La NASA, con la tecnología más avanzada de su época, podía hacer los cálculos perfectos para enviar al hombre a la Luna, pero no para saber cuántos tampones necesitaba una mujer para un viaje de seis días.
En 1983, esto le pasó a Sally Ride, la primera mujer estadounidense en ir al espacio. Era una noticia tan novedosa y única que los grandes ingenieros de la agencia espacial empezaron a pensar en un posible escenario: ¿qué pasaría si la mujer tuviera su período mientras estaba en la misión espacial de seis días?
No dudaron en acudir hacia ella y le preguntaron si estaba bien que empacaran 100 tampones. Para seis días, 100 tampones. “No”, les respondió la astronauta. Esta confusión absurda dejó entrever que hasta ese momento, la NASA simplemente no pensaba mucho en las mujeres, y es que tampoco se las había considerado para las misiones de Apolo.
Este es uno de los distintos obstáculos para que la mujer pudiera llegar a pisar la Luna, y es que se trata de una cuestión que va más allá de la ciencia. Es un tema cultural, que con el tiempo, ha ido cambiando la suerte de la mujer que añora salir de la órbita. Y hoy se refleja en que se haya incluido, por primera vez, a una mujer en el equipo que próximamente se dirigirá al satélite.
Las mujeres no podían ser astronautas
“Lo primero que debes hacer para llevar a una mujer a la Luna, es decidir que vale la pena poner a una mujer en la Luna”, le dijo Margaret Weitekamp, historiadora del espacio, a Mónica Hesse, columnista de The Washington Post.
Y es que antes, ser astronauta no era una profesión: el requisito para la NASA era que quienes iban al espacio fueran pilotos de prueba militares, pero había un gran problema. Las mujeres no podían ser pilotos de pruebas militares, por lo que eliminaron la posibilidad de que pudiesen ser astronautas y, por ende, viajar al espacio.
Ante la injusticia, William Randolph Lovelace II, un médico que después sería director de medicina espacial de la NASA, dirigió su propio programa independiente para probar que las mujeres sí podían acudir a los viajes espaciales. Sometió a 13 mujeres a las mismas pruebas que los hombres, pero a pesar de ello, la agencia espacial no permitió que entraran al programa.
Sin embargo, no sabían que en la carrera espacial necesitaban el impulso de las mujeres. Los soviéticos adelantaron a Estados Unidos enviando a la primera mujer en la historia al espacio: Valentina Tereshkova, quien tampoco había sido piloto de pruebas, sino una trabajadora textil y paracaidista aficionada.
“No podemos permitir que la primera mujer en el espacio sea estadounidense. Esto sería un insulto a los sentimientos patrióticos de las mujeres soviéticas”, escribió en su diario el director del programa.
John Glenn, ex senador de EE.UU., llamó la atención a la NASA y a la sociedad en general, por haber perdido ventaja en la carrera espacial solo por no querer abrir caminos para la igualdad de género.
“Estados Unidos podría haber sido el primero en poner a una mujer en el espacio, simplemente decidiendo hacerlo”, escribió Clare Booth Luce, una escritora que criticó a los funcionarios masculinos por obstaculizar a las mujeres en este ámbito. “La chica espacial soviética hace que los hombres estadounidenses suenen estúpidos”, enfatizó.
Artemis: la misión espacial más diversa de la historia
En 2019, la NASA hizo su primera caminata espacial exclusivamente femenina, pero finalmente fue objeto de burlas porque tuvo que cancelarse debido a que no habían suficientes trajes espaciales que se adaptaran al cuerpo de las mujeres.
Pero al parecer, la agencia espacial tuvo que pasar por esta y otras vergüenzas para finalmente aprender la lección. El programa Artemis es una victoria para las mujeres, pues no solo pensó en hacer trajes que se adapten a las distintas formas y tamaños de los cuerpos, sino que prometió ser la primera misión lunar en llevar a una mujer, un afroamericano y a un extranjero.
Después de 50 años, de fallar en el conteo de tampones, de no reconocer a las mujeres como astronautas y de tener trajes solo para hombres, Christina Koch, una brillante astronauta e ingeniera será la primera mujer en acercarse a la Luna.
Es una misión que, además de reconocer sus talentos y habilidades, también es simbólica para entender que la exploración y la ciencia es para todas y todos. También un llamado de atención para hacerse las preguntas necesarias y evitar caer en “complicaciones” de género que demuestren el poco interés en que las mujeres continúen dando grandes pasos para la humanidad.