autoridades, para garantizar que se cumplan las medidas de seguridad necesarias. “Tenemos que preocuparnos de los colegios más vulnerables, que tengan suficiente ventilación, que haya una planificación de los profesores, de los padres, de los sostenedores. Tenemos que preocuparnos de que las medidas que se tomen en los colegios hagan que la transmisión sea lo menos probable posible”, recalca.

El segundo ámbito es más general pero quizás más urgente. Pero no basta con eso. “No hay ninguna duda de que en los colegios también puede ocurrir transmisión. Por lo tanto, como sabemos que la infección en general va desde la sociedad a los colegios, y no viceversa, hay que hacer un esfuerzo extra para que nosotros no nos contagiemos, para contener la pandemia”, explica. “Si los adultos no nos cuidamos lo suficiente, finalmente vamos a terminar con los colegios cerrados nuevamente, y no es lo que queremos”.