Tenía 8 años y vivía en Buenos Aires. Era verano y salí a la calle con mi álbum de figuritas de fútbol. Me senté en la vereda, lo abrí y comencé a hojearlo. Tenía equipos como Atlanta, Boca, Independiente, Racing, River, estaba casi completo. Al rato llegó un niño, me preguntó qué tenía ahí, y yo entusiasmado empecé a pasar las hojas mostrándole los equipos y jugadores. Llegamos a la página de San Lorenzo, que estaba llena, y el pequeño hincha no podía creerlo. Entonces me empujó y salió corriendo con el álbum en la mano. Yo estaba enyesado; sólo pude ver cómo se alejaba. Hoy, 62 años más tarde, tengo 575 álbumes de fútbol, pero todavía no recupero ese que perdí.
Nací en Argentina, tengo 70 años y llevo en Chile más de la mitad de mi vida. Soy director de cine, televisión y comerciales, también soy juez de boxeo internacional y pretendo ser escritor. Colecciono álbumes de fútbol y el 70% de ellos los tengo completos. Están ordenados en seis cajas, cada uno protegido con un plástico.
Son de distintos países. De Latinoamérica tengo de todos lados, salvo de Bolivia, que no he logrado encontrar. De Europa también me falta poco para completar todo el continente. Tengo de Italia, Croacia, Francia, España y hasta de Rusia. Hay álbumes de equipos chicos, de ligas internacionales, de jugadores y de los mundiales. Soy obsesivo: busco en páginas web y los encargo; si sé de alguien que viaja, le encargo inmediatamente y así. Mi cuñado vive en Inglaterra y viene cada dos años: ahora me trae quince y debería llegar a los 590 álbumes.
Tengo algunos de 1958 o anteriores, esos eran en blanco y negro, las láminas venían en los dulces y hasta salían los relatores de radio. Es increíble. También está el del Mundial del 62, Francia 98, y un especial de Marcelo Salas. Hay láminas que son como estampillas, algunas brillan y una que otra tiene textura.
Todos los días voy a ferias de cachureos, recorro Santiago viendo si encuentro algún álbum o láminas. Me visto más casual. Me bajo el perfil con poleras simples y zapatillas gastadas. Los vendedores creen que son para mis nietos. A veces no encuentro nada, otras sí y me vengo feliz. El otro día encontré un álbum italiano, que me costó dos lucas. También he conocido a amigos coleccionistas en otros países y ellos me mandan.
Algunos los tengo repetidos, porque uno es de obsequio y otro es comercial. También los álbumes extranjeros tienen publicidad diferente, así que puede ser el mismo pero en versiones de otros países. Tengo, por ejemplo, cinco del Mundial de Rusia, comprados en distintos lugares; y uno es de tapa dura. No hay nada que se haya publicado en los últimos 20 años que no tenga en mi colección.
Yo hacía una cosa patética. Les decía a mis hijos que intercambiaran con sus amigos. Les pasaba láminas y ellos cambiaban en el patio. El otro día fui al colegio y cuando salí habían unas diez láminas botadas en el piso, seguramente de un niño. Me subí al auto y me fui. Pero di la vuelta a la manzana y dije "no puede ser". Volví y las recogí. Algunas no las tenía.
Cuando viajo, hago una investigación previa. Ahora me voy a Brasil, pero voy a parar en Buenos Aires para ir al Parque Rivadavia. Allí van coleccionistas y gente que vende álbumes de todas partes. Ya tengo un itinerario, un cronograma con lugares y horarios. Son dos días que voy a pasar entre ferias de cachureos, caminando horas y hurgueteando cosas. No sé cómo, pero mi familia me lo aguanta.
De repente aparecen cosas muy raras. Una vez en Temuco encontré un álbum que se llamaba "Mascotas del Mundial", editado allá solamente. Es un perrito con una bandera de Inglaterra y así. Unas cosas artesanales, pero muy interesantes por lo singular: no están fabricadas en serie.
Soy hincha de Universidad Católica, pero con los álbumes no distingo, me da lo mismo el equipo. Tengo algunos firmados por Gary Medel, Pinilla, Mark González, y hasta de Elías Figueroa. Ahora estoy persiguiendo a Jorge Toro. Sé que va a la misma feria que yo los miércoles, entonces voy siempre con mis tres álbumes. Él fue defensor en el Mundial del 62.
Para mí, coleccionar es investigar. No es sólo el hecho de tener un álbum, sino saber del tema y de su origen. Con cada nuevo álbum que llega tengo que investigar cómo se editó, quién lo hizo y todo lo que pueda saber. Creo también que tiene que ver con la madurez. Uno de repente empieza a pensar más en el pasado que en el presente, y ésta es una cosa de niños.
No todos pueden ser coleccionistas. Hay que ser prolijo y requiere tiempo. También colecciono cámaras y petacas. El otro día estaba mirando billetes y dije "¿Y si colecciono billetes?"… Es una cosa de nunca acabar. Lo que me preocupa es el futuro, qué va a pasar con estas cosas cuando yo no esté. Quizás van a terminar en la basura, o alguien en una feria las va a volver a comprar y se reiniciará el ciclo.
No tengo álbum favorito. La idea es que el último sea el favorito para ponerle toda la atención. El álbum que me robaron a los 8 años lo he vuelto a ver una vez en Argentina, pero cuesta como $250.000 pesos. Quizás ahora que voy, tengo un rapto de locura y lo compro. Tal vez me tiento y recupero el álbum que empezó con toda esta locura.
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