Marcela (42) y Kimberlin Yáñez (27) son dos hermanas de la comuna de La Pintana. A pesar de vivir a pocas cuadras entre sí, cuentan que se han visto en persona sólo dos veces en los últimos seis meses de pandemia: para los días del Padre y de la Madre, en que fueron a visitarlos a su casa en la misma comuna. El resto han sido mensajes de texto o videollamadas, una situación que se repite entre sus hijos y sus primos. Las familias de ambas viven la rutina de la cuarentena, con labores domésticas y clases online. Y las dos hermanas enfrentan el mismo problema: están cesantes.
La experiencia de Marcela (separada, cuatro hijos) es la más dura. Hace un año trabajaba ayudando a su pareja a podar árboles en distintos puntos de Santiago, pero después del estallido social él se enfermó. “Ahí se nos vino todo abajo. Le diagnosticaron un tumor cerebral y lo hospitalizaron en noviembre”, cuenta Yáñez, sobre un período difícil en que estuvo acompañando a su pareja hasta que falleció el 1 de mayo de este año, ya en plena pandemia.
Luego, ella y sus cuatro hijos vivieron lo mismo que muchos chilenos en los últimos meses: dieron positivo en la prueba de Covid-19 y tuvieron que enfrentar la enfermedad y su respectiva cuarentena. Marcela lo recuerda como un momento complejo, en el que reconoce que pudieron salir adelante sólo gracias a la ayuda de sus vecinos de la Villa Magdalena I. Diabética e hipertensa, en todo este período ella no buscó un nuevo trabajo. Recién esta semana, cuando La Pintana pasó a fase dos en el proceso de desconfinamiento, comenzó a enviar sus antecedentes a páginas de internet de ofertas laborales. “Da miedo, pero hay que salir a buscar pega, estoy pensando en ir a algunas empresas”, cuenta la mujer que espera conseguir algún empleo en un supermercado o una fábrica. “Cuesta mucho encontrar, siempre te dicen ‘te llamamos’, pero ese llamado no llega. Necesito trabajar porque yo arriendo y hay que pagar todos los meses”, comenta.
Mientras tanto, va a las ferias cercanas a su casa a vender lo que tenga, como las herramientas que pertenecían a su pareja. Dice que esa es la manera más a mano que tiene para salir adelante, porque proyectarse hoy no tiene mucho sentido. “No tengo momentos para pensar en el futuro; sólo pienso en el día a día qué se va a hacer. Además, no quiero seguir pensando tanto: el pelo se me está cayendo y mi dentadura se me soltó toda. Es un año que quiero olvidar”, cuenta.
Esa frase parece graficar la situación de muchas mujeres en el país tras la llegada de la pandemia. Según las cifras del INE, en los últimos 12 meses 910 mil trabajadoras han perdido sus puestos de trabajo. “La situación es así: uno, las mujeres perdieron más empleos que los hombres. Dos, no están pudiendo salir a buscar nuevos trabajos. Y tres, no les va a ser fácil recuperarlos, porque en la etapa de reactivación económica los sectores que van a ser claves son aquellos con una baja presencia de mujeres, como la construcción”, señala Francisca Junemann, presidenta de Chile Mujeres, al resumir el momento que se vive.
¿En qué están esas mujeres? La mayoría, en sus casas. Según datos de Comunidad Mujer, el 88% de esas 910 mil no ha buscado un nuevo trabajo. “Si bien es cierto que la tasa de desempleo está a un nivel de casi el doble de lo que teníamos en el último tiempo, igual no es tan alta, pero la tasa de desempleo actualmente no está dando cuenta de la crisis”, dice Paula Poblete, directora de Estudios de Comunidad Mujer. Ella explica que técnicamente para figurar como desempleado o cesante en el INE una persona debe estar buscando trabajo. “Si tú no buscas, no calificas como cesante, calificas como inactivo o inactiva. Eso es lo que está pasando en Chile en este momento con las mujeres”, agrega.
910 mil trabajadoras. Esa es la reducción que ha tenido la fuerza laboral femenina desde el año pasado. Para comparar, fueron 781 mil trabajadores hombres los que siguieron el mismo camino.
Kimberlin, la hermana menor de Marcela Yáñez, es una de las que viven esta realidad. Trabajó por última vez como guardia en una tienda del retail en marzo y con la llegada de la pandemia ha preferido no buscar empleo para no contagiar a alguno de sus hijos de tres, siete y 10 años. “Son asmáticos severos y tienen un soplo cardíaco. Sus kinesiólogos me recomendaron ni siquiera salir de la casa. La última vez que salimos fue para el fallecimiento de mi cuñado el primero de mayo”, cuenta.
Dice que la decisión no ha sido sencilla, que su pareja -también guardia de seguridad- fue despedido hace un mes y que como familia no han podido acceder a ninguno de los bonos entregados por el gobierno. “En la ficha de la municipalidad aparecemos en el mismo hogar que mis papás y hermanos y como ‘lamentablemente’ uno de ellos estaba trabajando, ninguno de nosotros pudo recibir el bono”, explica. Por eso han tenido que hacer frente a la pandemia con ahorros, los dineros del 10% que tratan de no malgastar y la ayuda de sus vecinos de la Villa San Francisco IV, quienes han montado ollas comunes.
“Esto me angustia porque no hay ingresos. Yo buscaría un trabajo desde casa, vendiendo en una empresa como comisionista o algo así. Eso es lo que más se ha generado en internet últimamente, pero salir sería casi imposible”, cuenta desde su departamento de 32 m2, donde el grupo familiar desarrolla su rutina de pandemia. Al mediodía y a las cuatro de la tarde sus hijos mayores tienen clases online a las que “asisten” desde su celular, el único que tienen.
Volver a empezar
Parte de este momento se ve reflejado en un dato clave: en la última década el aumento de la participación femenina -que mide la proporción de la población en edad de trabajar que está ocupada o desocupada- en el mercado laboral fue sostenido. Pasó de un 46,8% a un 52,5%, en una trayectoria que se rompió en 2019 y este año se tradujo en una caída al 47,3%. Por eso se dice que la pandemia generó un retroceso de 10 años en este plano. “Actualmente, la situación de la mujer es muy compleja y eso las políticas públicas lo tienen que tener presente”, opina Junemann.
Aún así, hay algunas mujeres que perdieron sus trabajos y se reinventaron. La periodista Daniela Espinoza tenía una consultora de comunicación estratégica, desde donde asesoraba a distintas empresas para implementar criterios de sostenibilidad, pero el estallido social puso en pausa parte de sus proyectos y cuando llegó la pandemia muchos de estos simplemente se vinieron abajo. “La sustentabilidad ya no era una prioridad y no sabían cuándo lo volvería a ser”, cuenta la profesional, y agrega que fue entonces cuando tuvo que cerrar su consultora por la misma razón que muchos otros negocios han desaparecido en los últimos meses: ya sólo le estaba generando gastos.
Ya sin ninguna entrada financiera, la periodista se puso a pensar cómo sacar adelante su trabajo. “Llevo años capacitando a voceros y me di cuenta de que ahora todo el mundo estaba hablando ante las cámaras, por teletrabajo o redes sociales, y que había una necesidad de empezar a profesionalizar el contenido que se está generando”, dice, recordando el mes de mayo donde abrió la cuenta de Instagram @DaniComunicadora, donde comenzó a subir consejos en pequeñas cápsulas informativas. Luego, empezó a dictar cursos online llamados “Pierde el miedo a hablar en cámara”, los que ya llevan más de dos meses en la web y donde ha logrado convocar a más de 130 alumnos, dentro y fuera del país. Sus estudiantes son principalmente emprendedoras que al igual que ella buscan reinventarse en tiempos difíciles.
Pero la reinvención no es tan sencilla. Según la última edición de la Encuesta Cadem, más de la mitad de las mujeres entrevistadas afirma que el principal problema para el teletrabajo es poder compatibilizarlo con las labores del hogar. Eso es algo que Cristina Muñoz, cofundadora de Proyecto Moms, una plataforma tecnológica que conecta a mujeres profesionales con ofertas de trabajo flexible, vincula con la búsqueda de empleos de medio tiempo, que muchas veces tienen peores condiciones para ellas. “A veces pasa que el trabajo freelance es más precario porque no tiene un contrato laboral detrás, lo que influye en el sistema de salud y previsión. Entonces, hay una precarización del trabajo por un lado y también hay una baja en los ingresos económicos que tienen las mujeres”, cuenta la sicóloga laboral.
52% de las mujeres consultadas por la Encuesta Cadem declara que la principal traba para el teletrabajo es poder compatibilizarlo con las labores domésticas. Por su lado, sólo el 41% de los hombres dice lo mismo.
Respecto a este mismo punto, han surgido, según Muñoz, nuevas trabas para la contratación de mujeres, lo que se ve desde las mismas entrevistas de trabajo. “Ellas sienten una discriminación a la hora de tomar una decisión de contratación entre un hombre, que va a tener ‘menos problemas’ a la hora de hacer el trabajo, versus una mujer”, dice la sicóloga. Explica que en las entrevistas de selección de personal con mujeres, los empleadores ponen mucho más énfasis en hablar de temas como el cuidado de los hijos, la repartición de labores domésticas o los horarios de los colegios. “A veces hay 15 o 20 minutos de la entrevista destinados a esa temática, lo que no ocurre cuando hablan con un hombre, quien en teoría tiene esos minutos para hablar de sus cualidades para el trabajo, sus competencias o formación”, dice Muñoz.
A pesar de esto, el emprendimiento femenino surgió con fuerza durante este período de dificultades. A pesar de que no hay muchas cifras al respecto, desde Chile Mujeres confirman el fenómeno: “Nos hemos percatado de que hay una fuerza emprendedora en mujeres muy fuerte. Son personas que han perdido sus trabajos formales y que están haciendo sus negocios”, afirma Junemann, y proyecta que ésta será una de las buenas noticias que dejará este complejo momento. “Una de las grandes riquezas que va a quedar de esta pandemia es la capacidad de la mujer chilena de salir adelante, emprender y de sacar negocios propios, originales, creativos e innovadores. Lo importante ahora es que el Estado y el sector privado a través de créditos las apoyen y puedan crecer”, agrega.
Esta es la situación de María de los Ángeles Pineda. Antes de la pandemia, trabajaba organizando viajes corporativos y familiares al frente de la empresa de turismo de lujo Pineda Experiences, además de la Fundación de Rescate Patrimonial y Turismo Sostenible, donde desarrollaba proyectos de turismo rural con diversas comunidades locales. Su panorama laboral empezó a cambiar con el estallido social y, cuando comenzaba a reactivarse, la pandemia le dio el golpe de gracia. “Esta cuestión no tiene futuro y tengo que cubrir mis gastos, ¿qué sé hacer?, ¿qué hago bien?”, se preguntó y la respuesta fue Ángeles Bakery, un emprendimiento de galletas hechas por ella y su hija en la cocina de su casa que fue estrenada para la última Navidad con la receta de su abuela.
Luego, se perfeccionó después de que sus dos hijas le regalaran un curso de repostería fina. “Ahí aprendí técnicas de galletería y manejo de materiales, profesionalicé lo que sabía y nos pusimos a buscar las recetas a ensayo y error por meses”, cuenta. Ya con la fórmula perfecta en sus manos comenzó la distribución de galletas. Mientras la producción aumentaba, subía también la necesidad de delivery, y Pineda se contactó con una colega. Su repartidora es la gerente de marketing de una línea de hoteles de lujo a lo largo del país, que también se vio afectada por la pandemia. “Ella se reinventó y reparte catálogos, galletas y verduras. Imagínate que yo con ella hacíamos viajes de lujo, me ayudaba con los super clientes y ahora está con el auto y yo le bajo las galletas y seguimos unidas. Si tengo otra amiga que está sin pega le pregunto a ella si necesita alguien que la ayude a repartir, y así vamos ayudándonos entre todas, es algo lindo”, cuenta la mujer.
Desde Proyecto Moms, Muñoz cuenta que en este contexto en su plataforma han detectado un cambio de las condiciones que solicitan las mujeres a la hora de buscar empleo. “Antes de la pandemia, la mayoría de nuestras usuarias tenían preferencia por los trabajos de tiempo completo con flexibilidad, que eran empleos con agenda flexible o la posibilidad de hacer home office algunos días de la semana”, cuenta Muñoz, y luego va al cambio: “Pero hoy están aumentando las solicitudes por trabajos más bien de medio tiempo o freelance, y eso tiene hartas repercusiones al final en las familias”.
88% de las mujeres que después de perder su empleo durante la pandemia no ha vuelto al mercado laboral. En el caso de los hombres es el 73%.
Algo así ha vivido la publicista Fernanda Gil (39, casada, dos hijos), quien había vuelto hace un par de años a Viña del Mar, la ciudad donde creció, para hacerse cargo de una gerencia en un hotel. Una buena oportunidad que con la llegada de la pandemia no lo fue tanto: el 17 de marzo le plantearon trabajar desde su casa y el 28 de ese mes se cerró el hotel y todos los trabajadores debieron hacer uso de sus vacaciones legales. Luego, se acogieron a la ley de protección del empleo. “A fines de junio me llamaron para negociar la salida y el 15 de agosto firmé el finiquito”, cuenta Gil, quien hoy afina un emprendimiento de e-commerce con el que está postulando a unos fondos de Corfo.
Dice que quiere volver a trabajar, pero de otra manera. “No me quiero reinventar con los tiempos que tenía antes. Me veo trabajando más quizás, pero administrando mi tiempo y no encerrada en una oficina. Antes no me cerraba el tener que correr tanto, no le encontraba sentido”, reflexiona, y agrega que este período de encierro le ha servido para darse cuenta de muchas de esas cosas, como entender que está dispuesta a tener un menor sueldo que el de su anterior empleo. “He aprendido mucho más que en los últimos cinco años. Ha sido un hito en mi vida porque hoy me di cuenta de que puedo vivir sin cosas que antes eran fundamentales y súper importantes para mí”, explica.
Reactivación desigual
La reactivación laboral es una de las preocupaciones principales del gobierno, que busca levantar la fuerza trabajadora para generar mayores ingresos y disminuir el desempleo. Así nació el plan “Paso a Paso, Chile se recupera”, un proyecto que propone subsidios al empleo, inversión en infraestructura y apoyo para las pequeñas y medianas empresas. El problema, dicen desde Comunidad Mujer, son las áreas que se buscan potenciar. “Obras públicas, viviendas sociales y construcción, que van a ser las áreas que más se van a apoyar, van a ofrecer empleo básicamente a los hombres. Entonces, en las áreas donde en general están las mujeres, que son precisamente las más afectadas por la pandemia -como comercio, turismo, alojamiento y gastronomía-, el gobierno no ha dado señales de que vaya a tener algún plan reactivador específico”, dice Paula Poblete.
Distintas parlamentarias y organizaciones sociales conformaron la agenda de Género Covid-19, donde a finales de junio presentaron al gobierno una serie de propuestas, con un enfoque laboral donde recomiendan, por ejemplo, la creación de un Sistema Nacional Integral de Cuidados, que priorice el trabajo doméstico y de cuidados. En este plano se creó el Grupo de Reactivación Económica en el Consejo Mujer Covid-19, convocado por el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, que a su vez propuso que se diseñe un mecanismo con enfoque de género, que además de pensar en trabajos de manera global ponga énfasis en beneficios a las mujeres. También en la inclusión de jardines, salas cuna y cuidados a los adultos mayores.
18 mil son las mujeres desocupadas que ha dejado la pandemia. El término engloba a quienes no tienen trabajo, pero que han buscado en las últimas cuatro semanas. La mayoría de las mujeres cesantes hoy no lo hace.
Francisca Junemann es parte de este grupo y apunta a recuperar el proyecto de Sala Cuna Universal, para que las mujeres puedan reintegrarse al trabajo sin la presión del cuidado de sus hijos y las empresas las contraten sin que representen un gasto adicional. “Hoy las empresas están ahogadas tratando de sobrevivir y lo que tienen que hacer es rebajar costos. Una forma de hacerlo es descontratar, llegar a la mujer número 19 y con eso se evitan el pago de la sala cuna”, explica, justificando su apoyo al polémico proyecto. “Es urgente terminar con la vinculación del costo de sala cuna a la contratación de la mujer; eso hace la Ley de salas cunas. Eso es clave para no aumentar más el desempleo en la mujer”, agrega.
Desde Comunidad Mujer y Chile Mujeres concuerdan en que la proyección del futuro laboral de las mujeres está en manos de la agenda que proponga el gobierno, donde es clave llegar a una especie de círculo virtuoso. “Las personas a las que tú contratas para que cuiden a los niños en general son mujeres, entonces a través del cuidado estás reactivando, el propio cuidado es un agente reactivador”, dice Poblete, quien resume su propuesta en una frase: “Necesitamos empezar una reactivación con igualdad de género. La pobreza ya está feminizada y los hogares con jefatura femenina nuevamente son los más afectados”.
Mientras esto pasa, Marcela y Kimberlin, las hermanas Yáñez, siguen su vida en sus respectivos hogares en La Pintana. Una, buscando trabajo, y la otra, no; pero con el mismo deseo. “Tengo la esperanza de que esto termine pronto”, concluye Kimberlin.