Tenía todo para continuar su prometedor camino en la ciencia. Es hijo del filósofo Jean-François Revel y de la pintora Yahne Le Toumelin, por lo que había nacido y crecido rodeado de figuras de la élite intelectual francesa. Se había doctorado en biología molecular, pero luego de terminar su tesis, decidió dejarlo todo e irse a vivir al Himalaya para sumergirse en el budismo tibetano. Esa decisión que tomó a sus 26 años cambiaría el transcurso de su vida.
Desde ese momento ya han transcurrido cinco décadas y mucho ha sucedido en el camino de Matthieu Ricard: fue discípulo de varios maestros del budismo tibetano, se convirtió en monje y ha sido autor de varios libros sobre felicidad, sabiduría, meditación y en defensa de los animales, así como también ha publicado sus trabajos fotográficos del paisaje y los habitantes del Himalaya, reconocidos por el famoso fotógrafo Henri Cartier-Bresson. Además, ha sido asesor personal y traductor del Dalái Lama. Hoy vive en el monasterio Shechen Tennyi Dargyeling, en Nepal.
Pero hay algo más por lo que Ricard es reconocido en el mundo: se le ha llamado el hombre más feliz del mundo. Y es que a inicios de los años 2000 participó de un estudio de la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos), donde los científicos analizaron exhaustivamente su cerebro. Conectaron 256 sensores a su cabeza y fue sometido a resonancias magnéticas con el fin de determinar su nivel de estrés, enojo y satisfacción. A otros participantes de la investigación se les aplicó el mismo método.
La escala para medir el nivel de actividad en la corteza cerebral pre-frontal, que está relacionada a las emociones positivas, iba de +0.3 (menos feliz) a -0.3 (muy feliz). ¿El resultado de la medición? Ricard sacó -0,45, una cifra que no fue alcanzada por ningún otro participante.
A partir de ese momento, el francés se ha convertido en una leyenda por ser considerado el hombre con los mayores niveles de felicidad, pero también ha sido destacado por su contribución al ámbito de la ciencia y el budismo.
Pero, ¿qué es realmente la felicidad para este monje budista? ¿Hay una fórmula para alcanzar ese estado? ¿Se siente tan feliz como se le ha atribuido?
Cuáles son los secretos del hombre más feliz del mundo
Durante una entrevista brindada a la cadena británica BBC en 2021, el monje budista aseguró que se debe comprender que la felicidad no es una serie de “sensaciones placenteras” que duran para siempre, puesto que eso conduce más bien hacia el agotamiento.
A juicio de Ricard, este estado emocional tan anhelado por algunos corresponde a algo que resulta después de reunir y sembrar una serie de otras cualidades, como lo son “el altruismo, la compasión, la libertad interior, la resiliencia, el equilibrio emocional, el equilibrio interior, la paz interior y otros”. Esas características pueden ser cultivadas genuinamente con el paso del tiempo, ayudándose del entrenamiento y la práctica constante del cerebro.
Si bien no hay una fórmula determinada para alcanzar la felicidad, el francés apunta a dos elementos mencionados anteriormente y que son muy claves en este tema: el altruismo y la compasión.
“La búsqueda de la felicidad egoísta no funciona, es una situación en la que todos pierden. Uno hace miserable su propia vida mientras hace miserable la vida de todos los demás. Por el contrario, el altruismo es una situación en la que todos ganan. El objetivo es traer felicidad a los demás y remediar su sufrimiento y, como beneficio adicional, uno siente una gran felicidad al ser amable y benevolente”, enfatizó al medio británico.
En una entrevista reciente brindada a The New York Times, Ricard expresó que la compasión debe ser algo horizontal, dado que debes desear que todos hallen la felicidad propia, sin excepciones. Esa compasión implica intentar “remediar el sufrimiento dondequiera que esté, cualquiera que sea su forma y quienquiera que lo provoque”. Es pedir que actitudes como el desprecio, la mentira, la malicia y la codicia puedan ser eliminadas no solo en las personas que queremos, sino que también en aquellos con los que no estamos de acuerdo y que incluso rechazamos.
“No puedes simplemente hacer eso por aquellos que son buenos contigo o cercanos a ti. Tiene que ser universal. Puedes decir que Putin y Bashar al-Assad son la escoria de la humanidad, y con razón. Pero la compasión consiste en remediar el sufrimiento y su causa ¿Cómo se vería eso? Puedes desear que se cambie el sistema que permitió que alguien así surgiera”, afirmó.
Un punto que Ricard ha buscado resaltar en diversas entrevistas es que le causa un poco de incomodidad el título que se le ha atribuido de ser el hombre más feliz del mundo.
Sobre si es “tan feliz”, el monje aseguró: “Es una gran broma. No podemos saber el nivel de felicidad a través de la neurociencia. Es un buen título para que lo usen los periodistas, pero no puedo deshacerme de él. Tal vez en mi tumba dirá: ‘Aquí yace la persona más feliz del mundo’. De todos modos, disfruto cada momento de la vida”, dijo al diario estadounidense.
Si bien intenta disfrutar los momentos pequeños de su vida, también se sincera con que, al igual que todo el mundo, experimenta episodios de tristeza. Aún más cuando ve tantos hechos de sufrimiento en el mundo, dice. Sin embargo, ese sentimiento podría usarse para que la compasión por los demás se active.
“Si enciende tu compasión, vas a una forma de ser más fuerte, saludable y significativa. Eso es lo que yo llamo felicidad. No es como si todo el tiempo estuvieras saltando de alegría. La felicidad es más como su línea de base. Es a donde llegas después de los altibajos, las alegrías y las tristezas”, comentó Ricard.
Desde su perspectiva, “no tiene sentido” caer en la desesperación y sentir que no hay salida para algún problema en la vida.
¿Y es tan sencillo decir “mañana comenzaré a experimentar más compasión para ser mejor y más feliz”? Evidentemente no, pero Ricard sugiere que al hacer una pequeña práctica por 20 minutos, se puede generar un cambio significativo.
“Cuando estás en ese momento de amor incondicional, digamos, por un niño, esto llena nuestra mente durante 30 segundos, tal vez un minuto, y luego, de repente, desaparece. Todos hemos experimentado eso. La única diferencia ahora es cultivar eso de alguna manera. Haz que se quede un poco más. Trate de estar en silencio con él durante 10 minutos, 20 minutos. Si desaparece, trate de traerlo de vuelta. Dale vitalidad y presencia”, dijo.