Una de las principales razones por las que Paz Roberts -académica de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas de la U. de Chile- decidió reformular el aceite de pescado, fue para enmascarar el olor y el sabor. "Decidimos encapsularlo, retener el aceite y rodearlo de un biopolímero natural. Esto impide la liberación de olor y sabor a pescado", explica.

Además, como el aceite de pescado en polvo está encapsulado en el biopolímero, permite que al ingerirlo se dirija directamente al intestino, donde se absorben los ácidos grasos. "Si no, lo consumes por la boca, se va al estómago, y ahí, con los niveles de pH, los ácidos grasos se van degradando".

Lo novedoso de esta fórmula es, según Roberts, la tecnología usada. "No existen suplementos hechos por secado por atomización no solvente, es decir, libre de agua. Esta tecnología se usa en farmacia, pero no en alimentos".

Otra característica es que al ser en polvo e insoluble, puede agregarse con facilidad a cualquier alimento (jugos, yogures, barras de cereales, granola, etc.).

Roberts explica que intentar implementar aceite de pescado en la población ya se ha intentado, pero sin éxito. Hace unos años se hizo una formulación en sopa, pero al agregarle el agua caliente, el polvo se disolvía y afloraba el olor.

A pesar de la presencia de suplementos de Omega 3 en el mercado, Roberts indica que las diferencias están en la duración del producto y la calidad. Además, agrega, muchos suplementos de Omega 3 son de origen vegetal, de alimentos como la linaza, nueces, y algunos aceites. "Estos están compuestos de ácido alfa-linolénico, que es un acido graso que en teoría conduce al EPA y al DHA, pero la conversión es muy baja y no van a satisfacer necesidades diarias".

Agrega que esta reformulación del aceite de pescado tiene un valor agregado, ya que es una nueva forma de sacarles provecho a las materias primas.