Nada más minimalista, probablemente, que vivir en el Paraíso, donde no se necesitaba nada y no había consumismo. Fue, en todo caso, un malentendido de consumo (el de una fruta) lo que trajo todos los problemas posteriores, entre ellos la acumulación de cosas: primero, el taparrabos hecho de hojas de higuera para cubrir la desnudez; luego, el sueño de la cabaña primitiva propia como forma de refugio; después, el auto (bueno, se tuvo que inventar primero la rueda); y así hasta nuestros días de acopio de más y más objetos por compradores tan voraces como incontenibles y que, sin embargo, no son felices.
Ciertas corrientes minimalistas recientes, tanto de inspiración oriental como occidental o una mezcla de ambas, prometen alcanzar la felicidad por un método simple: reducir dramáticamente las pertenencias y, por tanto, las necesidades, en busca del orden del hogar o bien del sentido de la vida y, lo mejor de todo, de una manera también chic. Una forma de volver al Paraíso.
Siempre han existido tradiciones defensoras del despojamiento y del ascetismo como formas de alcanzar la plenitud o la sabiduría: desde los filósofos cínicos griegos hasta las órdenes monásticas medievales, pasando por el budismo zen. Son corrientes "minimalistas". Durante todo el siglo XX, sin embargo, por minimalismo se entendió la condensación a lo esencial, en arte o estilos de vida, pero fundamentalmente fue un movimiento estético de reduccionismo inexorable en música, pintura, cine y, sobre todo, arquitectura.
Más o menos
"Menos es más", el lema del diseño minimalista que impuso el arquitecto alemán Mies van der Rohe durante la primera mitad del siglo XX, proponía la composición sencilla, una belleza que nace del rechazo de todo lo que no sea necesario. Después de la Segunda Guerra Mundial, "menos es más" sugería cierta incomodidad ante la abundancia. La moderación y la austeridad podían ser signos de refinamiento o que "la simplicidad es la máxima sofisticación", en frase atribuida a Leonardo da Vinci. Esta idea de sobria elegancia influyó mucho en Steve Jobs, el magnate informático y fundador de Apple, quien tiene un inesperado protagonismo en las nuevas corrientes minimalistas.
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Steve Jobs, fundador de Apple. (Crédito: Matthew Yohe/Creative commons)[/caption]
Un enfoque crítico contra la banalización del ascetismo ha escrito el arquitecto Pier Vittorio Aureli -profesor en el Berlage Institute de Rotterdam, la Architectural Association de Londres y la Universidad de Yale- en un librito (pequeño sólo de formato) titulado Menos es suficiente: allí plantea sus dudas ante la celebración de la austeridad, especialmente en tiempos complicados. Con la gran crisis financiera global de 2008, esa actitud fue defendida con un tono moralista, presentando el futuro como un lugar preocupante, en el que sólo los sacrificios nos salvarán del apocalipsis económico. La perversión del ascetismo no es sólo entenderlo como una falsa "austeridad", sino su comercialización como imagen, como una forma de ideología.
Algo de razón parece tener Aureli con la importancia de la crisis de 2008. Dos de los minimalistas más conocidos son Joshua Fields Millburn y Ryan Nicodemus, amigos desde la infancia, quienes muy jóvenes habían alcanzado el éxito. Pero no eran felices. En 2009, decidieron tomar el control de sus vidas con los principios del minimalismo: dejaron atrás sus carreras con buenos sueldos y prestigio y se deshicieron de la mayor parte de sus cosas. En 2010 crearon el sitio theminimalists.com, en que contaban sus experiencias y en 2011 publicaron el libro Minimalismo.
Por su parte, el minimalista Fumio Sasaki, en Goodbye, things, cuenta que alrededor de 2010 empezó a ponerse de moda cierta forma de minimalismo en Japón. Primero fue el método Dan-sha-ri, de Hideko Yamashita, como el arte de ordenar y renunciar a las posesiones. Luego, La magia del orden, de Marie Kondo, transformada en best-seller impulsando la idea del orden como camino hacia el bienestar e incluso la dicha, en La felicidad después del orden.
Las lecciones
En Minimalismo, Millburn y Nicodemus refieren cómo pasaron desde la idea del "sueño americano", con mucho trabajo y muchas deudas, a dedicarse a sus pasiones. Se conocen desde niños, crecieron pobres, en familias disfuncionales. Cuentan de sus trabajos en los que ascendieron rápidamente. No eran felices. Decidieron identificar sus "anclas": casa e hipotecas, relaciones poco sanas, deudas y cuentas importantes, más otras menores. Se contentaban con caprichos efímeros y costosos: más deudas y más estrés. Había que liberarse de todo eso. Dejaron sus trabajos y eliminaron lo que tenían en exceso. Ahora son felices (y sonríen en la portada del libro).
Conocieron a otros minimalistas y descubrieron los cinco valores que permiten vivir una vida con sentido: salud, relaciones personales, pasiones, crecimiento personal y ayudar a los demás. Así, en el libro figuran consejos sobre alimentos que evitar, reducir e incorporar (con marcas a veces), ejercicios y sus rutinas, las horas de sueño, etc. En cuanto a las relaciones personales, evalúan las pasadas y actuales, enumeran (al parecer a los minimalistas les gustan mucho las listas) los ocho elementos de las grandes relaciones (amor, confianza, sinceridad, etc., etc.; el más complejo es la comprensión, que a su vez tiene cuatro etapas: tolerar, aceptar, etc.). Para medir el éxito en cada valor, señalan, hay una ecuación simple: éxito = felicidad + mejora constante.
"El método de Hideko Yamashita, Dan-sha-ri (acrónimo sacado del yoga), enseña a deshacernos de todo aquello que no es útil y no nos hace felices".
Los japoneses han sido particularmente receptivos a la idea de vincular el orden y el desprendimiento material a la felicidad. El método de Hideko Yamashita, Dan-sha-ri (acrónimo sacado del yoga), enseña a deshacernos de todo aquello que no es útil y no nos hace felices: desde la ropa que nos sobra a la relación amorosa que arrastramos. "Al poner orden en los trastos de la casa, ponemos también orden en los trastos del corazón", señala.
Para ella, Dan-sha-ri es "conocerse uno mismo a través del orden" y hay que empezar por ordenar nuestra cabeza. Colocar el eje de las prioridades en el yo y el eje temporal en el ahora, mediante tres acciones: eliminar, ordenar, limpiar; especialmente eliminar. Consejos: si hay muchas opciones es más difícil decidir; si se tira algo pensando en la persona que la regaló, aconseja expresar el sentimiento en voz alta antes de tirarla: decir "lo siento" y "gracias"; da también reglas para almacenar: máximo dos movimientos, abrir y sacar; guardar las cosas en vertical; la ropa, en vez de doblarla, enrollarla; comprar menos y mejor.
La más célebre de las ordenadoras es Marie Kondo, autora de La magia del orden y de La felicidad después del orden. Su lema es "conserva solo lo que te haga feliz y despréndete de lo demás". "Pocas cosas me interesan aparte de ordenar", declara y afirma que "la vida sólo empieza verdaderamente después de poner orden en la casa". Para deshacerse de las cosas, hay que seguir un orden correcto: ropa, libros, papeles, komono (artículos varios) y objetos de valor sentimental. Se pueden enfrentar dilemas de clasificación (un cortaplumas, ¿objeto de escritorio o artesanía?) y tomar decisiones erradas: se deshizo de un martillo y ahora usa una sartén para clavar. Tiene "cuatro principios del almacenamiento", entre ellos, doblar la ropa y hacerlo en posición vertical. Entrega una "enciclopedia del orden", con instrucciones y dibujos sobre cómo doblar los distintos tipos de ropa, consejos para hacer una maleta u ordenar libros o papeles (cuya regla básica es deshacerse de todo), así como objetos de valor sentimental: tomar fotos de algunos antes de botarlos y dar las gracias.
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Marie Kondo (Crédito: Kay Amano/ Konmari Media).[/caption]
En
Goodbye, things
, Fumio Sasaki, indica ya desde el principio su objetivo: "cómo encontrar la felicidad con el arte de lo esencial". Es un editor que decidió vivir un estilo de vida minimalista.
Su departamento de una habitación es tan austero que parece vacío. Dice que a veces se siente como un monje zen
. Tiró o regaló casi todo e intenta escapar del mundo consumista. Sin embargo, nos informa que usa un colchón plegable marca Iris Ohyama ("uno de los productos imprescindibles entre los minimalistas japoneses") y guarda sus documentos en una cartera marca AbrAsus y tiene un computador Mac Book Air, en el que ve películas, escucha música y lee libros. Señala los casos de otros adalides del minimalismo en Japón: uno que tiene "algunos de los aparatos tecnológicos más vanguardistas"; otro viaja por el mundo acompañado de su computador, su filtro de agua, su cartera de viaje, su saco de dormir y su navaja (de todos indica su marca y especificaciones). Curiosa forma de vida despojada y no consumista.
Sasaki señala ejemplos de minimalistas: la madre Teresa de Calcuta, Gandhi, el filósofo Diógenes de Sinope, Steve Jobs. Incluso sindica a este multimillonario como "el minimalista perfecto" y que su empresa, Apple, tiene una conexión con los minimalistas japoneses, pues muchos son entusiastas de sus productos y de Jobs, quien se consideraba budista.
Como todo minimalista, Sasaki parece disfrutar de las listas, así que entrega 55 consejos para despedirte de tus cosas (sugiere hacer fotos de los objetos que cuesta tirar por su valor sentimental). Después entregará 15 consejos más, repitiendo ideas, además de dar algunas perlas de sabiduría: "Desechar cosas puede hacer que tengas menos, pero nunca te hará menos persona". Y, al final, 12 cosas que han cambiado desde que es minimalista: ha ganado tiempo, tiene más libertad, está más sano y delgado (afirma que los minimalistas son esbeltos) y más seguro.
Despojamiento
No deja de ser curioso que la inspiración para muchos minimalistas japoneses venga de Steve Jobs, quien decía basarse en el budismo zen. Si éste es una vía de despojamiento y no de acumulación (de conocimientos, de cosas), para Jobs no era incompatible con el acopio de dinero. En una famosa fotografía de 1982, ya millonario, aparece en el salón de su casa, sin apenas muebles, entre ellos un tocadiscos. Lo menciona en su libro Pier Vittorio Aureli cuando comenta un raro proyecto de Hannes Meyer de 1924, donde diseña el mobiliario mínimo necesario de una habitación, apareciendo también un gramófono.
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Uno de los diseños arquitectónicos del británico John Pawson. (Crédito: John Pawson)[/caption]
Aureli repasa algunos momentos de interés en la historia de los lugares con ideales ascéticos: va de la vida monástica y su relación con la estructura de los edificios que la albergaron, hasta el tratadista del Renacimiento Sebastiano Serlio, quien por primera vez se enfrentó al diseño de las viviendas de personas pobres. Se detiene en sujetos tan distintos como Walter Benjamin o Charles Baudelaire. Para él, el gran peligro del ascetismo es su estetización. El ejemplo más reconocible es la arquitectura del británico John Pawson, quien reconoce influencias monásticas y japonesas, en busca de la simplicidad extrema. Pawson diseñó el departamento de Bruce Chatwin, la tienda de Calvin Klein en Nueva York o un monasterio cisterciense en la República Checa. Uno de los monjes de este monasterio reveló que el encargo fue después de que otro monje visitara la tienda Calvin Klein: "¿No tendríamos un monasterio maravilloso si sustituimos la moda por Dios?". Serían, según Aureli, minimalismo y ascetismo como caricaturas. El legado de sus prácticas como una moda y ya no una forma de cambiar la vida con la esperanza de vivir con menos, y mejor.
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Menos es suficiente, de Pier Vittorio Aureli. Editorial GG/Contrapunto (2016). 80 págs. $ 10.800.[/caption]
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La felicidad después del orden, de Marie Kondo. Editorial Aguilar (2017). 320 págs. $ 12.000.[/caption]
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Dan-sha-ri: ordena tu vida, de Hideko Yamashita . Editorial Paidós (2016). 240 págs. $ 14.900.[/caption]
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Goodbye, things, de Fumio Sasaki. Editorial Roca (2017). 270 págs. $ 12.000.[/caption]
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Minimalismo, de Joshua Fields Millburn y Ryan Nicodemus. Editorial Kairós ( 2018). 162 págs. $ 20.000.[/caption]