Los padres de Giuseppe no se avergüenzan de la vida que tuvieron, "¿Por qué deberían hacerlo?", se pregunta él, mientras talla un trozo de madera. Recuerda una infancia tranquila. "El único problema era la pobreza", dice.
Estamos en una de las principales calles del centro histórico de Matera, donde Giuseppe tiene un taller de artesanías atiborrado de piezas de cerámica, madera y tufo volcánico, un material poroso y blando del cual está hecho el taller. O mejor dicho: el taller no es más que una gran gruta excavada al interior de una roca.
De entre las manos de Giuseppe comienza a delinearse la figura de un gallo, hecha con una navaja. Entrecierra los ojos, y entonces habla de la vergüenza que tiempo atrás Matera representó para Italia. No era por la pobreza, ni porque sus habitantes vivían junto a los burros, ni porque dormían de a cinco en un colchón. No; la vergüenza era porque las viviendas de toda esa ciudad italiana no eran más que cuevas.
Después de Alepo en Siria y Jericó en Cisjordania, Matera es la tercera ciudad más antigua del mundo. La presencia del hombre aquí ha sido constante desde hace 10 mil años, siempre en las grutas de piedra. Lo que sorprende es que hasta hace dos generaciones atrás, estas grutas seguían siendo las viviendas de los más pobres, en precarias condiciones higiénicas.
La historia de Matera se entrelaza con la rebeldía de Carlo Levi, escritor, pintor y médico italiano. Nacido y criado en Turín, ciudad del norte de Italia, en los años 30 fue arrestado y acusado de conspirar contra Benito Mussolini. Fue enviado al exilio en Matera, que entonces no era más que un recóndito lugar abandonado del sur.
"Cristo no ha llegado nunca aquí, ni aquí ha llegado el tiempo, ni el alma individual, ni la esperanza, ni la conexión entre la causa y los efectos, la razón y la Historia", escribía Levi en la novela Cristo se detuvo en Éboli, donde denuncia las pésimas condiciones de vida de los lugareños. Sus duras palabras llegaron a los palacios de la política romana y el secretario del Partido Comunista, Palmiro Togliatti, visitó la zona en 1948. Lo que vio lo llevó a definir a Matera como una "vergüenza nacional".
La escasez económica en la que vivía la ciudad durante la primera mitad del siglo XX fue causada por las dos guerras mundiales que azotaron Europa. Los conflictos dejaron a Italia, y al resto de los países europeos que se enfrentaron, sumidos en la pobreza y el hambre.
En la década de los 50 vino un plan de urbanización y las personas fueron trasladadas a viviendas nuevas en la parte alta de la ciudad. Las rocas quedaron abandonadas, convirtiéndose en el escondite de jóvenes enamorados. Han pasado casi 70 años; y los hijos y nietos de quienes crecieron en las grutas han decidido darle una nueva vida a lo que años atrás no fue más que sinónimo de degradación. Optaron por no esconder su historia y rescatarla del olvido.
Serafino Paternoster, encargado de comunicaciones del proyecto para rescatar Matera, cuenta que "la nuestra es una historia de resiliencia. Comprendimos que las rocas y grutas son parte de nuestro patrimonio y alentamos a las personas a que les dieran una nueva vida".
Fue así como de vergüenza nacional, Matera, pasó a ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el 1993; y ahora, durante 2019, será la capital europea de la cultura.
El gallo, el pan
El gallo que Giuseppe está tallando ya está listo. Con una escobilla elimina restos de polvo, lo sopla y lo pule con las yemas de los dedos. "Mi papá me cuenta que lo único feo que había era el hambre, pero ellos amaban sus grutas y tenían sentido de comunidad. Cuando podían comer, lo hacían todos juntos en el mismo plato".
Este tallador fue uno de los que optó por regresar a las grutas y revitalizar el centro histórico que hoy se presenta como un sube y baja de peldaños blancos, calles empinadas y una casa sobre la otra, donde el techo de algunas es el piso de otras.
Matera da lo mejor de sí al atardecer, cuando tenues luces anaranjadas se encienden y difuminan el brillo del sol que se refleja en las paredes blancas de las viviendas. Gracias a la recuperación urbana y a una continua operación de promoción del territorio, cada año son más los turistas que visitan la zona.
A pesar de la bonanza que trae el aumento de visitantes, para Giuseppe se trata de "un turismo de moda, muy escaso culturalmente". Delicadamente apoya en un estante la pieza de madera recién terminada. En la superstición materana, un gallo trae buena suerte.
Cuando las grutas eran las únicas viviendas, las familias no poseían hornos: había unos pocos de barro esparcidos por los campos, donde las mujeres llevaban sus trozos de pan. Los marcaban con las iniciales de la familia para no confundirlos con el resto.
El pan es uno de los protagonistas de la gastronomía de esta zona. Eustacchio, panadero, 61 años, comenzó a trabajar de niño como repartidor y hoy posee la panadería más antigua de la ciudad. "Mi jornada comienza a las 5 de la mañana. Nuestro producto siempre lo hago yo, mi mano ya la conocen todos", dice. La panadería Paoluccio es un local pequeño donde hay que hacer fila para entrar. Se ubica en la Via del Corso, la principal avenida de la parte nueva del centro de Matera.
Capital cultural
En el 1956 quedaban unas pocas familias viviendo entre las rocas. Era un núcleo compuesto por dos adultos y nueve hijos, cuya casa ahora es un pequeño museo que da cuenta de la forma de vida que tenían los materanos. Un solo ambiente para once personas, donde según fuese de día o de noche los muebles cumplían diferentes funciones: los cajones de las cómodas se transformaban en cunitas, los grandes baúles en mesas y los animales que de día trabajaban la tierra, en la noche irradiaban calor.
Otra persona que prefirió volver al origen y habitar en las grutas es Luciana, una pelirroja que nos cuenta la razón: "Llegué en 2002 y me gustaría recuperar la comunidad de antaño. Era una vida difícil, pero eso mismo hacía que los vecinos fuesen muy unidos. Se pasaba todo el tiempo fuera de las casas, que se usaban casi sólo para dormir".
-¿Qué te pasa cuando piensas que Matera fue una vergüenza nacional?
-Creo que la vergüenza estaba en los ojos de quien miraba y no en quienes vivían en las grutas. Más allá de la pobreza y hambre, ellos amaban sus hogares y animales.
El 17 de octubre del 2014 los habitantes de Matera se reunieron en la plaza principal para esperar el veredicto de la Unión Europea respecto de la designación de la ciudad que por un año sería la capital europea de la cultura. Abrazos, aplausos y saltos de felicidad se produjeron cuando se enteraron de que el 2019 iba a ser el año de Matera. Dicho título implica la erogación por parte de la UE de recursos económicos para la promoción del territorio a través de eventos y proyectos culturales que evidencien la diversidad cultural en Europa.
Rita Orlando, arquitecta de uno de los proyectos, cuenta que "la participación de todos los habitantes es el corazón de Matera 2019. El objetivo ha sido reinterpretar nuestra ciudad".
En los ocho meses transcurridos de 2019 ya se han realizado 450 eventos: exhibiciones, conciertos, obras de teatro e iniciativas para estudiantes. Esto ha traído un aumento del turismo: de 200 mil visitantes en 2010, se pasó a 500 mil en el 2017; y se prevé que este año al menos 700 mil personas lleguen a la ciudad.
Serafino Paternoster, quien participa en Matera 2019, cuenta con orgullo: "Trabajamos ocho años para alcanzar este objetivo y lo logramos. Hace tiempo que en Matera no ocurría algo similar".
Matera seguirá trazando su destino, a ratos distante del de Italia, mientas su gente continuará refugiándose en sus rocas y su milenaria historia.
De película
Las grutas de piedra de Matera se han usado como escenarios de distintas películas. Muchas de ellas ambientadas en los tiempos bíblicos. Entre ellas están El Evangelio según San Mateo, de Pier Paolo Pasolini (1964); La Pasión de Cristo, de Mel Gibson (2004); Mary, de Abel Ferrara (2005); y Ben-Hur, de Timur Bekmambetov (2016).