Un antiguo edificio de escaleras de madera y coloridos vitrales alberga al Instituto de Humanidades de la Universidad Diego Portales (UDP), en la calle Ejército. En una de sus oficinas del segundo piso, un hombre de pelo corto, canoso, delgado, de ojos azules, presiona las teclas de un MacBook. Se pone de pie y sonríe. Su rostro se ilumina y ofrece un abrazo digno de Año Nuevo.
-¡Estoy vivo!- dice Fernando Zegers.
Durante los últimos 30 años de su vida, este gineco-obstetra se ha forjado una reputación como uno de los mayores expertos en medicina reproductiva a nivel mundial, siendo un pionero en técnicas de reproducción asistida. En 1985 logró el nacimiento de la primera bebé con este tipo de tratamientos en Chile y toda Iberoamérica. Un año antes fue parte de la fundación de la Clínica Las Condes, donde ejerció su práctica clínica hasta octubre del año pasado.
Fue en ese mes que conversamos con Zegers por primera vez, en su casa. Estaba preparándose para oficializar su salida de la clínica, que ocurriría el 8 de noviembre. "Es una decisión difícil dejar ese lugar, donde recibo múltiples expresiones de afecto e ideal para cualquier persona que hace lo que yo hago, donde he podido desarrollar todo mi profesionalismo, que es como mi casa", decía entonces.
Zegers iba a cumplir los 70 en febrero y para él ese cumpleaños significaba un hito. Quería dedicar los siguientes diez años a un proyecto que había incubado por largo tiempo en su mente: hacer posible que la ciencia y la tecnología relacionada con la prevención y el manejo de la infertilidad, y el acceso a tecnología reproductiva moderna, llegaran a personas de menores recursos. "Es ahora o nunca, porque esto no se puede hacer en los huecos. Se requiere tiempo y por eso es verdaderamente una decisión de vida", dijo en esa entrevista, optimista.
"Tomé la decisión de lanzarme a esto, pero no sabía que iba a tener mi vida postergada por un cáncer", dice ahora, sentado en esta oficina universitaria, durante nuestro segundo encuentro.
Cáncer, experiencia maravillosa
El 8 de diciembre Zegers, acompañaba a uno de sus hijos, de 29 años, a cantar con un grupo de músicos de Pirque con el que se ha dedicado a preservar el guitarrón chileno, esa guitarra XL de 25 cuerdas. En esos días Zegers ya trabajaba en la UDP, donde hace varios años es director del Programa de Ética y Políticas Públicas en Reproducción Humana, y estaba en conversaciones con el alcalde de Santiago, Felipe Alessandri, quien iba a cederle un terreno en la comuna para la construcción de su anhelado proyecto: un Instituto de Salud Reproductiva, que daría una solución a quienes no pueden pagar los costosos tratamientos de fecundación asistida.
Pero ese día, el 8 de diciembre, el Día de la Virgen, algo cambió. Mientras subía un cerro para llegar a la antigua gruta donde cantarían toda la noche, Zegers sintió algo en el cuello. "Me toqué y tenía un ganglio inflamado. A la semana apareció otro". Se autodiagnosticó:
-Pensé que era un linfoma, un cáncer de los ganglios. Fui donde un amigo en la clínica que me hizo una biopsia. Cuando desperté le pregunto "¿linfoma?"; y me responde: "no, carcinoma". Y yo: "ouch, maldición, esto es más complicado".
[caption id="attachment_302573" align="alignnone" width="523"]
FOTO: ROBERTO CANDIA[/caption]
-Pero usted me lo cuenta casi riéndose.
-Es que así estoy, así he estado todo este tiempo, porque ha sido una experiencia maravillosa.
-¿El cáncer ha sido una experiencia maravillosa?
-Sí, se transformó en un proceso maravilloso, lleno de enseñanzas. La cantidad de cariño que he recibido de tanta gente, de mi familia… Creo que este cáncer me ha dado mucho más de lo que me ha quitado. Ahora no por gusto lo tengo, por eso le dije: "Ya, me enseñaste suficiente, te puedes ir", y me ha hecho caso, sorpresivamente, porque este es un cáncer que mata rápido, aunque siempre hay excepciones.
Era cáncer al esófago. Puso todo en pausa y comenzó una quimioterapia muy agresiva, "la más agresiva que existe". Cada tres semanas se hospitalizaba, recibía la quimio durante tres días seguidos y al quinto se devolvía a su casa. "Era matarte, uno termina llevando el cuerpo como un pellejo, seco, muy agotado". En abril terminó el tratamiento. El cáncer estaba controlado. "Me he hecho ya tres endoscopías, PET, y todos los exámenes salen negativos. Sigo tratándome preventivamente, por supuesto".
Ese mismo abril viajó a Estados Unidos para determinar si era necesario operarse. "Todos me dijeron que el ideal era operarme, así que yo decidí no operarme", dice riendo.
-Qué difícil ser doctor suyo...
-No te creas, me porto súper bien y hago caso en todo, no discuto casi nada.
-Pero ahí no les hizo caso, ahí salió el doctor Zegers.
-Sabes que lo hice con más sabiduría que conocimiento médico. Es que la calidad de vida después de la cirugía es muy impredecible, es una intervención gigante. No me garantizaba que el cáncer no va a volver, nadie sabe si va a volver, y la calidad de vida que estoy teniendo ahora es estupenda. Estoy feliz con lo que estoy haciendo, no podría prescindir de lo que me ha tocado vivir, siento que no sería yo si no hubiera pasado por todo esto.
-¿Cambió su perspectiva de la vida con el cáncer?
-El cáncer te pone una realidad, te cambia, pero te hace vivir el presente de una manera completamente distinta, mucho más maravillosa. Por ejemplo, tener la posibilidad de sentarme en el jardín a hacer fotosíntesis cuando hay sol, eso no lo haces si estás corriendo de un lugar a otro. Para mí hay miles de cuestiones positivas en todo esto, que yo las valoro y no las quiero perder.
-¿Cuál es su mayor aprendizaje de este proceso?
-He aprendido a incluir todo en mi existencia, a no aislar cosas, sino que acogerlo todo. En la filosofía budista uno se desprende de todo, no hay que apegarse a nada. Mi experiencia es distinta, de un apego global, sin maximizar nada, pero incluyendo todo. Porque el proceso de curarse es mucho más que la interacción entre una droga y un receptor, el efecto que tiene el amor en la plasticidad del cuerpo… habría que definir a qué nivel celular actúa, pero no tengo duda que lo hace.
-¿Sintió miedo en algún momento?
-No. Estoy absolutamente en paz, no me da miedo el futuro. Quedamos todos preocupados, claro, no haberse preocupado habría sido una inconsciencia, pero estar asustados es otro tema. No es un tema negativo en mi casa, de hecho me hice la biopsia, me fui a la casa y le conté a mi esposa, ese día teníamos el cumpleaños de un familiar y partimos todos a celebrar.
Apenas supo que el cáncer se había ido, Zegers volvió a llamar a Felipe Alessandri. "Yo le había dicho: 'déjame ver si voy a estar vivo para hacer este proyecto', y cuando nos reencontramos él estaba con el mismo entusiasmo, muy cariñoso. Lo mismo en la Diego Portales, he recibido un apoyo y comprensión enorme".
-¿Cambió mucho su rutina con el cáncer?
-Me cuido como diablo, por supuesto, con alimentación especial, y voy al gimnasio todos los días para recuperar la masa muscular. Porque ahora hay que salir a buscar plata; yo no le daría dinero a una persona que se va a morir si él es fundamental para el proyecto, y creo que lo soy.
Menos distancia, menos costo
Zegers derrocha energía y entusiasmo. Alguien que lo conociera hoy, que no hubiera visto al Zegers antes del cáncer, jamás se imaginaría que ya lleva cuatro meses en remisión. "Eso sí que es el pasado, qué salvaje, qué increíble", dice al revisar las fotos que le sacaron en octubre del año pasado. En esas imágenes no está tan delgado, tiene el cabello más largo.
El escritorio de su oficina está lleno de papeles, tantos como tareas por hacer.
-Lo veo bien ocupado.
-Tengo harto trabajo. Como que no corresponde a un canceroso, ¿no?- dice, con humor negro.
El ambicioso proyecto de Zegers se divide en dos, uno de alcance internacional y otro nacional. El primero, en términos simples, consiste en el desarrollo de un laboratorio ambulante que permita llevar la fertilización in vitro a los lugares más remotos y a comunidades alejadas. Para esto está liderando un grupo de científicos internacionales, en una coordinación de la Universidad Diego Portales, la Universidad de Cape Town, en Sudáfrica, y la Universidad de Edimburgo, en Escocia.
"Ideé este proyecto porque el problema del acceso a las técnicas de reproducción no es solamente de costos, sino de las distancias que hay entre las personas que lo necesitan y los hospitales que proveen el servicio", explica.
-¿Cómo va ese proyecto?
-Lento, pero ahora se va a acelerar mucho porque la Universidad de Edimburgo va a poner un PhD dedicado exclusivamente a este proyecto por tres años. Hemos revisado varios intentos de prototipo, pero ninguno nos ha satisfecho. Es que estamos inventando, como te explicaba la vez anterior, el marco referencial y me he impuesto que no sea de menor calidad que un laboratorio de alta tecnología. Pensamos que en el 2019 vamos a tener un primer prototipo para ser probado en animales de investigación.
El proyecto local, "que es mi proyecto más querido", dice Zegers, avanza bastante más rápido. Su objetivo es crear "Institutos de Salud Reproductiva" de alto nivel en distintos lugares de Chile, los cuales tendrán tres misiones: proveer tratamientos de fertilidad de alta tecnología a personas que sufren de infertilidad; procurar disminuir los embarazos no programados y no deseados en mujeres adolescentes; y, al mismo tiempo, ayudarles a prevenir la infertilidad.
Esta idea está camino a materializarse en el Instituto de Salud Reproductiva de Santiago, que será el primero y se ubicará en la comuna del mismo nombre. Ofrecerá tratamientos a personas de menores recursos de todo el país. "Quiero que estas personas tengan acceso a la ciencia de más alto nivel, pero que a la vez que se sientan acogidos, a tiempo, en un lugar bonito, donde no hay ninguna economía ni en la construcción ni en la administración. Que los traten igual como si estuvieran en la Clínica Las Condes".
Ya existe un principio de acuerdo entre la Universidad Diego Portales y la Municipalidad de Santiago. La UDP estará encargada del funcionamiento -proveerá profesionales clínicos y de laboratorio- y el municipio contribuirá con un terreno para instalar el instituto. Un tercer elemento en esta ecuación serán uno o dos financistas, que a través de sus donaciones harán posible la construcción y habilitación del proyecto durante su primer año. "Los estudios de factibilidad económica nos indican que ya al segundo año puede autofinanciarse".
-¿Ahora empieza a buscar ese financiamiento?
-Sí, se está formando una corporación entre la UDP y la municipalidad y apenas tengamos bien clara la parte logística de cómo recibir las donaciones voy a ir personalmente a buscar esos donantes. ¡Y éste es un llamado también! Por ahí quizás aparece algún interesado.
-¿Cuánto dinero necesitan?
-Dos millones doscientos mil dólares es el monto que necesitamos para partir.
-¿Cree que alguien esté dispuesto a darle ese monto?
-Existen muchos ejemplos en el mundo semejantes a lo que quiero hacer en Chile. El centro de reproducción más importante de Nueva York, asociado a la Universidad de Cornell, se llama Ronald Perlman and Claudia Cohen Center for Reproductive Medicine, por las personas que donaron sustanciales sumas de dinero para formarlo.
-Es un modelo que funciona en el extranjero, ¿cree que funcione acá?
-Este es un proyecto precioso, no conozco otro proyecto como éste en la salud. Es algo que queda, que alguien dona y no se va en cinco años, sino que queda, con el nombre de alguien.
-Me imagino que piensa comprometer también al Estado. ¿Ha conversado con el Ministerio de Salud?
-Mi intención es reunirme con el ministro prontamente. Diría que sin el patrocinio del Minsal y una decisión política facilitadora, las chances de éxito son escasas. Por ejemplo, que Fonasa cubra los tratamientos y la gente pueda tratarse un problema de fertilidad con la misma facilidad que una hepatitis o una bronquitis crónica. Esa es una decisión política. Pero no le quiero pedir plata al ministro. No podemos basar todos nuestros proyectos sociales en platas gubernamentales, así no funciona el país, se requiere la interacción de los que somos más privilegiados.
-Usted propone hacer tratamientos de fertilidad en personas de escasos recursos en una sociedad donde el debate sobre los derechos reproductivos ha estado centrado en el aborto.
-Es todo parte de lo mismo. He estado en el frente de esta discusión desde que empecé la fertilización in vitro en este país, el año 84. En 1987 salió el documento Vaticano en contra de este procedimiento y ese mismo año me enfrenté al cardenal Fresno en la televisión. Después fue la anticoncepción de emergencia, después el aborto. He estado en todos esos temas y el argumento que he utilizado es el mismo: el derecho de la mujer a formar una familia cuando quiera y como quiera, el derecho a vivir su vida sin interferencias indebidas, lo que, por cierto, está consignado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
-O el derecho a no formar una familia.
-En cualquier sociedad, cualquiera sea su estructura, heterosexual, homosexual, uniparental, biparental, tribal, es al interior de la familia donde se crece y es en su ausencia donde hay más fragilidad y vulnerabilidad para los individuos. En Chile el núcleo central de familia siguen siendo las mujeres. Una mujer puede adoptar, puede tener sobrinos, y esa es también una forma de hacer familia, pero siguen quedando muchas mujeres que quisieran formar una familia con hijos nacidos de sus cuerpos, y la falta de recursos no debe ser un impedimento para cumplir ese sueño.
-¿Ofrecerá tratamientos a parejas homosexuales?
-Por supuesto. Las guías ministeriales establecen que quienes tienen acceso a tratamientos de fertilidad son personas que sufren de infertilidad y otras formas de discapacidad reproductiva, como una pareja de lesbianas -que por ser ambas mujeres no pueden reproducirse entre ellas- o alguien con una disfunción eréctil severa, por ejemplo.
-Entiendo que el instituto ofrecerá criopreservación de óvulos para pacientes con cáncer.
-No sólo para pacientes con cáncer, también para aquellas que por razones sociales quieran preservar su fecundidad.
-¿Está a favor del aborto libre?
-No me opongo, pero veo difícil que sea aceptado en el corto plazo. El punto es que, antes de pelear un aborto con libre demanda, yo pelearía por más acciones para evitar embarazos no deseados. Ese es uno de mis objetivos, que haya facilidad para acceder a la anticoncepción, algo que parece tan evidente pero que no siempre se cumple. Por ejemplo, trasladar la educación sexual y los métodos anticonceptivos desde la instancia de salud hacia la educacional. A ningún adolescente le gusta encontrarse con su tía o con su mamá en la cola del consultorio para ver a la matrona. Con esto, además, vamos a contribuir a prevenir una futura infertilidad.
-¿Por qué?
-Las razones del aumento de la infertilidad son fundamentalmente dos. Una es la postergación de la maternidad, pero la segunda son los procesos inflamatorios e infecciosos que resultan de tener muchas parejas sexuales no protegidas. Al no utilizar condón, es imposible evitar las enfermedades de transmisión sexual que generan trompas obstruidas, inflamaciones del endometrio, etc., y que pueden provocar una infertilidad secundaria. Esta es una realidad importante en África, donde más del 30% de las mujeres la sufren, pero también en Latinoamérica y Asia.
La expectativa
-¿Cuál es la razón de fondo detrás de crear este instituto?
-Pienso que nuestra sociedad está en riesgo por la inequidad que existe. Mi instituto busca reducir esa inequidad en al menos un aspecto de la vida de las personas, un aspecto que me parece clave, que es fortalecer la estructura y funcionalidad de la familia. Mujeres que sufren violencia a causa de una infertilidad, aunque ésta sea de sus parejas, adolescentes que no pueden continuar sus estudios, que significan un gasto enorme para sus familias o pierden a su núcleo social. Estas son las consecuencias cuando falta salud reproductiva.
-¿No le han dicho que está contribuyendo a la sobrepoblación?
-Cada vez que uno menciona un proyecto profertilidad, la gente argumenta sobre el exceso de población, la densidad poblacional y la pobreza. Siempre aparece alguien que dice "¿y por qué no adopta?, así tendrá su hijo y ayudará a un niño que necesita un hogar".
-Pero… es verdad.
-Todos los niños contribuyen de la misma manera a la sobrepoblación mundial. ¿Por qué habría de cargárseles la responsabilidad de controlar la población justamente a las personas que tienen dificultades para procrear? La meta de reducir la sobrepoblación debe ser lograda sin infringir los derechos individuales de las personas. Por lo demás, creo que un quinto, un sexto, un séptimo hijo desordena más una sociedad que un primer hijo muy esperado y deseado.
-¿Son mejores papás los que han tenido problemas de fertilidad?
-Son padres más felices, de eso no me cabe duda. Está muy estudiado que estas son familias que se van a constituir, primero, con menos hijos, y por lo tanto, el o los que nacen van a tener mayores recursos y mayor dedicación. Ha costado demasiado tenerlos y la preocupación de los padres por su crianza es verdaderamente superior al promedio.
Zegers habla convencido. Se le ve con energías. Radiante. Tanto, que al verlo la sombra del cáncer parece muy lejana.
-¿No ha vuelto a la gruta allá en Pirque donde se autodiagnosticó?
-No, pero tengo que ir, los viejos están rezando por mí. Tengo que esperar a que el clima esté mejor.
-Y tiene alguna proyección…
-¿De vida?
-La verdad, le iba a preguntar por la inauguración de instituto pero ¿hay una expectativa de vida?
-No sé… mi expectativa es cumplir proyectos. Me encantaría empezar a construir el instituto a fines de este año y cortar la cinta, tenerlo funcionando a fines de 2019. Quiero verlo funcionando, grande. Creo que lo voy a lograr.T