Introducir una nueva pareja en la familia puede ser una situación complicada, en especial cuando los conceptos de madrastra y padrastro se tienden a asociar a ideas negativas. Y es que en los cuentos infantiles, como Cenicienta o Blancanieves, el papel que cumplen los nuevos allegados en casa casi nunca es positivo para los hijos.
Esto recae principalmente en las mujeres, pues -según un estudio del psicólogo Bruno Bettelheim- para el niño, el apego materno es mucho más profundo en comparación con el de los padres, gracias al vínculo que se crea desde el embarazo.
“La dinámica general que ocurre en este tipo de familia reconstituida es que se rompa el vínculo entre el niño y el progenitor que ya no convive con él, y se crea una dinámica en que la madrastra o padrastro desea que le quieran para garantizar el compromiso con la pareja, lo cual crea rechazo en el menor”, explica Pilar Muñoz, psicóloga infantojuvenil.
La responsabilidad de los progenitores
La psicóloga enfatiza en que los adultos cumplen un papel fundamental a la hora de construir un nuevo núcleo familiar: “A mejor acuerdo entre los padres biológicos, mejor adaptación del hijo con los padrastros. También influye el tipo de vínculo del niño con su madre biológica. Si es un apego sano, es más fácil, pero también más difícil porque verá a la madrastra como una figura de autoridad complementaria pero no sustitutiva”.
“Ya no son pareja, pero siempre serán padres”, dice Sara del Pie, psicóloga y terapeuta familiar. Y es que, para la especialista, los hijos tienen que llegar a aceptar la separación y que, para ello, los padres deben centrarse en sus tareas como la crianza, cuidado, normas, límites, residencia de los hijos y cuestiones económicas.
Además, es posible lograr una buena integración si es que los padres biológicos no atacan a las nuevas parejas del padre o madre, como hacer comentarios pesimistas o hablar mal de ellos a los hijos y, por ende, crear imágenes poco objetivas que generan rechazo. “Conviene tener el enfoque de que cada parte cumple una función preciosa y precisa para criar a los hijos”, comenta Muñoz.
No son un reemplazo, sino un apoyo
La psicóloga admite que en estas situaciones, un error habitual es que las nuevas parejas quieran cumplir el rol de padre o madre de los niños, no obstante, esta función no les corresponde dado que no son quienes establecen las normas de la familia: “Su labor sería la del soporte o ayuda complementaria, lo que no significa convertirse en un colega del niño para conseguir la aprobación de la pareja”.
Según Del Pie, hay que dejar en claro que “la nueva pareja no viene a sustituir al padre o madre del niño y esa relación está aún por construirse, por lo que cada miembro debe decidir qué tipo de vínculo quiere establecer con el otro”.
Al ser una situación complicada, la paciencia debe ser clave, pues cada proceso de adaptación es distinto y responde al contexto familiar. Esto quiere decir que existen factores que pueden facilitar o complicar la reestructuración familiar. La especialista apunta principalmente a que la personalidad del niño influye, pues hay algunos que son más relajados y otros más reticentes al cambio.
La edad también juega un rol, pues en períodos como la adolescencia, es más difícil adaptarse a situaciones que sacan a la persona de su entorno conocido. Otro aspecto que puede simplificar la situación son las habilidades sociales del niño, su capacidad de comunicación y empatía.
Saber comunicar
La comunicación es una pieza fundamental para facilitar la adaptación de los niños a un nuevo contexto familiar. Y es que la separación de los padres puede ser un proceso difícil para los hijos, por lo que saber comunicar es esencial para hacerlos presentes en cómo transcurrirán sus vidas desde esa decisión.
Por ejemplo, a los hijos se les puede “aclimatar” la situación con actividades lúdicas en grupo, pero “sin olvidar la importancia de hablar acerca de cómo se siente cada integrante de la familia, dando espacio para expresar emociones como el enfado, miedo o el rechazo, para que todos los puntos de vista pueden ser comprendidos”, comenta Del Pie.
Si se trata de niños más pequeños, las conversaciones sobre la integración de un nuevo integrante en la familia se puede plantear durante los juegos y rutinas diarias. En cambio, los adolescentes pueden tener mejor receptividad cuando no estén pendientes de otras actividades.