Cuando Marta Cruz-Coke llegó a hacerse cargo de la Dibam, en 1993, en el baño de la dirección de la Biblioteca Nacional había un lavatorio y un inmenso urinario. “Era de fierro enlozado y tenía el tamaño de un hombre. Había un water también, perdido en una esquina oscura. Nadie pensó nunca en una mujer para ese cargo. Lo primero que hice fue sacarlo”, dice.

Hoy, cuando se habla de igualdad de género en todas partes, su historia es la de una mujer pionera. Cruz-Coke fue la primera mujer directora de la Dibam, cargo en el que estuvo hasta el 2000, y desde donde impulsó exitosas iniciativas culturales, como el Día del Patrimonio y el Bibliometro.

A sus 94 años, está lejos de ser una abuela retirada. Pese a que hace poco perdió la visión de un ojo, sigue siendo una ávida lectora, ya sea con la ayuda de un iPad o con un dispositivo que le regalaron sus hijos, con el que proyecta libros y documentos en la pantalla de un televisor. Tiene un club de lectura con sus amigas y si no alcanza a leer la prensa, se pone al día en los almuerzos dominicales junto a su familia. No es usuaria de Twitter como su hija Marta Lagos, directora de Latinobarómetro y Mori Chile, con quien vive desde hace pocos meses, pero usa WhatsApp para mantenerse en contacto con sus nietos.

Incansable, su última cruzada como gestora cultural es convertir los archivos de la orden franciscana en una biblioteca de primer nivel. "En esos archivos está la historia de Chile, de los primeros años de la República". Lo dice con una convicción implacable. Lo dice una mujer que logró modernizar a la Dibam, cuando en esa institución ni siquiera había computadores. Y lo dice alguien que ha sido testigo de los cambios en el rol de la mujer en las últimas décadas.

-¿Qué le parecen las reivindicaciones de género que hoy han copado la agenda? Desde las denuncias de abusos hasta las tomas feministas.

-Lo veo como un gran anuncio, positivo, porque por fin este tema, que se ha mantenido subterráneo tantos años, ha aflorado a la luz pública, y la gente está tomando conciencia de la falta total de respeto hacia la mujer que eso significa. Es una falta de respeto inconmensurable, sobre todo a la dignidad de la mujer, aprovechando, muchas veces, una situación de poder.

-En las elecciones del año pasado, lideró un grupo en la DC para evitar que se presentaran candidatos involucrados en casos de violencia intrafamiliar.

-El problema fue que el diputado Rincón había agredido a su mujer, y los tribunales lo habían condenado, eso se probó. Y nosotros iniciamos un movimiento para que él no pudiera volver a ser diputado, porque consideramos que un diputado es un representante del pueblo, y ese pueblo incluye mujeres, y el maltrato a una mujer era indigno de una persona investida de confianza pública. Este movimiento no fue de la DC, fue una cosa extra. Fue un movimiento muy bonito, y tuvimos el apoyo de actrices, científicas, doctoras, de todo. Juntamos más de 1.600 firmas de mujeres contra la violencia intrafamiliar, porque se habla mucho del acoso sexual, pero no se habla lo suficiente de la violencia intrafamiliar, que es todavía más frecuente y más ignorada en la vida social chilena. La cantidad de maridos que les pegan a sus mujeres, que las tratan pésimo, que las dejan heridas, que muchos terminan matándolas, es algo que la sociedad todavía no ha tomado suficientemente en cuenta.

-Usted pertenece a una familia política. Su padre fue senador por el Partido Conservador. Su marido fue ministro de Frei Montalva. Su sobrino Luciano Cruz-Coke fue ministro de Cultura y ahora es diputado. Usted es militante DC. ¿Cómo ve la política hoy en día?

-Con una ausencia muy grande de valores y principios. Eso es lo que más falta. Y en consecuencia, con una falta de coherencia de vida por parte de gente que ha recibido responsabilidades sociales.

Contra el miedo

-¿Qué opina de que la Dibam ahora sea parte del ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio?

-El nombre Ministerio de las Culturas me parece absurdo. Todos los ministerios que existen en el mundo son ministerio de la Cultura, porque eso incluye todo lo que el hombre ha puesto sobre la naturaleza. Las empanadas, la cazuela, las iglesias, todo es cultura. Y los chinos, los indios, los amazónicos, da lo mismo, somos todos iguales. Lo segundo, los errores cometidos en la conformación de este primer Ministerio de Cultura que hay en Chile son muy grandes.

-¿Cuáles, por ejemplo?

-Hay duplicación de tareas, el ministerio tiene dos subsecretarías. Lo que es absurdo porque todos los ministerios tienen una. Debió haber tenido una subsecretaría y dos direcciones: dirección de Cultura y dirección de Patrimonio. Punto. Se debió haber hecho un Ministerio de Cultura pequeño, ágil, adaptable a cualquier cambio. Pero hicieron un ministerio enorme, burocrático, rígido, cuando la esencia de los tiempos actuales es que todo es dinámico.

-El primer proyecto lo presentó Luciano Cruz-Coke. ¿Le pidió consejo?

-Él llamó a mucha gente, a mí también, pero él dijo que era un primer proyecto para que sea modificado, arreglado.

-Ottone, el anterior ministro de Cultura, ¿le pidió su opinión?

-Me llamó muy gentil, es un educado, un caballero, pero otra cosa es un ministerio. Por lo menos nadie que esté metido a fondo en el tema de la cultura está de acuerdo con ese ministerio. Es una pena. Hicieron este ministerio, pero no se ocuparon de financiarlo. Entonces no hay plata. Todo va a tener que ser a contracorriente y con dificultad. Yo creo que la tarea de la Alejandra (Pérez) es muy grande y muy difícil. Le toca echarlo a andar.

-El Día del Patrimonio ha sido una iniciativa muy exitosa; este año por primera vez se realizó en dos días. Sin embargo, fue muy difícil de implementar, ¿por qué?

-Nos tiramos a nado en esta idea y la presentamos a todos los ministerios, pidiendo la primera vez que embanderaran. Como dicen los niños, "no nos pescaron". Se demoraron varios años en pescarnos. (Ricardo) Lagos fue el que lo entendió mejor; y cuando él llegó, realmente la cosa partió. Tenía que tener apoyo de esa naturaleza, de arriba.

-¿Para abrir los edificios?

-Para todo. Todos tenían miedo, el temor permanente del pueblo chileno por parte de sus dirigentes, que lo iban a ensuciar, a rayar. Ese era el temor secreto, no dicho, de mucha gente que no quería abrir sus edificios. Lo mismo pasó con el Bibliometro. Gente amiga me hizo apuestas, que se iban a perder los libros, que yo era una loca, y yo gané varias comidas con eso. La maravilla es que, después de un año, premiamos a los que más habían leído. Fueron dos muchachos de población que habían leído como contratados, y los otros fueron señoras de edad, también de población, que vivían solas.

Mujeres, ayer y hoy

-Entró a la universidad cuando tenía 45 años. ¿Por qué no lo hizo antes?

-Porque me eduqué en un colegio que no tenía exámenes válidos, el Jeanne D'Arc. En ese tiempo había muchos colegios privados que no tenían exámenes válidos. Acuérdate que las mujeres no tenían voto. El siglo pasado se distinguió porque es el momento en que la mujer entró en la vida pública. Hacía mil millones de cosas, pero todo en la vida privada. Las mujeres en la vida pública eran contadas con los dedos de una mano.

-Su mamá estudió en el Liceo 1. ¿Eso fue un gesto importante?

-Mi abuelo era un hombre muy avanzado y dijo: "Mis hijas no irán a un colegio de monjas a aprender a bordar, van a ir a estudiar como Dios manda". Y las puso a todas en el Liceo 1. Era un gesto importante, porque las niñas bien se quedaban en su casa o iban a un colegio de monjas, para cuidarles la virtud o para no sé qué sería. Mi mamá hablaba maravillas de su Liceo. Y te advierto una cosa: sabía de electricidad, arreglaba tapones, sabía de gasfitería, de manchas, porque había aprendido química. Tenía una cantidad de conocimientos muy buenos para una dueña de casa.

-¿A qué edad se casó usted?

-A los 23, 24.

-En ese tiempo, ¿casarse a los 24 era tarde?

-Era el año 1948. Era muy tarde, casi solterona. Uno se casaba a los 19. Estaba tan metida en la Acción Católica que no tenía tiempo para otras cosas.

-¿No recibió presiones de sus padres para casarse?

-No, al contrario. Siempre me dejaron ser. Después de eso tuve tres niños y varias pérdidas. Después nos fuimos a Estados Unidos, contrataron a mi marido en el BID, pero antes de eso viajó mucho, fue a la India, creó la Flacso, después de crearla nos fuimos a Estados Unidos y Buenos Aires, y entre eso vivimos diez años, primero en Washington y en Buenos Aires. Cuando llegamos a Washington no pude entrar a ninguna universidad porque no tenía título. Ahí me di cuenta de mi deficencia.

-¿Qué quería estudiar?

-A mí siempre me gustó la Arquitectura, pero no sabía matemáticas, era muy débil en eso, y para perfeccionarlas iba a tener que trabajar demasiado y abandonar a mi familia y dije no. Y me metí a Filosofía en la Católica. Fui de la primera generación que dio la Prueba de Aptitud Académica, a fines de los 60.

-¿Y su marido la apoyó? ¿No le pareció una locura?

-Mi marido me empujaba. Cuando me casé, me dio por tejer, no sé por qué. Y un día me dice: "Mire, linda, realmente yo no me casé con una tejedora de la revolución, así que haga algo". En los tiempos de la revolución francesa, cuando decapitaban a alguien, siempre había mujeres del pueblo que tejían, que iban a ver guillotinar a los burgueses. Después, mi marido estuvo feliz cuando me nombraron en la Dibam.

-A usted le tocó ver la incorporación de la mujer a la vida pública.

-Me tocó vivir los 17 años de la dictadura de Pinochet. En ese minuto, las mujeres se empezaron a organizar. Ahí es donde yo conocí a un montón de mujeres que hasta el día de hoy siguen figurando.

-Quizá es algo de lo que no se habla tanto, el rol de las mujeres en la lucha contra la dictadura.

-No se habla tanto y fue muy fuerte. Nosotros vivíamos organizando cosas. Una que recuerdo es cuando (Manuel) Contreras, que era coronel, fue nombrado general. Hicimos una marcha que se llamó la marcha de las manos limpias. No nos dieron la calle, entonces dijimos, no importa, bajamos por Providencia, por las veredas. Y llegaron los carros lanzaguas y nos tiraban agua cada vez más sucia. En esos años yo tenía un uniforme para ir a protestar, que era un bluejean, una polera o una chomba según el tiempo, una copia del carnet de identidad, mil pesos y sal por las lacrimógenas. Esa vez nos llovieron con toda la mugre del canal, yo terminé empapada, pero nada en las manos. Las manos limpias.

-Fue la primera directora de la Dibam. Entró a la universidad con tres hijos ya grandes. ¿Se siente una mujer pionera?

-Yo no me siento nada. Me siento una mujer corriente, que tuvo sus hijos, su marido, que tiene una linda familia, montones de amigas.

-Sigue muy activa a sus 94 años.

-Más activa que nunca, porque felizmente, a pesar de los 94, tengo muy buena salud. Tengo un problema básico muy grave, el desequilibrio físico, yo me paro y se me da vuelta el mundo. Los doctores dijeron que eso no tenía remedio. Eso significa que tengo que andar con un bastón y en la calle apoyada en el brazo de alguien. Así que no es tan terrible, ¿o sí? (se ríe).

-¿Se siente más sabia, más cansada?

-Me canso más, eso es evidente, tengo que tomar las cosas con más tranquilidad. Pero a los 94 uno está más allá de muchas cosas. No le da valor sino a lo que tiene, por ejemplo, el cariño de la familia, de los amigos. Uno en la juventud se preocupa demasiado de tonteras chicas, que uno las cree importante y no lo son. Y uno a esta edad las mira como son. Tonteras chicas. Mi padre me decía una frase de Disraeli que yo aplico ahora: "La vida es demasiado corta para hacerla pequeña".

Otra educación

Marta Cruz-Coke también tiene una larga trayectoria como educadora. Recién salida del colegio estudió junto a Aída Larraguibel, quien introdujo la educación Montessori en Chile. Fue directora de La Maisonnette y profesora del Saint George.

Cree que la enseñanza "que tenemos ahora es obsoleta; ahora la pedagogía no tiene nada que ver con un profesor parado frente a los alumnos. No pueden tener a 40 niños sentados 45 minutos escuchando a alguien. Es absurdo".

-¿Qué opina del sistema educativo actual? Con niños de tres años que dan evaluaciones para entrar a los colegios, con cuotas de incorporación millonarias en la educación privada.

-Siempre he creído que en Chile algún gobierno debería haber imaginado una escuela nacional, que en todas las ciudades existiera una escuela, a todo trapo, que se gastara el dinero del país en eso y fuera como en Francia, que los niños asisten a la escuela dependiendo del lugar donde viven. A esa escuela van todos los que viven en el sector, el hijo del millonario, el del campesino, de todas las religiones. De esa manera, la famosa igualdad chilena existiría. En vez de darle todo el dinero del cobre al Ejército, que una parte importante se dedique a las escuelas. ¿Te imaginas lo que sería que por barrio, o por comuna, pudieras mandar a tu hijo gratis, a algo que te garantizan que es bueno? Es otra vida, ¿no? No ha habido voluntad política para implementar algo así. Sobre los colegios privados, claro: hay unos horriblemente caros, y el que quiere manda a sus hijos y paga las ganas.