Hace seis años, Markus Johnson Castro (41) se tomó un descanso en la habitación que ocupaba en un hotel de Zagreb. Acababa de terminar el rodaje de un comercial de comida para gatos y decidió encender el televisor. "Sólo transmitían telenovelas croatas, con mucha interferencia. Así que mientras cambiaba de canales de pronto me quedé viendo un reportaje especial de CNN", recuerda. La nota se llamaba "Los niños del silencio" y describía el funcionamiento de una red de adopciones ilegales que funcionó en Chile en los años 70 y 80, en la que aparecían implicados nombres como el del sacerdote Gerardo Joannon.
En la pantalla aparecían los rostros de varias madres que contaban historias de hijos perdidos. Según contaba el reportaje, ginecólogos, religiosos, enfermeras, asistentes sociales y otros miembros de la red les habían hecho creer que sus hijos habían nacido muertos, para luego entregarlos de manera irregular a otras familias, muchas de las cuales vivían en el extranjero. Algunos casos ocurrieron en la clase alta, donde a las mujeres solteras les quitaban a sus hijos para supuestamente proteger la reputación de la familia. Otros sucedieron en los estratos más bajos, donde simplemente robaban a los niños para luego venderlos.
Un relato pertenecía a Cecilia Rojas, de 58 años y residente en Santiago. Su hijo nació dos meses antes de tiempo, pero los médicos y enfermeras le aseguraron que estaba sano y que pronto se iría a casa con ella. "La enfermera puso al bebé sobre mi pecho mientras terminaba el papeleo", relató Rojas en CNN.com. "Luego, me dijo que iban a ponerlo en la incubadora porque estaba un poco pequeño". Nunca lo volvió a ver. Al día siguiente una enfermera le dijo que la guagua había fallecido. Le negaron cualquier solicitud para ver el cuerpo y nunca le entregaron el certificado de defunción.
"Mis padres en Suecia, al igual que mi madre en Chile, son víctimas de todo este proceso. Ellos recibieron un niño robado y nunca les dijeron. Cuando ellos se enteraron que había sido robado desde Chile se sintieron utilizados".
Esa historia y las demás encendieron las alarmas en la mente de Markus, un reconocido autor de avisos publicitarios: a fines de los años 70, él terminó en un centro de adopción en Suecia, desde donde fue recogido por una pareja de Mölnlycke, un suburbio de Gotemburgo, la segunda ciudad más grande del país escandinavo. "Tal vez soy uno de esos niños", pensó Johnson, quien hace algunos días estuvo de visita en Chile.
- ¿Cuándo te diste cuenta de que eras adoptado?
- Desde que tengo memoria. Mis padres nunca me lo ocultaron y eso tampoco afectó mi relación con ellos. Tampoco pensé mucho sobre eso, porque no era el único. Muchos de los amigos de mis padres también tenían hijos como yo.
- ¿Te sentías parecido a tus padres?
- No mucho. Cuando era más joven, pensé que tenía algunos rasgos asiáticos. Se me notaba un poco en los ojos. No tenía muchas de las facciones europeas de ellos o de mis amigos. Entre mis amistades no era el único adoptado. Conocía a varios otros provenientes de países como Corea, Ghana y también de Chile.
- ¿Y qué pensabas de tus padres biológicos en ese tiempo?
- A veces, sentía rechazo porque pensaba que no me quisieron, que me abandonaron. Cuando crecí, esos pensamientos comenzaron a estar acompañados por un vacío, porque cuando te miras al espejo ves que no te pareces a nadie de tu familia. Eso te hace pensar "¿Seré yo el único?" No saber de tu familia es como ser un árbol sin raíces, que se cae con el viento.
Markus relata que ya era un adulto cuando se le cruzó la idea de buscar a su familia biológica. "A los veinte años, comencé mi propia compañía, me puse a trabajar mucho y de repente estaba en tantas cosas que casi me olvidé que era adoptado. A esa altura, sólo te preocupas de tu vida. Pero también en algunos momentos te paras a preguntar ¿Dónde estarán mis padres? ¿Tendré más hermanos?". Pasaron años hasta que vio ese reportaje de CNN, donde al final se mencionaba a la ONG chilena Nos Buscamos, que se dedica precisamente a rastrear y reunir a familias separadas por las adopciones ilegales.
"La primera vez que vi a mi madre fue en el aeropuerto. Antes nos las habíamos arreglado para conversar a través de redes sociales, pero ella no habla inglés. Me acuerdo que Sergio fue quien me dijo 'Hola, soy tu hermano. La mamá no habla inglés, así que yo traduciré lo que diga'. Ahí pensé '¡Wow, tengo un hermano!'"
Esa tarde en Zagreb, Markus decidió contactar al grupo y averiguar qué había sido de sus padres en Chile y si él era era uno de los miles de niños que habían salido del país de manera irregular. "Visité su sitio web y no entendí casi nada porque estaba en español. Leí lo que pude y les escribí sin muchas esperanzas. Con el tiempo, olvidé el tema hasta que Constanza me contactó", señala.
Constanza del Río es la directora de Nos Buscamos y su respuesta llegó en febrero de 2017. "Estaba revisando mi correo no deseado y vi un mensaje en español que estaba ahí desde hacía meses. Decía: 'Hola, tenemos información sobre tu caso ¿Te interesa?'", cuenta Markus. Con la ayuda de la ONG, que opera desde 2014 y gracias a labores de investigación y exámenes de ADN, ha concretado más de 45 reencuentros, Markus pudo reconstruir sus orígenes y la manera en que llegó a Suecia.
"Intentaron contactar a mi madre para contarle que yo estaba en Suecia, aunque no llegó a esa reunión inicial con la ONG, seguramente porque no creyó o porque estaba asustada. Cuando me alejaron de ella, le dijeron que yo había muerto. Por mi parte intenté buscarla por internet. Ella se llama Verónica Castro y cuando ponía su nombre en el buscador me aparecía la cantante mexicana", relata Markus. Nos Buscamos pudo localizar a la mujer porque su nombre aparecía como una de las víctimas de la red de adopciones ilegales que operó bajo las órdenes de la asistente social Telma Uribe.
En un informe solicitado por el juez Mario Carroza, quien se ha encargado de investigar casos de adopciones ilegales, se muestra que Uribe fue responsable de sacar irregularmente del país a más de 500 niños entre 1950 y 2001. Entre 1974 y 1980, ella trabajó para el llamado Centro de Adopción Sueco, donde alteró documentos de tuición y traslado de menores como Markus. Reportes adicionales recogidos por el magistrado señalan que Uribe y otros implicados en adopciones ilegales fueron responsables de enviar más de dos mil niños chilenos a Suecia entre 1971 y 1992.
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Foto: Javiera Gandarillas[/caption]
- ¿Qué sabía tu madre de ti?
- Cuando finalmente logramos contactarnos, me contó que a ella le dijeron que había muerto debido a una insuficiencia respiratoria. Cuando nací, en 1978, ella tenía dieciséis años. No creyó lo que le dijeron. Se desesperó, lloró, gritó y le aplicaron tranquilizantes para hacerla dormir. Cuando despertó, la esperaban con un montón de papeles para firmar, pero ella todavía estaba afectada por las drogas que le habían dado. Pensando que ese papel era el certificado de defunción, lo firmó. De esa forma me separaron de ella.
Reconstruyendo raíces
La madre de Markus creció en la comuna de La Reina. Verónica vivía con sus dos hermanas y su padre, porque su madre había abandonado el hogar. Él tenía problemas con el alcohol y solía golpear a sus hijas. Cuando se enteró que ella estaba embarazada, la expulsó de su casa. Así fue que llegó a un refugio religioso capitalino que daba albergue a madres sin hogar. Según relatan desde Nos Buscamos, en ese lugar se hacían los arreglos para las adopciones ilegales: desde allí contactaban a Telma Uribe y otras asistentes sociales que terminaban arrebatándoles los niños a sus madres. Verónica dio a luz a su hijo en el Hospital del Salvador, pero fue en ese refugio donde le contaron que el niño había fallecido para luego sacarlo del país.
De acuerdo con un reportaje publicado por Ciper en 2019, los involucrados se embolsaban unos 10 mil dólares por niño. Ese medio pudo revisar un documento que circuló en Suecia que era una especie de catálogo para que algunas parejas eligieran menores según sus características físicas: los costos de conseguir uno de piel blanca eran los más altos. En otros casos, los padres adoptivos ignoraban el verdadero origen de los menores y la manera en que habían llegado hasta los centros de adopción en Suecia.
- ¿Tus padres sabían que habías salido de Chile de manera ilegal?
- No. Mis padres en Suecia, al igual que mi madre en Chile, son víctimas de todo este proceso. Ellos recibieron un niño robado y nunca les dijeron. Cuando ellos se enteraron de que había sido robado desde Chile, se sintieron utilizados. Confiaron en que el proceso que llevaba el centro de adopción era legal y regulado en todo sentido. Si hubiesen sabido que yo era robado, no habrían aceptado adoptarme cuando llegué donde ellos.
"Cuando nací, en 1978, mi madre tenía dieciséis años. No creyó lo que le dijeron. Se desesperó, lloró, gritó y le aplicaron tranquilizantes para hacerla dormir. Cuando despertó, la esperaban con un montón de papeles para firmar, pero ella todavía estaba afectada por las drogas que le habían dado. Pensando que ese papel era el certificado de defunción, lo firmó. De esa forma me separaron de ella".
- ¿Cómo fue tu infancia en Suecia?
- Fui muy afortunado. Vine a un lugar muy hermoso, en Mölnlycke, en la parte sur del país. Tengo unos padres adoptivos muy amorosos. Astrid y Tom me han dado amor porque ellos lucharon mucho por tener un bebé. Fue un buen vivir, en un buen lugar y con una buena familia. Me recuerdo corriendo por los bosques, subiendo a los árboles con mis amigos, nadando en el lago y explorando la naturaleza. La familia de mi padre es de Värmland, un lugar muy mágico donde en invierno íbamos a esquiar.
- ¿Has conocido a otras personas que han sido adoptadas de manera ilegal?
- Cuando supe que había sido sacado de Chile de manera irregular, pensé que era el único caso. Pero con el tiempo he conocido a otros chilenos adoptados en Suecia y muchas parejas que han adoptado desde Chile. Mi hermana en Suecia también fue adoptada desde Chile. Cuando niño, mis padres se juntaban con al menos dos parejas que también habían acogido niños chilenos. No puedo decir que todos han sido adoptados de manera ilegal, pero quizás alguno también lo fue y nunca se supo.
El reencuentro de Markus con sus parientes en Chile fue en noviembre de 2017: "La primera vez que vi a mi madre fue en el aeropuerto. Antes nos las habíamos arreglado para conversar a través de redes sociales, pero ella no habla inglés. Me acuerdo que Sergio fue quien me dijo 'Hola, soy tu hermano. La mamá no habla inglés, así que yo traduciré lo que diga'. Ahí pensé '¡Wow, tengo un hermano!'".
A lo lejos, vio a Verónica que daba saltos mientras sostenía en sus manos un corazón de papel que decía "Markus". "Nos abrazamos y lloramos ahí mismo. Me di cuenta que es muy joven y que tiene una sonrisa muy hermosa. También me reconocí de inmediato en ella, incluso en la forma de reír y otros rasgos que yo tenía y no sabía de dónde provenían", relata.
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Foto: Javiera Gandarillas[/caption]
- ¿Has podido estar con tu familia chilena en alguna celebración?
- Mi último cumpleaños en diciembre pasado lo celebré aquí y fue uno de los mejores de mi vida. Lo festejamos en un centro de eventos en Pirque. Fue el primero junto con mis padres en Chile y fue bonito porque pude unir dos familias. Mi padre y mi madre perdieron contacto al poco tiempo después de lo que pasó conmigo; cada uno rehízo su vida. Él se casó y tuvo tres hijos. Ella hizo lo mismo y me dio seis hermanos. Todos estaban ahí ese día. Todos se encontraban felices y yo lo estaba mucho más al saber que tenía nueve hermanos en Chile, más todos los sobrinos y sobrinas que había allí. Fue un día increíble. Además que nadie se sentía culpable o acusaba al otro por lo que me pasó. Después de haber abierto una herida cuando a mis padres les quitaron a su hijo, ese cumpleaños fue el cierre del ciclo.
Un testimonio para el futuro
La reciente visita de Markus tuvo otro propósito. En su cabeza ronda la idea de usar su talento audiovisual para contar su historia en el cine y por eso aprovechó parte de su tiempo en Chile para buscar lugares donde rodar. "Inicié este proyecto cinematográfico a partir de mi historia de vida, al conectarme con ella y con lo que ocurrió con las adopciones irregulares. La última vez que estuve aquí escribí rápidamente una historia sobre este reencuentro. Se la envié a mis productores en Suecia y también a algunos productores locales. Les encantó el relato y quisieron ser parte de esta realización", asegura.
- ¿Cómo se va a estructurar el proyecto cinematográfico que buscas hacer?
- Obtuvimos un fondo del Instituto Sueco de Cine para avanzar en las primeras tareas de producción y también para buscar las locaciones para el filme. Ellos creyeron que es una buena historia y que de todas maneras merece ser contada. Ahora estamos en el proceso de encontrar las locaciones, que serán el centro de toda la inspiración para poder narrar esta historia. Aunque en esencia es mi historia personal, así que obviamente tratará sobre mis padres y cómo les arrebataron a su hijo de los brazos. Uno de los lugares que he visto hasta ahora para realizar la obra es La Reina. Me llamó mucho la atención el nombre y también porque mi madre creció en esa comuna. Por su significado creo que es muy apropiado para ella, porque ahora a mi madre la considero una reina.
El gobierno de Chile abrió una investigación en 2018 porque las madres a las que les quitaron sus hijos exigen respuestas sobre por qué sus hijos fueron entregados en adopción en contra de su voluntad. A comienzos del año pasado, también se creó una unidad policial especial que trabaja con las madres en las regiones donde se cree que los niños fueron robados. Eso ha incidido en que un número cada vez mayor de personas que fueron separadas de sus padres cuando eran niños comiencen a descubrir la verdad de sus orígenes.
"Mi último cumpleaños en diciembre pasado lo celebré aquí y fue uno de los mejores de mi vida. Lo festejamos en un centro de eventos en Pirque. Fue el primero junto con mis padres en Chile y fue bonito porque pude unir dos familias. Mi padre y mi madre perdieron contacto al poco tiempo después de lo que pasó conmigo; cada uno rehízo su vida".
En estos casos, una prueba de ADN suele ser la pieza final del puzle, por lo que organizaciones como Nos Buscamos y otras como Hijos y Madres del Silencio trabajan para que las madres se hagan test y su información pueda ser usada para identificar a esos menores arrebatados. Una tarea compleja, porque el costo de cada prueba ronda los cien dólares y no todas pueden pagarlo.
Por ahora, Markus -quien tiene un hijo y está comprometido- está intentando que sus padres europeos y su familia biológica se conozcan. "Le sugerí a mi familia de Chile que vayan a Suecia en el verano de allá, porque el invierno es muy frío, para que así se reúnan todos. Ojalá suceda pronto, porque ambas partes tienen ganas de conocerse. Fui muy afortunado con mis familias, incluso cuando existe un crimen detrás de todo esto. Tengo amigos en Suecia que no tienen ni padres o hermanos. Yo ahora tengo dos familias".