Robin Williams, el actor estadounidense, le sacaba carcajadas a cualquiera. Niños, adolescentes y adultos disfrutaban de su llamativa y cómica personalidad, que lo llevó a interpretar decenas de personajes en Nunca Jamás, junto a una robot, en un museo, sobre una alfombra mágica e incluso dando vida a dibujos animados.
Pero después del boom de sus películas, la carrera de Robin Williams comenzó a irse para abajo. Se lo veía desganado, con cansancio, elegía mal sus proyectos y se reportó que abusaba del alcohol y las drogas. El actor sufría de depresión, irritabilidad, mala memoria y además le comenzó a temblar la mano derecha sin control, por lo que también le diagnosticaron Parkinson, sin embargo, a pesar de los tratamientos médicos, el actor no pudo mejorar.
El salto a la fama
Tenía 27 años cuando saltó a la fama con Mork y Mindy. Robin Williams, acompañado de Pam Dawber, resaltaba por su humor, ingenio y vitalidad. El actor estudió en la prestigiosa escuela Julliard y antes de ser contratado para la serie, trabajaba como asistente de cocina en restaurantes para ganarse la vida mientras participaba de castings.
Pero el golpe de suerte fue que el actor que habían elegido para interpretar a Mork decidió no participar, por lo que en la búsqueda de su reemplazo, Williams llegó y ninguna persona en la sala de audición podía dejar de reír.
Sin embargo, él quería ser más que un actor de comedia, y así fue, pues después de su primer éxito le empezaron a llegar ofertas cinematográficas. Así llegó su primer protagónico: Popeye, la popular serie de músculos y espinacas que llegaría al cine, aunque no le fue tan bien como esperaban. El segundo intento, El Mundo según Garp, también fracasó y Williams comenzó a ver lejos su estrellato.
Hasta que llegó Good Morning Vietnam, una película dramática estadounidense que le dejó un Globo de Oro, una nominación al Oscar y una puerta más que abierta para las ligas mayores del mundo del espectáculo.
Y a pesar de que su personalidad era inaguantablemente cómica para quienes lo entrevistaban y hablaban con él, su objetivo era ser reconocido como un actor de drama. Con este sueño, interpretó distintos personajes en La sociedad de los poetas muertos, Despertares, The Fisher King y Good Will Hunting.
Era tanto el talento de Robin Williams,que incluso los Globos de Oro crearon por primera vez el galardón para premiar su voz en la película de Disney, Aladín, donde interpretó al simpático genio que millones de niños y niñas adoran.
Pero, en este camino al estrellato, el alcohol y las drogas comenzaron a caminar junto a él.
Las últimas semanas de Robin Williams
El actor había confesado que tenía adicciones al alcohol y las drogas, pero dijo que la muerte de su colega John Belushi -con quien estuvo en su última noche- y el nacimiento de su primer hijo fue lo que lo hizo cambiar. Sin embargo, después volvió a rehabilitación por su adicción en repetidas ocasiones.
El deterioro físico y mental de Williams era evidente y, junto a su esposa, buscaban un médico que le diera un diagnóstico que explicara cómo se sentía. Dijeron que era depresión por sus adicciones y comenzó a tomar antipsicóticos que, según cuentan, empeoró su estado.
Williams le comentó a sus cercanos que ya no se sentía como él mismo y que, al ir a algún show o entrevista, todavía podía sacar algunas risas, pero que sentía que eran por costumbre o compasión. Su mano derecha comenzó a temblar y él, frente a las cámaras, hacía hasta lo imposible porque no se notara.
En su mente ya no se generaban los chistes que anteriormente le salían con naturalidad, sino que era una mente sin voz, como un vacío. Esto también impactó cuando filmaba películas, pues ya no tenía la misma memoria para aprender sus líneas -por más sencillas que fueran- y el equipo de personas que había trabajado y reído años atrás con él ahora miraban con pena y dolor cómo el actor intentaba, con todos sus esfuerzos, actuar escenas sencillas.
“No sé qué me pasa. Ya no soy yo”, le decía el actor a Shawn Levy, el director de Una noche en el museo 3, quien también después contó que lo llamaba en las madrugadas, preocupado por saber si había podido “rescatar” alguna toma y si algo de lo que había podido hacer servía.
Fue después de ese rodaje que un médico le explicó que tenía Parkinson y que toda la irritación, insomnio, dificultades físicas, constipación, estreñimiento, pérdida de memoria, paranoia y depresión que sufría era por esa enfermedad. La medicación que le dieron mejoró algunos síntomas, pero tuvo un “compromiso cognitivo” que hizo que el nuevo diagnóstico fuera demencia con cuerpos de Lewy.
Aunque tenía ya una explicación, Robin Williams continuó apagándose. Comenzó a rechazar invitaciones y propuestas de trabajo, y es que los síntomas de su enfermedad comenzaron a volverse más intensos. Su amigo, Billy Crystal contó que una vez, después de invitarlo al cine, se despidió tres veces y en cada una el abrazo era más apretado y las lágrimas más intensas. Otros amigos que pudieron estar con él, reportaron que se despedía como si supiera que era la última vez que se verían.
Sus alucinaciones también se acrecentaron: el actor despertaba en las noches a su esposa para decirle que algún colega, que podía vivir a kilómetros de él, estaba en peligro de muerte y tenía que ir a verlo. Por esta decisión, Susan Schneider contó que dormían en cuartos separados, pues el insomnio de su esposo también la afectaba.
El día que Robin Williams falleció
La tarde del 10 de agosto de 2014, Robin Williams estaba convencido de que unos ladrones peligrosos le robarían sus relojes de marca, por lo que los sacó todos de la casa. Leyó un Ebook, algo que no hacía hace mucho, cenó y en la noche se despidió de su esposa con un beso y un “que descanses bien, mi amor”, una frase que compartían a diario antes de irse a dormir.
Ya en la mañana del 11 de agosto, su esposa despertó primero. Desayunó y recibió a sus dos amigos, Rebecca y Dan Spencer, que eran asistentes de Williams. La mujer, por primera vez en mucho tiempo, se sentía aliviada porque había sentido que su esposo durmió bien después de un sinfín de noches de inquietud.
Antes del medio día, salió de la casa y le pidió al matrimonio Spencer que le avisaran cuando su pareja despertara, para saber cómo había pasado la noche. Los amigos golpearon la puerta del actor y no hubo respuesta. Intentaron abrir el cerrojo, solo para encontrarse que estaba cerrada por dentro con llave.
Dan trepó la pared exterior para intentar entrar, mientras que Rebecca logró destrabar la cerradura y después de dar un pasos hacia dentro, se horrorizó con la escena.
Al día siguiente, la noticia de que el actor se había suicidado a los 63 años recorrió y entristeció al mundo entero.