En alguna ocasión Picasso sostuvo que él se expresaba a través de la pintura y no era capaz de hacerlo mediante palabras. Lo dijo en una de sus muchas (y excelentes) entrevistas, lo que parece desmentir su afirmación. A esa idea, en todo caso, se suscribirían muchos artistas visuales o incluso personas que sin dedicarse al arte simplemente privilegian o funcionan mediante imágenes.

Suponiendo que existieran estas dos etnias -los de la palabra y los de la imagen- que no hablan el mismo idioma, hay algunos mensajeros o traductores. Son más comunes, pero no siempre certeros, los que convierten en palabras las imágenes de otros: críticos de arte, comentaristas de cine. El ejemplo más claro del camino inverso es el de los ilustradores de libros: transforman en dibujos y en colores lo que otro ha configurado sólo con el lenguaje.

Luisa Rivera (1988) ha convivido con ambos idiomas, pero su lengua materna es la plástica. Tras estudiar arte en Chile, en la Universidad Católica, luego se especializó en ilustración (labor que ya había comenzado mientras estudiaba) en Estados Unidos, en el Minneapolis College of Art and Design. Sus ilustraciones fueron ganando reconocimiento y comenzó a tener figuración internacional, colaborando en publicaciones prestigiadas como Variety o The New York Times. Pero además de su carrera como ilustradora, ha desarrollado una obra artística personal.

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Trabajo personal de Luisa Rivera.[/caption]

-Pintar y libros, ¿siempre le gustaron ambas cosas?

-Siempre. Crecí rodeada de libros y para entretenerme "jugaba" con materiales de arte que mi mamá me regalaba. Así fue como aprendí a usar la acuarela, de manera muy intuitiva. Sin embargo, incluso con libros ilustrados alrededor, no visualizaba esos dos universos unidos.

-¿Y cuándo se unieron?

-Se unieron en mi último año universitario, cuando tuve la oportunidad de colaborar con un proyecto editorial digital. Duró muy poco tiempo, pero me permitió conectar todos esos puntos sueltos: mi amor por los libros, la literatura y la pintura.

-¿Cómo dio a conocer su labor en Estados Unidos, donde estudiaba?

-Mi propósito era estudiar una maestría en un contexto donde la ilustración tuviera un lugar propio y claro, pero siempre con un pie fuera del ambiente académico, precisamente para entender la industria. Es por eso que postulé a concursos, mostré mi trabajo en exhibiciones, contacté a directores de arte, y así que fui creando una red.

-¿Hace alguna diferencia entre su obra personal y su labor como ilustradora?

-Sí, son dos espacios diferentes que se complementan. Por un lado, el trabajo de ilustración lo veo como algo colaborativo porque existe una voz externa, como los editores o directores de arte. En mi obra personal utilizo las mismas metodologías, pero improviso un poco más.

-Pero hay continuidades con temas como animales (especialmente aves) y particularmente las plantas…

-Sí, la naturaleza como un espacio de reflexión y de encuentro es algo que me inspira mucho.

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Luisa Rivera, ilustradora chilena radicada en Londres. Foto: Gentileza Luisa Rivera.[/caption]

-El cuerpo femenino es también una presencia constante.

-Lo es. Surgió naturalmente y he pensado que tal vez está determinado por mi experiencia de ser mujer en este mundo.

-Hay otras recurrencias en su obra personal y de encargo; por ejemplo: el sol rojo.

-Estoy consciente de que es un elemento recurrente en mi trabajo, pero no hay una razón concreta. Son símbolos misteriosos que aparecen.

-También lunas dobles o en sus fases...

-Lo que me gusta de las fases lunares es que en ellas se indica el paso del tiempo, que puede darle movimiento a una imagen por naturaleza estática.

-Más recientemente se repite la imagen de un par de mujeres iguales conectadas: unidas por el pelo o por un hilo o por una conversación. ¿Significa algo?

-Tiene un significado, porque cuando he trabajado las figuras gemelas o mellizas, muchas veces tiene que ver con el reflejo de uno mismo, más que una hermandad. Sin embargo, siempre dejo mi interpretación abierta porque me gusta que el espectador la complemente con su propia lectura.

Diálogos entre mujeres

Si bien reside en Londres, Luisa Rivera está no sólo al tanto sino vinculada a lo que ocurre en la ilustración chilena. Aunque los límites que separan a las llamadas "generaciones" no están claramente delimitados (a veces se dividen en décadas, otros precisan que son cada 25 años), la verdad es que no pueden dejar de ser inciertos y traspasados.

Al repasar los nombres de los representantes más destacados de la ilustración reciente en Chile hay, quizá como nunca antes, muchos de mujeres: Marcela Trujillo, Alejandra Acosta, Paloma Valdivia, Catalina Bu, Catalina Arancibia, Loly & Bernardilla, por mencionar algunos. El de Luisa Rivera debe contarse entre ellos. Su trabajo ha tenido una notoria figuración internacional con las ediciones conmemorativas de dos libros de Gabriel García Márquez: Cien años de soledad (2017) y El amor en los tiempos del cólera (2019). Pero la ilustración había comenzado en Chile con varios libros y uno de los más importantes fue Trenzas, de María Luisa Bombal.

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Ilustración de Rivera hecha para la edición conmemorativa de Cien años de soledad (2017).[/caption]

Su libro más reciente, En aquel faro, es uno en que es autora no sólo de las imágenes, sino también del relato, una historia sin palabras, que habla de generaciones y de mujeres, unidas por un oficio que sirve de guía: el de mantener la luz encendida en los faros.

-¿Cómo se ubica en la escena actual de la ilustración chilena? ¿Se siente parte de una generación?

-Sí, a pesar de que vivo fuera de Chile, siempre intento mantenerme en proyectos e iniciativas que estén ocurriendo en el país y con ello conectar con mis colegas. Somos una generación que entiende el poder de la autogestión y los cambios en las comunicaciones, sin dejar de lado un gran amor por el oficio.

- ¿Y parte de una tradición?, ¿hay ilustradores chilenos anteriores que la hayan influido?

-No tanto cuando partí ilustrando, porque no había asimilado ese gran legado de las artes gráficas en Chile; pero sí lo fue después, cuando la ilustración se convirtió en un espacio tangible para mí. Me han inspirado artistas como Elena Poirier, no sólo por su trabajo, sino también por lo que significaba ser mujer en una industria que hasta entonces era muy masculina.

-¿Qué artistas o ilustradores extranjeros le gustan?

-Siempre me ha interesado encontrar trabajos que se mueven entre la ilustración y las artes visuales, y por eso me gusta lo que hace Kiki Smith o Marcel Dzama. Aunque ya fallecida, Tove Jansson también es una gran influencia, porque era una ilustradora muy prolífica.

-La acuarela es su técnica privilegiada. ¿Alguna razón?

-Hay varias razones. Es una técnica que empecé a usar intuitivamente antes de entrar a la universidad y por lo mismo la siento muy natural. Trabajar con agua también me relaja porque es un proceso muy meditativo. Y por último, es fácil de transportar, algo muy importante para mí, porque en los últimos seis años he vivido en tres países diferentes y diversas mudanzas en cada uno.

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La ilustración que hizo Rivera para la edición conmemoratIva de El amor en los tiempos del cólera (2019).[/caption]

-¿Cuán importante fue la ilustración de Trenzas, de María Luisa Bombal?

-Muy importante. Quería trabajar con la figura de Bombal y darle un espacio a este breve texto que, hasta entonces, siempre estaba subordinado a otros debido a su extensión. Me interesaba su contenido que nos habla de las trenzas como un elemento femenino, pero también feminista, porque es lo que empodera a las mujeres que se mencionan ahí. Fue un proyecto que presenté a Liberalia Ediciones en 2012, año en que mi estilo se había afinado más, así que en muchos sentidos se transformó en un hito.

-¿Y García Márquez con Cien años de soledad y luego El amor en los tiempos del cólera?

-Ha sido increíble. García Márquez es uno de mis autores favoritos, así que trabajar con su obra es como un sueño hecho realidad. Además, fue un gran honor haber sido elegida por Literatura Random House para darle forma a este imaginario, tan propiamente latinoamericano y de tanta trascendencia en la literatura universal. Ambas ediciones han sido muy bien recibidas por el público, lo cual me llena de alegría.

-Hasta ahora había ilustrado libros escritos por otros autores. ¿Es muy distinto En aquel faro, su primer libro donde es suya la ilustración y la historia, eso sí, sin palabras?

-Es muy distinto. Es mi primera experiencia como autora, y lo abordé desde la imagen, quizás como una forma natural de desplazarme hacia la narración. Incluso así, es un mundo diferente que implica una coherencia en el relato. En ese sentido, estoy muy agradecida a los editores de Liberalia Ediciones por cómo me fueron guiando en el proyecto, ya que aprendí mucho en ese proceso.

-El paisaje ya no es el de flora lujuriosa tropical de García Márquez, sino muy desnudo. ¿Es el sur de Chile?, ¿conoció un lugar parecido?

-He conocido lugares australes o remotos, pero nunca tanto como este, porque mi inspiración fue el faro Cabo de Hornos en Chile. Nunca he estado ahí, entonces viajé desde la imaginación. Con esa misma herramienta es que los ilustradores podemos poner acentos: en este caso, el viento, las nubes o los pájaros también son personajes en el relato.

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Ilustración del libro En aquel faro.[/caption]

- También hay dos mujeres unidas, pero por una labor. ¿Pero no se trata sólo de faros, no?

-No. Es importante el amor por ese oficio que está desapareciendo, pero lo esencial es aquello que transmitimos de una generación a otra y cómo ese vínculo le da forma a nuestra identidad, especialmente entre mujeres.

-La muerte es vista como un vuelo ayudado por aves, también el nacimiento. ¿Por qué están excluidos los hombres?

-Tiene dos razones. La presencia de dos mujeres habla de un ciclo que se repite orgánicamente, porque sabemos que una ha estado o estará en el lugar de la otra en algún momento del relato. Pero, además, el libro pretende destacar un diálogo ancestral entre mujeres que ha sido esencial para el traspaso de conocimiento.

-Ellas se pasan el testigo generacional a través de una llave y la enseñanza. ¿Cree que las tradiciones y su mantenimiento son algo particularmente femenino?

-Lo ha sido en distintas culturas a lo largo del mundo y creo que es bueno visibilizarlo, porque muchas de esas expresiones han sido menospreciadas o ignoradas. Por ejemplo, el Witral es un sistema de escritura mapuche por medio del telar realizado por mujeres. El Nü Shu fue un sistema de escritura secreto creado por mujeres en China que, si bien comunicaba información cotidiana, también se usaba para traspasar costumbres populares. Fueron mujeres quienes descubrieron el uso de plantas medicinales y legaron esa sabiduría a través de las generaciones, por ejemplo, las Trementinaires en Cataluña. Por supuesto que los hombres también han transmitido conocimiento, pero toda la historia ha estado construida bajo esa mirada masculina y es momento de hacer visible nuestro relato.

Título: En aquel faro

Autora: Luisa Rivera

Editorial: Liberalia (2019)

Páginas: 42

Precio: $14.000