* Leo:
Estoy releyendo Historia personal del “boom”, de José Donoso. Es un libro raro y clave. Y de paso confirma, una vez más, que la crónica está en lo mejor de la literatura chilena.
* Escucho:
Cada vez que aparece un nuevo capítulo de El Largor, lo escucho varias veces. Es un programa musical/podcast del escritor y periodista argentino Daniel Riera, donde sólo se escuchan canciones de más de seis minutos.
* Creo:
En que cada uno puede diseñar, ejecutar y lanzar globalmente su propio credo. Es lo que hice en los últimos tres años y lo que cuento en Un dios portátil.
* Tomo:
Bloody Mary en el aeropuerto. Es ridículo, partiendo porque los bares de aeropuertos son malos, pero en California se me transformó en una tradición/cábala.
* Bailo:
A raíz de la pandemia, y de mi reciente paternidad, me he vuelto un bailarín experto en todas las canciones de Baby Shark. A veces, hasta con coreografías y cantando a los gritos.
* Uso:
Zoom desde hace años. A veces extraño cuando era todo más secreto, y hacer clases online le seguía pareciendo un disparate a esos mismos que ahora ofrecen todo el día sus talleres en línea. Hace 11 años, cuando partió el proyecto de la Escuela de Periodismo Portátil, nunca pensé que se llegaría al absurdo de hoy: vivimos en un mundo con más profesores que alumnos.
* Compro:
Me compré un amplificador de Wi-Fi. Son tiempos en que puede fallar o debilitarse la conexión espiritual, pero nunca la señal a internet.
* Viajo:
Me gusta volver a las ciudades donde he vivido. He pasado 12 años entre Barcelona, Buenos Aires, Palo Alto y Nueva York.
* Admiro:
A Gay Talese y Alejandro Jodorowsky. Ambos están en mi último libro. Jodorowsky aparece en la filmación de su última película en el Teatro Caupolicán, donde me pagó con dinero mágico por ser extra. Y con Talese, el dios de la no ficción, vemos juntos el estreno del documental Voyeur en el Lincoln Center.