La Ley de Filiación implicó un importante cambio en los casos de estudio de paternidad. Ya no se aceptaba legalmente la negativa de un hombre frente al cuestionamiento de su paternidad, sino que consagraba el principio de la libre investigación de esta, es decir, determinar quién era el padre biológico del menor.

Lo mismo ocurría con la maternidad. Desde ese momento, en los juicios sobre determinación de la filiación, la maternidad y la paternidad empezaron a establecerse mediante toda tipo de pruebas, incluso biológicas. Ingresa así la identificación de individuos basado en el ADN.

La ley consagró el ejercicio de la libre investigación de la paternidad. De ese modo, la filiación se pudo establecer a través de pruebas biológicas, algo que la anterior legislación no permitía, explica Carmen Rodríguez, académica de Derecho de la U. Católica, "porque la determinación de la filiación descansaba en que eventualmente el padre reconociera al hijo".

Se consagró así el derecho a la identidad, y a que todos los niños pudieran conocer su origen biológico, sus orígenes, y ser parte de una familia, dice el académico de la U. Academia de Humanismo Cristiano, José Olavarría. "Un cambio histórico. El reconocimiento de la paternidad se podía realizar con una prueba de ADN, cuando un padre se negaba a reconocerla".

La certeza de las pruebas de ADN se basa en que todas las personas poseen dos sets de información genética, uno heredado de la madre y otro del padre, y la información genética de este se encuentra en sus hijos. Esos datos están en los cromosomas y ADN, por eso la homología o correspondencia entre padres e hijos, como entre madre e hijos, es de 99,99%.

Para realizar esos estudios se puede utilizar cualquier muestra biológica, como sangre, mucosa bucal, pelo, orina, dientes, o incluso material biológico degradado.

Gran parte de las demandas por estudio de paternidad por esa vía resultan positivas. El 78,1% de los exámenes de ADN realizados por el Servicio Médico Legal (SML) en 2016 dio como resultado la "inclusión", es decir, que con un alto porcentaje de probabilidad (sobre el 99,9%) el hombre investigado era el padre biológico.