Uno creería que después de haberse infectado de Covid-19, lo peor serían los días de síntomas de tos, malestar general y fiebre. Sin embargo, desde hace un tiempo, se comenzó a detectar personas que —incluso dos años después de haberse contagiado—presentan síntomas cognitivos preocupantes que perduran en el tiempo.
A esta condición la bautizaron como Long Covid o Covid largo: una serie de secuelas que deja el coronavirus y que afecta, principalmente, al funcionamiento cognitivo de las personas.
En esta línea, unos investigadores detectaron que esta niebla cerebral que sienten los pacientes reduce el rendimiento ante diferentes procesos mentales, similares a envejecer de golpe diez años.
Cómo el Long Covid afecta la longevidad de los pacientes
Los científicos del King’s College de Londres analizaron cómo la infección por Covid-19 afectó el rendimiento de los infectados en pruebas cognitivas.
A través de 12 tareas que debían hacer los participantes, evaluaron su memoria, atención, razonamiento, velocidad de procesamiento y el control motor. Y grande fue la sorpresa cuando descubrieron que las pruebas con peores resultados pertenecían a quienes experimentaron síntomas de Covid prolongado durante 12 semanas o más.
Según establecieron en la investigación, publicada en la revista médica británica The Lancet, el efecto en la precisión de la prueba es comparable al efecto de un envejecimiento de diez años.
De hecho, quienes sí se infectaron de la enfermedad pero que se sentían absolutamente recuperadas, tuvieron resultados positivos y similares a quienes no se habían contagiado nunca. Sin embargo, por el lado de quienes no se sentían repuestos de la infección, tuvieron puntajes más bajos que el promedio.
“Nuestros hallazgos sugieren que, para las personas que vivían con síntomas a largo plazo después de tener COVID-19, los efectos del coronavirus en los procesos mentales, como la capacidad de recordar palabras y formas, aún son detectables en un promedio de casi dos años desde su infección inicial”, destacó el autor principal del documento y científico de datos, Nathan Cheetham.
“Este estudio muestra la necesidad de monitorear a aquellos sujetos cuya función cerebral se ve más afectada por esta infección, para ver cómo sus síntomas cognitivos continúan desarrollándose y brindan apoyo para la recuperación”, aseguró.