La primera alarma en la provincia sudafricana de Western Cape se encendió en Khayelitsha. El mes era marzo y en el poblado, cuyo nombre en lengua xhosa quiere decir “nuevo hogar”, el temor crecía ante la presencia de una mujer contagiada con Covid-19. Producto del miedo provocado por un enemigo que en ese entonces era un enigma, la comunidad amenazó de manera tan reiterada y agresiva a su vecina que esta tuvo que mudarse a otra localidad. El pánico se propagaba en Sudáfrica y en los demás países del continente negro, reacción que se vería acentuada aún más en abril, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizó una ominosa predicción: se calculaba que el nuevo coronavirus podría matar entre 300 mil y 3,3 millones de africanos durante el presente año, además de provocar cerca de 1,2 mil millones de infecciones.

Frente a la emergencia que se les venía encima, las autoridades sanitarias de Sudáfrica tomaron varias medidas. Una de ellas fue construir un hospital de campaña provisorio en un recinto deportivo de Khayelitsha, zona habitada por 400 mil personas y donde un baño es compartido por un promedio de cinco familias. El recinto con 60 camas fue inaugurado el 2 de junio, pero dos meses después fue desmantelado de manera sorpresiva. ¿La razón?  La temida avalancha incontrolable de infecciones y muertes nunca llegó: el hospital atendió a 241 personas y fue escenario de 34 muertes. Luego de varios meses, Sudáfrica vive una situación similar: hasta mediados de esta semana, el país de casi 58 millones de habitantes era el más afectado de África con poco más de 740 mil casos y cerca de 20 mil muertes, según datos de la Universidad Johns Hopkins y el portal Statista. En comparación, Argentina –con una población de casi 45 millones- tenía 1,2 millones de casos y más de 34 mil fallecidos.  Y si se revisan las cifras a nivel continental, los datos son aún más llamativos: en una región donde viven más de 1,3 mil millones de personas, hay cerca de dos millones de casos oficiales y 46 mil víctimas fatales, versus un país occidental como Estados Unidos que hasta este miércoles sumaba más de 10 millones de infectados y 240 mil muertos.

Sam Agatre Okuonzi conoce de cerca este fenómeno y esboza algunas explicaciones. Este doctor y ex asesor del Banco Mundial trabaja en el Hospital Regional de Referencia de Arua, al norte de Uganda, y aún recuerda las devastadoras predicciones que se hacían hace algunos meses para ese país. Las cifras aventuraban que, para septiembre, esa nación ya tendría 600 mil casos y 30 mil muertes por Covid-19. Hoy la realidad de Uganda -donde el 41% de sus 44 millones de habitantes vive en la pobreza- dista bastante de esa predicción, ya que hasta mediados de esta semana totalizaba poco más de 14.700 casos y 133 fallecidos.

“El éxito de África al escapar de lo peor de la pandemia del Covid-19 debe ser contextualizado”, explica el médico a Tendencias de La Tercera. Por un lado, señala el experto, la mayoría de los países de la región adoptó cuarentenas y medidas preventivas que fueron inmediatas y tempranas. En Sudáfrica, por ejemplo, las autoridades de salud declararon rápidamente estado de emergencia, establecieron una estricta cuarentena, cerraron las fronteras y prohibieron la venta de alcohol y cigarros. Según el doctor ugandés, esa celeridad en la respuesta es sólo una de las lecciones que han instaurado las múltiples crisis sanitarias que han azotado al continente negro. Esas mismas emergencias han dejado como legado infraestructuras clínicas especializadas y también una alta experticia en el personal de salud.

“África aprendió de pandemias pasadas y ya tenía una sólida capacidad de reacción para emergencias. Un estudio realizado entre 2016 y 2018 en África detectó que en esos años se produjeron más de 206 eventos de epidemias, desastres y emergencias de salud pública. Estas incluyeron brotes de enfermedades como el cólera, el ébola, la fiebra Lassa, el virus Marburg, el sarampión, la meningitis meningocócica y la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo. El 87% de los países africanos experimentó uno o más de estos eventos entre 2016 y 2018”, comenta Agatre Okuonzi.

Vendedores mantienen la distancia social en un mercado de Kampala, Uganda, nación que tiene poco más de 130 muertos por Covid-19. Crédito: AFP

Uno de los países que sacó enseñanzas es Liberia. Hace seis años, esa nación de cerca de cinco millones de habitantes padeció la muerte de cinco mil personas producto del virus del Ébola. Ya a inicios de este año sus autoridades comenzaron a realizar test de Covid-19 en sus aeropuertos y a colocar en cuarentena a todos los viajeros provenientes de países con más de 200 casos. Hasta esta semana, el país presentaba sólo 1.461 casos y 82 muertos. Tras la reciente pandemia de ébola, Senegal estableció un centro de operaciones contra emergencias que se dedica a lidiar con crisis de salud pública. Gracias a ese sistema, los resultados de los test de Covid-19 están listos en 24 horas y también se implementó un completo y sofisticado sistema de trazabilidad de contactos.  El resultado es que hoy esa nación de 16 millones de habitantes lamenta la muerte de sólo 326 personas, mientras que Ecuador –con 17 millones de personas- ya supera los 12.800 decesos. Ruanda también respondió de manera temprana y agresiva, aprovechando el equipamiento y las instalaciones usadas en el combate contra el VIH/Sida, además de definir como gratuitos los testeos y tratamientos contra el coronavirus: actualmente, suma 38 fallecidos.

“La preparación de África opera bajo la premisa de una vigilancia instalada en la comunidad y el reporte de los distintos brotes, además de equipos de emergencia que están siempre listos para actuar y una población que reacciona bien en estas situaciones y acata las decisiones”, indica Agatre Okuonzi. Al ser consultado sobre si la contención lograda hasta ahora por África ofrece lecciones cruciales para el resto del mundo, el médico ugandés dice no estar tan seguro: “Quizás haya algo en la emulación de respuestas rápidas y decisivas. Sin embargo, África alcanzó su capacidad de preparación y práctica a través de su reciente y particular historia de epidemias, algo que quizás no sea replicable en otro lugar”.  Lo que sí tiene claro es que las cifras que hasta ahora ostenta África versus las que se pronosticaban hace unos meses revelan un problema de fondo: “Todo esto muestra que los prejuicios o presunciones sobre África que permearon los modelos epidemiológicos desarrollados por científicos de Occidente no tenían base”.

Contención multifactorial

La idea que plantea Sam Agatre Okuonzi también fue abordada por Karen Attiah, columnista del Washington Post, en su artículo titulado “África ha desafiado los escenarios de pesadilla del Covid-19. No debería sorprendernos”. En el texto, la autora delinea la visión internacional que existía al inicio de la pandemia sobre lo que le esperaba al continente negro: “Los reportes noticiosos y los artículos de opinión han planteado que la corrupción y la falta de estructura de salud implicaban que África era una ‘bomba de tiempo’ esperando a explotar. La pobreza rampante y una falta de gobernabilidad iban a causar que la región se cayera a pedazos bajo el peso de una emergencia de salud pública. El mundo, decían los expertos, debía prepararse para ofrecer ayuda, préstamos y condonación de deudas para los gobiernos africanos. En otras palabras, debíamos prepararnos para salvar a África. Eso no fue necesario”.

Attiah menciona que si bien ha habido problemas –como el hecho de que la policía de Kenia aprovechó las restricciones implantadas contra el coronavirus para intensificar la represión interna-, en general “los países africanos han hecho grandes esfuerzos para contener el coronavirus y los ciudadanos hasta ahora han escapado a las predicciones más terribles. Vidas africanas han sido salvadas gracias a la dura labor de muchos trabajadores de la salud dedicados y a la responsabilidad colectiva de las comunidades”. En esta pandemia, agrega la columnista, las “historias de éxito de África importan más que nunca”.

Una opinión similar tiene Salim Karim, un epidemiólogo sudafricano reconocido por sus investigaciones sobre la prevención y tratamiento del VIH. El investigador, quien dirige el Centro del Programa de Investigación de Sida en Sudáfrica (Caprisa) y también lidera el equipo ministerial de consultores contra el Covid-19 en su país, señala a Tendencias que “los medios juegan un rol importante al educar, informar y moldear la opinión pública y las percepciones. África tiene científicos, académicos e innovadores excepcionales que han realizado contribuciones fenomenales en varias esferas”. El especialista agrega que si bien en países como Sudáfrica los laboratorios son de los más avanzados del mundo y pueden compararse con los de países occidentales, en el continente negro “aún está el desafío de sustentar y mejorar la infraestructura médica, que es altamente especializada, y en la retención de mentes científicas que son jóvenes y brillantes”.

En un centro de aislamiento de Covid-19 en Etiopía, el personal usó su experiencia contra el Ébola. Crédito: OMS/Bakano Otto.

Además de la experticia en el manejo de este tipo de crisis, los investigadores plantean otras explicaciones para los números que hasta ahora muestra África en su lucha contra el coronavirus. Uno de ellos es demográfico y tiene que ver con la juventud de su población: la edad media en la región es 19,7 años y en gran parte de los países sólo el 3% de las personas tiene más de 65 años. “En la mayoría de las zonas del mundo, los datos muestran que la severidad y mortalidad es mucho peor en las personas de más edad. Las poblaciones africanas tienen una edad media mucho más baja y eso hace esperable que existan menos muertes”, señala a Tendencias el profesor Kevin Marsh, experto en medicina tropical de la Universidad de Oxford. El académico analizó esta dinámica en un artículo publicado en el portal The Conversation junto a Moses Alobo, doctor keniata y codirector del equipo Covid-19 de la Academia Africana de Ciencias. El texto resume la importancia de estos índices: “En varios países, el riesgo de morir de Covid-19 entre quienes tienen 80 años o más es casi cien veces mayor al de los veinteañeros”.

Ambos expertos grafican este fenómeno con un ejemplo: hasta el 30 de septiembre, el Reino Unido tenía 41.980 muertes por Covid-19, mientras que Kenia reportaba 691. ¿Las diferencias entre ambos países? La población británica llega a unos 66 millones y presenta una edad media de 40 años, mientras que el país africano alberga a 51 millones con una edad media de sólo 20 años. Diversos especialistas señalan que la gravedad del coronavirus se liga con la edad porque, a medida que se envejece, el sistema inmune se debilita y también es más común la presencia de enfermedades crónicas que agravan el pronóstico del Covid-19: por ejemplo, cuatro de cada cinco australianos mayores de 65 convive con cuadros como diabetes, mientras que en Chile- donde la edad media es 35,3 años- la Encuesta Nacional de Dependencia indica que el 75% de las personas ya mayores declara tener al menos una enfermedad crónica, entre las cuales destaca la hipertensión arterial (62,1%).

Francisca Mutapi nació en Zimbabwe y hoy es profesora de la Universidad de Edimburgo en Escocia, donde trabaja como experta en infecciones, inmunidad y epidemiología. Sus investigaciones le permiten mantener un contacto estrecho con lo que ocurre en el combate de África contra el Covid-19: “Existe evidencia científica irrefutable de que la edad es un factor significativo de riesgo en esta enfermedad. Por ejemplo, los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) han dicho que ocho de cada 10 muertes por Covid-19 reportadas en ese país corresponde a mayores de 65 años. En el Reino Unido, sólo el hecho de tener 70 años o más coloca a la persona en grupo de riesgo medio”, señala a Tendencias. De hecho, a fines de octubre autoridades de Ruanda informaron que el 90% de las 34 muertos que ese país acumulaba hasta entonces presentaban enfermedades subyacentes como diabetes e hipertensión, y la mayoría superaba los 55 años.

La investigadora de la Universidad de Edimburgo también está realizando estudios en su país natal para evaluar el nivel de inmunidad de la población frente a otros seis coronavirus ya conocidos, ya que los científicos creen que podría existir algún tipo de respuesta protectora preexistente surgida por la exposición previa a otros patógenos similares. “Varios reportes muestran la existencia en África de diversos virus tipo SARS-COV mucho antes del brote de Covid-19”, indica a Tendencias el experto en bioinformática Gerald Mboowa, quien trabaja en el Instituto de Enfermedades Infecciosas de la Universidad Makerere, en Uganda. El doctor Sam Agatre Okuonzi agrega otro antecedente crucial revelado por un reciente informe y que podría estar incidiendo en la acción del Covid-19 en el continente negro: “Un factor emergente es que este patógeno tuvo una mutación en África, la cual redujo su eficacia y también lo volvió menos virulento”.

La dimensión social y ambiental

Mutapi menciona factores culturales y de estilo de vida que estarían ayudando al combate contra el Covid-19 en África y que podrían sumarse a los netamente científicos. Uno de ellos es que la región tiene una población rural significativa que pasa mucho tiempo al aire libre, un ambiente donde según los expertos el virus no logra transmitirse con tanta eficacia como en lugares bajo techo. “El virus no sobrevive más que unos pocos minutos bajo la luz solar”, apunta el epidemiólogo Salim Karim. Sin embargo, el investigador agrega que es una teoría que necesita más antecedentes para ser confirmada: “Por ahora, mantenemos la precaución y observamos el distanciamiento social tanto en ambientes cerrados como en el exterior”.

Sam Agatre Okuonzi agrega que tal vez en la región también estén actuando condiciones ambientales propias de África. Tal como describen los investigadores Kevin Marsh y Moses Alobo en su artículo de The Conversation, un reciente estudio multinacional efectuado en Europa reportó caídas significativas en la mortalidad por Covid-19 que se relacionan a mayores niveles de temperatura y humedad: “Los autores teorizan que esto se debería a que los mecanismos mediante los cuales nuestros tractos respiratorios se deshacen del virus funcionan de mejor manera en condiciones más cálidas y húmedas. Esto significa que la gente quizás incorpore menos partículas virales en sus sistemas”, señala el texto.

Pasajeros aplican la distancia social mientras esperan subir a un bus en Zimbabwe. Crédito: AFP

Pese a las cifras que por ahora exhibe África en su combate contra la pandemia, los investigadores insisten que la región sigue siendo vulnerable ante la aparición de una potencial segunda ola. Sobre todo si consideran índices como el que señala que en el continente existe un promedio de menos de una cama de cuidados intensivos por cada 100 mil habitantes, cifra que en Estados Unidos llega a 34,7. Por ese motivo, especialistas y autoridades sanitarias indican que si por alguna razón los futuros brotes no son contenidos, los sistemas de atención podrían colapsar. En una reciente conferencia, la doctora Matshidiso Moeti –directora regional de la OMS para África- reconoció que existe preocupación ante posibles aumentos de infecciones en las próximas semanas, a medida que los países de la región vuelven a la normalidad. La autoridad recalcó que las naciones africanas deberían enfatizar la preparación y “habilitar instalaciones de salud pública para contener la infección, para que así no tengamos propagaciones que luego se vayan repitiendo en ciclos”.

Gilles Van Cutsem, doctor y asesor en VIH y tuberculosis en una unidad de Médicos Sin Fronteras en la capital sudafricana de Cape Town, resalta otro efecto colateral futuro del esfuerzo contra el coronavirus. “La OMS estima que hay 26 millones de infectados con VIH, 2,5 millones con tuberculosis, 71 millones con hepatitis B o C y 213 millones con malaria en la región africana. El Covid-19 ha impactado negativamente en los servicios de salud en la zona. La reorientación de los escasos recursos hacia la lucha contra el coronavirus, la poca disponibilidad de equipos de protección personal y test de diagnósticos y alteraciones en la cadena de aprovisionamiento alteró los servicios de atención crónica e interrumpió los tratamientos”, relata a Tendencias.

Esta disrupción, advierte el especialista, podría incidir en “18 millones de casos adicionales de malaria y hasta 30 mil muertes adicionales en la zona africana subsahariana. Los modelos han estimado que la alteración de las atenciones en tuberculosis y VIH producto del Covid-19, podría duplicar los fallecimientos por la primera patología y generar hasta 500.000 muertes adicionales por VIH”. Francisca Mutapi también confiesa estar preocupada por el amplio impacto del Covid-19 en los sistemas de salud africanos, ya que las estrategias de mitigación contra el virus, como las cuarentenas y el distanciamiento social, han “implicado que labores rutinarias como la vacunación infantil, los programas de entrega de suplementos vitamínicos y las estrategias nacionales de control de las llamadas enfermedades tropicales desatendidas –que proliferan en entornos humildes, calurosos y húmedos- han sido interrumpidos”. Algo similar ocurre con los servicios de atención en salud mental y los diagnósticos de cáncer: “Además, hay reticencia de la gente a la hora de buscar atención médica por miedo a exponerse al Covid-19”.

Este panorama hace que Gilles Van Cutsem sea tajante ante la postura que debería tener la región a futuro: “Este no es el momento para complacencia o una falsa sensación de victoria. La capacidad de testeo y trazabilidad debe ser aumentada. Se necesita hacer más para conocer la epidemiología local, incluyendo el uso de test rápidos para detectar nuevos núcleos de contagio y prevenir su formación. También se requieren más fondos y atención para controlar los daños asociados al Covid-19 y la alteración en los servicios de VIH, tuberculosis y malaria, además de los programas de vacunación”. Salim Karim recalca que todo esto se hace necesario porque, pese al éxito aparente, el coronavirus no da tregua: “Hay que asegurarse de continuar promoviendo el distanciamiento social, la higiene de manos y el uso de mascarillas. Debemos tomar responsabilidad por nuestra salud y poner en práctica el concepto tradicional africano conocido como Ubuntu, que quiere decir ‘Yo soy porque tú eres’”.