-Aló, ¿hablo con Susana?

-Sí, con ella.

-La llamo por su denuncia de violencia intrafamiliar, ¿se podría referir al tipo de violencia que está viviendo?

-Señorita, ahora no voy a requerir sus servicios de VTR, pero me gustaría si me puede volver a llamar más tarde.

-Sólo respóndame sí o no: ¿está usted ahora con su agresor?

-Sí.

Ese mismo día, Susana –cuyo nombre fue cambiado por seguridad- había denunciado a su pareja por agredirla físicamente llamando al 1455, el fono de orientación para la violencia contra la mujer del Ministerio de la Mujer. El llamado fue derivado al Departamento de Diversidad e Inclusión de la Municipalidad de Providencia y una abogada la estaba contactando para darle una información relevante. Como Susana no podía hablar, la abogada le escribió de inmediato un correo advirtiéndole que su agresor tenía una orden de alejamiento vigente y debía salir del hogar que compartían.

Además de Susana, entre el 16 de marzo y el 5 de abril otras 96 mujeres llamaron o escribieron un correo al municipio, usaron la aplicación de seguridad ciudadana SOSAFE o se comunicaron con el fono 1455 y, de esa manera, ingresaron al sistema de alerta de la Municipalidad de Providencia. Un 500% más que las tres semanas previas, cuando no había cuarentena producto del coronavirus.

Durante varios días, la abogada y la denunciante no pudieron hablar pero intercambiaron correos electrónicos y el último día de marzo, a eso de las 11 de la noche, Carabineros tocó la puerta de Susana. “¿Qué está pasando?”, le preguntó el agresor a la mujer. “Te denuncié”, fue lo único que se atrevió a decir. La policía se aseguró de que él se fuera de la casa. Durante el procedimiento, Susana estuvo acompañada vía telefónica por personal de la municipalidad: era una situación de alto riesgo, pero la cuarentena impedía estar apoyándola de manera presencial. El agresor se había ido y ella seguía pegada al teléfono escuchando a una voz que le decía que no estaba sola. “Ella lloraba mucho, estaba muy angustiada y repetía muchas veces que sentía miedo a que él volviera”, cuenta la abogada. “Tratamos de hacer entender a la gente en esa situación que la estamos acompañando y que no la vamos a dejar sola, pero es difícil transmitirlo a través de un teléfono”.

Violencia como pandemia

A mediados de marzo, ONU Mujeres advirtió que una de las consecuencias indeseadas del confinamiento era el aumento de la violencia de género. A esas alturas, este fenómeno ya estaba ocurriendo en China y Corea del Sur, además de países como Italia y Francia. “Seguramente lo vamos a ver, lamentablemente, en América Latina”, aseguró la entidad internacional. Así ocurrió.

Los datos dicen que el fono 1455 del Ministerio de la Mujer recibió 2.197 llamados durante marzo, 40% más que en febrero (1.318). Por su parte, Carabineros señala que los llamados efectuados al fono familia 149 por delitos asociados a violencia intrafamiliar aumentaron un 12,3% en 2020 con respecto al primer trimestre del año pasado.

La sicóloga Constanza del Rosario, experta en relaciones de pareja, dice que esto se explica por el estrés asociado al encierro, la presencia constante y la fácil desregulación emocional. “Te vas a encontrar con dos tipos de agresiones: uno, las que provienen de personalidades maltratadoras que van a culpar y castigar a otros por sentirse molestos o estresados, descargando su agresividad para liberar la tensión interior, y dos, los que van a agredir por una dinámica relacional en la que no se sienten comprendidos ni apoyados, llevando las discusiones de convivencia a la agresión activa y pasiva del otro, en planos que van desde lo emocional a lo físico e incluso sexual”, dice.

En muchos casos, el confinamiento ha encerrado a las víctimas de violencia de género con sus maltratadores. Estas mujeres sufren la doble pandemia: el Covid-19 y la violencia de género, y la convivencia bajo el mismo techo las 24 horas del día muchas veces no permite tener la privacidad para buscar ayuda. Los expertos coinciden en que si ya es difícil que una mujer que es víctima de violencia denuncie, hacerlo con el agresor confinado de forma permanente en la misma casa agrava el problema.

Estábamos juntas en un proceso de decir ‘yo no voy a tolerar más esto’, ‘voy a poner límites’, pero ahora ella me dice: ‘voy a tener que tolerar, porque no me queda otra, tengo que conservar la convivencia porque la cuestión no puede explotar ahora’

Sicóloga de Andrea, víctima de violencia doméstica

La búsqueda de fórmulas para resolver esa dificultad se ha dado en varios países.

“Deme la mascarilla 19”. Esa es la frase que deben decir las mujeres en la farmacia más cercana a su casa si están siendo víctimas de violencia en España. El farmacéutico, entonces, sabe que debe llamar a un número telefónico para que se active el protocolo de emergencia. En Argentina la clave es #BarbijoRojo (mascarilla roja): si una mujer llama o se acerca a una farmacia para pedirla, quien la atiende sabrá que está atravesando una situación de violencia y la pondrán en contacto con la línea de ayuda. Por su parte, en Israel, los refugios para víctimas de violencia de género están ocupados en un 90% en medio del brote de coronavirus, por lo que el Ministerio de Bienestar de ese país se comprometió a abrir nuevas instalaciones.

¿En Chile? Se están implementando nuevos procedimientos a los que ya existen (ver recuadro final). Carabineros está trabajando en una alternativa para quienes no puedan llamar a los números 149 o 133. Se trata de un link especial para situaciones de violencia que estará enlazado a la web de Comisaría Virtual. Por su parte, el Ministerio de la Mujer se comprometió a incrementar la capacidad de las casas de acogida para mujeres agredidas e implementará en los próximos días un chat para que las víctimas puedan comunicarse con la línea de orientación “de manera silenciosa”.

Seguimiento en cuarentena

Los profesionales que atienden a las víctimas de violencia tienen un enorme desafío por delante: cómo mantener el seguimiento y el tratamiento que deben proveer pese al confinamiento.

Una vez a la semana, Andrea (nombre cambiado) se esconde en el patio de su casa o inventa una excusa para salir a la calle para tener una sesión de terapia con su sicóloga. Esa es la estrategia que siguieron una vez que la autoridad decretó la cuarentena en su comuna, lo que echó por tierra sus planes.

Se suponía que en menos de un mes Andrea dejaría de vivir con su marido, de quien ha sido víctima de violencia física y sicológica durante décadas. A mediados de 2019, ella comenzó una terapia con una sicóloga y, por primera vez, logró empoderarse ante la presencia de él. Incluso había logrado que dejara de agredirla físicamente. Andrea asistía una vez a la semana a la consulta, pero la cuarentena interrumpió el tratamiento. “En el box uno tiene un espacio protegido, es su lugar, puede hablar libremente, y eso ya no está”, cuenta la sicóloga, quien también opta por el anonimato para no poner aún más en riesgo a su paciente. En las videollamadas, Andrea utiliza un lenguaje de señas y muecas para avisar que el agresor se está acercando y rápidamente cambian el tema de conversación.

En la contingencia actual, terapeuta y paciente han logrado sortear, al menos en parte, la dificultad de encontrarse cara a cara, pero la interacción no es igual que antes. “Estábamos juntas en un proceso de decir ‘yo no voy a tolerar más esto’, ‘voy a poner límites’, pero ahora ella me dice: ‘voy a tener que tolerar, porque no me queda otra, tengo que conservar la convivencia porque la cuestión no puede explotar ahora’”, cuenta la sicóloga. Esto ha llevado a la especialista a utilizar otro tipo de herramientas para proteger desde la distancia a su paciente: como Andrea volvió a sentir miedo en la soledad de su confinamiento con su agresor y a veces se refugia en el alcohol, su terapeuta la incentiva a fortalecer sus redes: “¿Has hablado con tu hija esta semana?”, “¿Con tus amigas?”, “¿No?, ya entonces esta semana haz un grupo de WhatsApp”, le dice.

También le sugiere distintas actividades. Ahora Andrea está haciendo un huerto y también baila una vez al día en su pieza, lo que le permite despejarse y alejarse de su agresor. “Estoy especializada en sicoanálisis y trabajo desde un enfoque que no da ‘tareas’, pero en esta época uno tiene que adaptarse y buscar las cosas que le ayudan a los pacientes, y en ese sentido busco que canalicen las energías en algo fructífero y que la persona no se quede encapsulada”, cuenta la terapeuta.

María Ignacia Veas es sicóloga clínica de Corporación Miles, donde integra un equipo que realiza atención de consejería y acompañamiento de casos de violencia de género, de parejas y agresiones sexuales. Explica que, hasta antes de la cuarentena, las mujeres que viven violencia o agresiones pedían cita a esa institución: “En la entrevista cara a cara tú puedes evaluar desde dónde se engancha la violencia, por qué una mujer no puede salir de esa situación. Si es por falta de redes o por el factor económico, por ejemplo. Eso es algo que una va evaluando a través del relato de la persona”, dice.

Ese contacto fluido quedó en stand by por la contingencia y hoy a través del correo reciben nuevos casos y realizan consejería. “Lo más complejo es hacer la primera acogida, porque cuando una mujer te cuenta una situación por email, yo le puedo dar una respuesta y orientación sicológica, pero es muy difícil percatarse de cómo está recibiendo esa persona la respuesta o si efectivamente es lo que necesita. Nos ha pasado que muchas mujeres no contestan de vuelta el correo, entonces queda la duda: ¿Le sirvió o no la atención que le brindé?”.

Veas agrega que en casos donde existe una urgencia concreta envía un correo cada dos días: “Mi tarea es hacer seguimiento y volver a insistir, dejando en claro que este es un espacio seguro y amigable donde se pueden volver a comunicar. No puedo bombardear a una persona: contéstame, contéstame, contéstame, porque cada una tiene sus tiempos y no sabemos si va a estar en condiciones de responder. No puedo entrar en pánico respecto de qué le está pasando a esa mujer”, cuenta.

Tratamos de estar pendientes del celular o el correo las 24 horas, y si alguien me dice que sólo puede hablar en la noche, entonces la llamo en la noche. Una mujer que está en una situación de riesgo requiere ayuda inmediata

Natalia Cabrera, abogada

Francisca -sicóloga clínica con 15 años de trayectoria, que prefiere cambiar su nombre por razones de seguridad- también ha tenido que idear nuevas estrategias para seguir la terapia con Teresa, una mujer de 40 años, casada y madre de cuatro hijos a quien veía dos veces al mes en consulta. Teresa (nombre cambiado) es víctima de violencia sicológica, económica y vivió maltrato físico hace un tiempo de parte de su marido. Debido al encierro ahora tienen sesiones vía web, pero ha sido difícil el contacto por la presencia de él en la casa. “Tuvimos que crear una táctica diferente: su hija mayor me reporta algunas dinámicas dentro de la casa y cuando está en situaciones de riesgo”, dice la sicóloga. Hace unos días, la hija se contactó con ella para contarle que el padre le había escondido los remedios a la mamá y juntas tuvieron que idear un subterfugio para que la mujer siguiera con la medicación.

La sicóloga dice que el aislamiento social, que es una característica común en quienes viven violencia intrafamiliar, se puede profundizar con la cuarentena, al igual que la sensación de no tener escapatoria. “No tienen adónde ir o a quién acudir para pedir ayuda. Esa sensación se agudiza en sus cabezas”, explica. Por eso, dice, es clave buscar fórmulas para mantener el contacto y dar la seguridad de que no están solas.

No están solas

El acompañamiento legal es parte fundamental en los casos de violencia de género para que las afectadas hagan la denuncia y lleguen a los tribunales. Sin embargo, eso requiere un acto presencial. “La mayoría de las audiencias han sido suspendidas, pero lo que no se suspende es la protección de las víctimas”, cuenta Camila Maturana, abogada de Corporación Humanas. En esta ONG promueven y defienden los derechos humanos de las mujeres y la justicia de género, y como su oficina está ubicada en una comuna que entró en cuarentena, el equipo comenzó a trabajar a través de medios remotos. “En esa condición, nuestra posibilidad es dar atención por correo electrónico o telefónica, informar sobre el proceso y también en medidas de autoprotección”, cuenta Maturana.

Algunas preguntas frecuentes son a quién pedir ayuda y dónde denunciar durante el confinamiento. Es por esto que además del seguimiento de las causas, algunas instituciones se han preocupado de generar campañas públicas, como el Observatorio Contra el Acoso Chile y la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres. “#CuarentenaEnRed, entre todas nos cuidamos”, dicen las redes sociales de Humanas, que según Maturana busca entregar información “sobre su derecho a denunciar y sobre su derecho a ser protegidas por las autoridades”.

Los expertos dicen que en las mujeres puede estar la sensación de que el confinamiento ha mermado la capacidad de respuesta y acompañamiento de algunas instituciones. Por eso, María Ignacia Veas dice que es relevante concientizar a la sociedad civil para que entienda el alcance de este tipo de violencia y tome un rol más protagónico asumiendo estrategias de colaboración. En la misma línea, Gloria Jiménez-Moya, académica de la escuela de Psicología de la UC e investigadora del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), dice que “es necesario hacer campañas de conciencia para los testigos, para que el vecino que escucha cómo le pegan a su vecina denuncie, porque ahora tenemos que contar con el apoyo ciudadano. Es una responsabilidad social muy grande, de todas y todos, estar atentos de situaciones en las que creemos que esto puede pasar y poner de nuestra parte”.

Sobre este punto, en Carabineros indican que en este período se han incrementado los llamados no sólo de las propias víctimas, sino además de testigos y vecinos que dan cuenta de situaciones de maltrato. Agregan que ese rol social en el auxilio a las víctimas es cada vez más frecuente. “Para nosotros es muy útil que también llamen los vecinos porque, en el peor de los casos, puede que la víctima niegue la situación, pero el solo hecho de que Carabineros vaya al lugar va a significar que a lo menos esa situación de violencia deje de ocurrir o que el agresor se dé cuenta de que el entorno se da cuenta de lo que pasa y que Carabineros está al tanto”, explica el sargento segundo Gustavo Carrillo, quien integra el equipo que contesta las llamadas al fono 149.

Ante una contingencia como esta, la abogada Natalia Cabrera -quien entrega orientación legal y representación jurídica a mujeres víctimas de violencia intrafamiliar- dice que ha extendido su jornada laboral porque entiende que la situación de las mujeres es compleja. “Tratamos de estar pendientes del celular o el correo las 24 horas, y si alguien me dice que sólo puede hablar en la noche, entonces la llamo en la noche. Una mujer que está en una situación de riesgo requiere ayuda inmediata”, señala.

La abogada resume lo que muchas profesionales han sentido en estos días: una enorme frustración de no poder entregar un apoyo personalizado y un seguimiento más profundo a las mujeres víctimas de violencia. “Pese a que llevo trabajando en esto más de un año, hablar con alguien que está siendo agredida y que está encerrada con su agresor produce angustia. Tú las llamas y están ahí, y te dicen ‘estoy durmiendo en el sillón, pero no tengo dónde irme’. Cortas el teléfono y quedas con la incertidumbre de que le puede pasar cualquier cosa. Pero no sabes qué va a pasar con ellas…”, dice.


S.O.S ¿dónde denunciar

Teléfono orientación del Min de la Mujer 1455

Línea de violencia intrafamiliar 149

Carabineros de Chile 133

Emergencia PDI 134

Denuncias anónimas PDI 600 4000 101

Si no puede hablar, escriba en las redes sociales a @SernamEGChile