La explosión de la pesca industrial en la Antártida, con pesqueros de bandera noruega, china y surcoreana que operan cada vez más cerca de las costas para capturar el krill, está saqueando las reservas de este pequeño crustáceo parecido al camarón en los mares del Polo Sur, quitando alimento a pingüinos, focas y ballenas.

La alarma, que no es nueva, llega de un informe de Greenpeace que renueva el llamado a instituir una red global de santuarios marinos, entre ellos, en el océano Antártico, capaz de incluir el 30 por ciento de los mares mundiales a más tardar en 2030.

La pesca del krill está en rápido crecimiento, evidencia el informe "Licence to Krill" de Greenpeace International, que remarca el rol clave del este crustáceo en la cadena alimentaria.

Una vez pescado este pequeño crustáceo es transformado en integradores alimentarios, como las cápsulas de Omega 3, alimento para la acuicultura o animales domésticos.

"La industria de la pesca del krill en la Antártida se presenta de una manera limpia pero la realidad es más bien turbia", denuncia Frida Bengtsson, de la campaña de Greenpeace Antártida.

"La pesca tiene lugar en las áreas de alimentación de ballenas, pinginos y otros animales en riesgo. Es una lucha hasta la última gota de sangre por el alimento con especies que viven en un lugar sujeto a peligrosas mutaciones. Y ya existe el cambio climático que afecta también al krill".

En el informe, publicado en el marco de una expedición de tres meses a la Antártida, los ambientalistas piden a la industria de la pesca del krill frenar inmediatamente cada actividad en los lugares en los que la Comisión para el océano Antártico evalúa la creación de áreas protegidas, a las empresas que adquieren el krill y sus productos derivados de no proveerse más de los pesqueros que continúan depredando estos mares.