Alguna vez el escritor Edgar Allan Poe sentó las bases de la felicidad del siglo XIX, a través de una reproducida frase de su autoría:

—Las cuatro condiciones para la felicidad: el amor de una mujer, la vida al aire libre, la ausencia de toda ambición y la creación de una belleza nueva.

¿Qué es la felicidad hoy? ¿Se puede medir? Meik Wiking, el director ejecutivo del Instituto de Investigación sobre la Felicidad de Copenhague, cree que sí y va todavía más allá.

En sus libros Hygge y Lykke el llamado “hombre más feliz de la Tierra”, según The Times, revela su teoría de por qué los daneses son los más felices del mundo (más allá del estado de bienestar de los países nórdicos) y cómo tú también puedes serlo.

El danés Meik Wiking

“Noruega, Suecia, Finlandia e Islandia también disfrutan de niveles relativamente altos de bienestar”, advierte Meik. “Sin embargo, tal vez el ejemplo del hygge es lo que distingue a Dinamarca del resto de los países nórdicos. Creo que el hygge y la felicidad podrían estar relacionados”.

Junto con un clima frío y hostil (el invierno danés tiene apenas cuatro horas de sol y las temperaturas promedian los 0ºC), los habitantes de Dinamarca tienen los impuestos más altos del mundo. Lo anterior les permite contar con un elogiado estado de bienestar que asegura acceso gratuito a salud y a la universidad, buenas pensiones e igualdad entre hombres y mujeres.

“Estamos comprando calidad de vida”, explica Meik Wiking en Hygge, aunque hace una distinción. “Los daneses somos excepcionalmente buenos para disociar la riqueza y el bienestar”.

“Una vez que se satisfacen nuestras necesidades básicas, nos damos cuenta de que más dinero no conduce a la felicidad y, en cambio, nos enfocamos en lo que nos brinda una mejor calidad de vida”, contó el cientista político en entrevista con La Tercera.

El especialista en medir la felicidad dice que en las sociedades resulta clave que el nivel de corrupción sea bajo. “Muchos periodistas preguntarán: cómo puede ser feliz si paga impuestos altísimos. Y yo respondo: tal vez somos felices porque pagamos altos impuestos. Nosotros estamos invirtiendo en calidad de vida. Estamos invirtiendo en algo bueno que produce un alto retorno de felicidad personal. Lo que pasa es que en los países nórdicos se puede disfrutar de un relativo alto nivel de calidad de vida ya seas rico o pobre. Por supuesto, se necesita un buen gobierno que lo garantice, de manera que haya un bajo nivel de corrupción”.

A medio camino entre el mundo político y el académico, el think tank danés al que pertenece Wiking sintetiza en tres máximas lo que podríamos llamar las bases del estado de bienestar danés: “Reducir el riesgo, la incertidumbre y la ansiedad”.

Pero el experto que hace unos años visitó Chile cifra el secreto de la felicidad en el hygge.

“Tal vez los escandinavos somos felices porque pagamos altos impuestos”

¿Qué es el Hygge?

Parecido al gemütlichkeit alemán, al koselig noruego y al hominess canadiense, Wiking cita a Winnie the Pooh para explicar el Hygge y su sonido “tan raro”:

—No se escribe, se siente.

Según el danés el hygge es, por así decirlo, el arte de crear intimidad; la ausencia de molestias y el placer de la presencia de cosas reconfortantes. O, como escribe Wiking: “una taza de cacao a la luz de las velas”.

Si bien puede ser un concepto intangible y abstracto, el experto cree que podemos emplear todos los sentidos para detectarlo.

El hygge —dice en su libro— tiene sabor, sonido, olor y textura.

“El sabor es un elemento importante en el hygge porque a menudo implica comer algo (...) El sabor del hygge es casi siempre familiar, dulce y reconfortante”, asegura.

¿Más claro? Wiking anota que “el chisporroteo y el animado crepitar de la leña al quemarse son probablemente el sonido más hygge que existe, pero muchos sonidos pueden serlo. En realidad, el hygge tiene que ver con la ausencia de sonidos, lo que te permite oír hasta ruidos muy leves como las gotas de lluvia sobre el techo, el viento que sopla al otro lado de la ventana, el sonido de los árboles agitándose al viento o el de los tablones de madera cuando se camina sobre ellos”.

“Cualquier sonido de un entorno seguro será la banda sonora del hygge. Por ejemplo, el ruido de un trueno puede ser muy hyggeligt si estás dentro de casa y te sientes protegido; si estás fuera, ya no tanto”, resume.

Las cosas viejas de fabricación casera que se han tardado mucho en hacer son más hygge que las cosas nuevas y compradas, y las cosas pequeñas son siempre más hygge que las grandes.

En Copenhague, ejemplifica Wiking, casi todos los edificios tienen solo tres o cuatro pisos de altura. Las casas nuevas hechas de hormigón, vidrio y acero no tienen nada que hacer contra el factor hygge de los edificios antiguos.

A la vista, el hygge aparece contemplando cosas que se mueven muy despacio, por ejemplo, la nieve cayendo suavemente o las llamas perezosas de una hoguera.

Los movimientos cortos, lentos y orgánicos y los colores oscuros y naturales son hygge. La vista de un hospital aséptico y luminoso o de vehículos moviéndose rápidamente en una carretera no lo son.

El hygge es tenue, rústico, lento.

Los secretos del hombre más feliz del mundo

“Una intimidad emocional”

Según explica Wiking en su libro, no hay una receta válida para el hygge si no hay velas. De hecho, un apabullante 85% de los habitantes de Dinamarca relaciona el hygge con las velas.

De hecho, cuenta que la palabra para denominar a un “aguafiestas” en danés es lyseslukker, que literalmente significa “el que apaga las velas” y no es casualidad. Según el experto, “no hay forma más rápida de alcanzar el hygge que encender unas velas o, como se las llama en danés, ‘luces vivientes’”.

Según la Asociación Europea de la Vela, Dinamarca quema más velas per cápita que cualquier otro lugar de Europa, a pesar de los problemas de salud que puede generar el hollín.

Cada danés enciende alrededor de seis kilos de cera al año, casi el doble del segundo lugar, que ocupa Austria, donde sus habitantes queman apenas 3,16 kilos por año.

Aunque Wiking explica que no es cualquier tipo de vela. Por ejemplo, las aromáticas no sirven. “Las velas perfumadas se consideran artificiales y los daneses prefieren productos naturales y orgánicos”.

¿Se puede medir la felicidad?

Meik Wiking dice que mucha gente es escéptica acerca de la posibilidad de medir una emoción como la felicidad. “Una de las cuestiones que plantean es que hay diferentes percepciones de lo que es la felicidad”, explica.

Pero cuando el Instituto de Investigación sobre la Felicidad, la ONU y la OCDE tratan de medirla y cuantificar la calidad de vida, podemos considerar al menos tres dimensiones de la felicidad.

1- La satisfacción ante la vida

Wiking propone un ejercicio simple: toma perspectiva y evalúa tu vida. Piensa en la mejor vida posible que pudieras tener y en la peor posible: ¿dónde sientes que estás en este momento? “Aquí es donde Dinamarca saca la mayor puntuación del mundo”, asegura.

2- La dimensión afectiva o hedónica

Otro ejercicio: “¿Qué tipos de emociones experimentas con las personas cada día? Si nos centramos en ayer, ¿te sentiste enfadado, triste, solo? ¿Te reíste? ¿Te sentiste feliz? ¿Te sentiste amado?”.

3- La dimensión eudemónica

Se basa en la percepción de Aristóteles de la felicidad. Para él, una buena vida era una vida significativa. Entonces, ¿las personas experimentan una sensación de finalidad?

Hygge, el libro de Wiking, fue traducido al español por La Cúpula

Según Wiking, si tienes una vida cotidiana llena de emociones positivas, es más probable que muestres niveles más altos de satisfacción ante la vida. Pero la segunda dimensión es mucho más volátil. Aquí podemos detectar un efecto ‘fin de semana’. La gente manifiesta tener más emociones positivas durante los fines de semana que entre semana. Esto no es ninguna sorpresa para la mayoría, ya que es más probable que participemos en actividades que produzcan emociones positivas durante el fin de semana.

Por otra parte, las diferentes dimensiones de la felicidad están relacionadas biológicamente. “Por ejemplo —anota el experto—, el bienestar hedónico y el eudemónico están correlacionados, y muchos de los mecanismos cerebrales implicados en la experiencia hedónica del placer sensorial también están activos en la experiencia más eudemónica”.

“El hygge puede ser lo más cercano a la felicidad cuando llegamos a casa después de una larga jornada laboral en un día frío y lluvioso”, escribe. “Al final de cuentas, aquí es donde se desarrolla la mayor parte de nuestra vida. No en los días fríos, sino en el día a día”.

Luego sigue: “Una vez al año —o más, si tenemos suerte— podemos encontrarnos en una playa de algún país exótico y hallar tanto el hygge como la felicidad en esas costas lejanas. Pero el hygge consiste en sacar lo mejor de lo que tenemos en abundancia: el día a día”.

Tal vez Benjamin Franklin lo dijo mejor: “La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días”.

Hygge. Ilustración: Milo Hachim

Algunos tips de felicidad que entrega Meik Wiking

  • Comer con tiempo en la mesa, para disfrutar de la compañía de amigos, familiares o colegas.
  • Apagar las luces y encender velas. Los ambientes cálidos aportan una sensación de bienestar.
  • Desarrollar la capacidad de disfrutar el momento presente, el aquí y ahora.
  • Darse el gusto de comer algo rico. Eso activa la felicidad.
  • Ser agradecido. La gratitud es generadora de pensamientos positivos y es contagiosa.
  • Ayudar a otros. Reforzar los lazos en la comunidad. Incluso con los propios vecinos.
  • Andar mucho en bicicleta. ¿Quién no tiene buenos recuerdos de la infancia pedaleando?
  • Leer y abrirse a nuevos círculos de personas para que el mundo sea más enriquecedor.
  • Enseñarles a los chicos a disfrutar de un bosque, de los amigos, una buena comida, apreciar lo que tienen y no compararse con el resto.
  • En la era de las redes sociales, mostrarse tal y como es uno mismo. La naturalidad es bien hygge. Cero presión.