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Las fotos de Matt Wilson (52) pueden encontrarse en publicaciones como Vanity Fair, Wine Enthusiam o Decanter; aunque en rigor es posible ver su trabajo en medios de todo el mundo gracias a un agente que tiene en Inglaterra para comercializar sus fotos. En el último tiempo, además, ha estado haciendo videos con el destacado crítico de vinos estadounidense James Suckling, registrando sus visitas a prestigiosos viñedos de Europa. Sin embargo, el hogar y centro de operaciones de Matt Wilson está a diez kilómetros de Santa Cruz, en una moderna casa de campo junto a unos viñedos donde vive junto a su esposa -la enóloga Andrea León- y sus dos hijos. Desde este lugar trabaja fotografiando el mundo del vino chileno (y de otros países) y sus protagonistas, sorprendiendo muchas veces con retratos en que los enólogos aparecen con motosierras en la mano o jugando a ser algún personaje de cómic.
Vale la pena contar que la primera relación de Wilson con el vino -además de beberlo ocasionalmente- tuvo lugar en Francia hacia fines de los ochenta, cuando trabajó en una vendimia. Por esos años lo único que le interesaba de recoger uvas era el pago. Porque así fue su vida algún tiempo mientras viajaba por Francia e Italia tras terminar el colegio en su natal Reading. "Trabajaba uno o dos meses en algo para luego pasar los siguientes dos meses gastándome ese dinero", explica. Gran parte de su recorrido por Europa lo hizo junto a una caravana de gitanos, a quienes fotografió con su cámara. "Que era barata y pequeña", asegura. En su retorno a Inglaterra hubo personas que tras ver su trabajo le ofrecieron trabajo como fotógrafo en una pequeña revista de música en Brighton. Al poco tiempo, Wilson decidió que debía estudiar fotografía de manera profesional, "porque cuando gané un poco de dinero me compré una cámara profesional y me di cuenta de que no sabía usarla muy bien". Se mudó a Nueva York para especializarse en fotografía documental e impresión blanco y negro en el International Center of Photography. De ahí vendría una carrera en Estados Unidos en torno a la música, los sellos discográficos y publicaciones como LIFE.
-¿Cómo es que terminaste viviendo en Chile?
-Es una historia algo larga. Yo estaba viviendo en Nueva York para el 11 de septiembre del 2001; vivía cerca de Union Square, por lo que estuve a poca distancia de por donde pasaron los aviones ese día y me tocó ver cosas que habría preferido no ver. Entonces, como además estaba teniendo algunos problemas con mi visa, decidí dejar Estados Unidos y volver a Inglaterra. En Londres una de las primeras cosas que hice fue montar una exposición con mis fotos y sucedió que la curadora de la exposición era una chilena con la que nos hicimos muy amigos. Un día ella me contó que su hermana que vivía en Chile era enóloga y poco tiempo después ella, Andrea, viajó de visita. La conocí, nos llevamos muy bien y al poco tiempo vine a visitarla a Chile. Luego tuvimos algunas visitas cruzadas hasta que la cosa se puso seria. Ella me dijo que no podía hacer vino en Inglaterra, así que si quería estar con ella me tenía que venir a Chile. Eso pasó y la verdad es que tenemos una buena vida acá.
-Y así entraste al mundo del vino.
-Yo no sabía nada del tema, pero toda la gente que mi ahora esposa conocía acá estaba relacionada con la industria del vino, enólogos y dueños de viñas. Entonces me metí de manera más o menos natural en este mundo. Conocí a gente como Aurelio Montes, un tipo fantástico con el que nos hicimos amigos y ha sido siempre muy generoso conmigo. Lo mismo pasó con Michael Cox, que lamentablemente falleció, que era el jefe de Wines of Chile en el Reino Unido en esos años. Ellos me ayudaron mucho en mis inicios en Chile.
-¿Te consideras ahora un fotógrafo especializado en vinos?
-La verdad es que no, el vino es solamente lo que hago con mayor frecuencia en la actualidad. Debe ser la mitad del trabajo que hago.
-¿Y el resto?
-Hago algunas cosas de viajes y fotos de comida. Pero claro, es cierto que ahora conozco bien la industria del vino, sus procesos, qué cosas lucen mejor en cámara… entonces me llaman mucho para fotografías de ese mundo.
-Pero cuando llegaste a Chile no tenías un plan para dedicarte a hacer fotos relacionadas con el vino.
-Nada, me vine y acá empecé a ver qué podía hacer. Pero me acuerdo y tengo que agradecer también al enólogo Grant Phelps, porque le hice unos retratos para Decanter, muy locos, que ganaron un concurso. Entonces todo el mundo del vino vio estas fotos y quiso que les hiciera fotos a ellos también.
-Haces fotos para la industria del vino, pero también para distintos medios internacionales, ¿cómo se logra eso desde acá?
-Poco a poco. Resulta que en algún momento también comencé a trabajar para la revista Wine Enthusiast y gracias a mis fotos ahí me comenzaron a llamar de otros medios. Se corrió la voz de que había un fotógrafo inglés que vivía acá en Chile.
-Y eso ayuda.
-Sí, porque aunque hay muchos buenos fotógrafos en Chile, creo que a medios del Reino Unido o Estados Unidos se les hace más cómodo trabajar como un tipo como yo, que habla inglés pero que se puede mover con facilidad por esta zona.
-Porque no hablamos sólo de Chile.
-Claro, porque estoy a pocas horas de Mendoza, Brasil o Uruguay; lugares donde también el vino es importante. Aunque también hago cosas más lejos como en Francia, Cuba o Italia. Es totalmente posible hoy en día vivir en Chile y moverse a otros lugares por trabajo. Además, me gusta mucho, porque soy un poco gitano y no podría estar en una oficina.
-¿Cómo logras esos retratos tan poco convencionales de la gente del vino, es muy difícil convencer a los retratados?
-Sí, mucho. Lo primero que hago es entender bien a quién voy a fotografiar, porque no es lo mismo un retrato de Grant Phelps que uno de Aurelio Montes. Pero una vez que elijo al personaje y pienso en una idea, tengo que hablar mucho con éste para convencerlo. En eso me puedo demorar un buen tiempo. Después de eso, viene la parte más fácil, que es hacer la foto.
Vida de campo
-Más allá de la fotografía, ¿cómo es llegar a vivir a un lugar como Colchagua?
-Yo había vivido en varios países pero siempre en ciudades grandes como Londres, Los Ángeles, París o Nueva York. Esa es una primera diferencia. Y obviamente es algo extraño, o lo fue al menos al principio, porque ni siquiera estoy en Santa Cruz, estoy en el campo en medio de un viñedo. Creo que no podría haber vivido acá antes, pero ya estoy en una buena edad para calmarme un poco. Además, tengo dos hijos que están creciendo y que les encanta vivir acá. Disfruto cuando no estoy de viaje cocinar para mis hijos y esperarlos cada día con su almuerzo.
-¿Cómo llevas el día a día acá?
-La verdad es que es muy agradable. Me encanta comprar verduras y frutas en la feria o comprar pescado. ¡Los tomates chilenos son los mejores del mundo! Conozco además a toda la gente del mundo del vino, a la gente de los restaurantes, a los personajes interesantes que viven por estos lados. Todo el mundo me hace sentir como en casa y no me siento como un extraño acá… aunque probablemente me pierdo de algunas cosas por culpa de mi español tan defectuoso. Pero los chilenos son muy acogedores. Uno va a la casa de alguien y tienen siempre mucha comida y bebida y se preocupan que uno se sienta acogido. Eso no se da tanto en Inglaterra o Estados Unidos.
-¿Has sentido alguna mirada extraña por ser extranjero acá?
-No, nada. A lo más por ahí alguna vez alguien que me quería cobrar un poco más sólo por el hecho de ser inglés.
-Este es un lugar muy conservador y tengo la impresión que tú no lo eres, ¿cómo vives con eso?
-Sí, éste es un lugar bastante conservador. Pero he vivido en diferentes países con diferentes culturas y a estas alturas de mi vida no voy a decir que algo me gusta sólo por quedar bien con alguien. La verdad no me he encontrado en Chile con nada particularmente terrible que señalar… aunque sí hay algo.
-¿Qué es?
-La impuntualidad. O sea. Soy inglés, por lo tanto siempre llego a tiempo a un lugar. Por el contrario, los chilenos siempre llegan tarde a una cita. Otra cosa que me llama la atención e incluso molesta es que cuando acá vas a un asado en un lado suelen estar todas las mujeres juntas y en otro los hombres. Así que cada vez que voy a uno me integro en el grupo de las mujeres a conversar y trato que algún otro hombre me siga.
-Ese es un problema en Chile, no nos mezclamos tanto. Desde lo que cuentas de los asados a cosas más importantes como la segmentación de la sociedad.
-Sí, el otro día leía que Chile es algo así como el segundo país en el mundo más segmentado socialmente. Eso es algo que nunca me tocó ver en Inglaterra o Estados Unidos. También es nuevo para mí tener una empleada doméstica trabajando en casa. Jamás en Inglaterra tuve o vi una, y me costó acostumbrarme. De hecho, al principio me pasaba el tiempo preparándole cosas a ella. Algo para comer o una taza de té cuando me preparaba una para mí.
La triste Inglaterra
-Supongo que estar moviéndote ayuda a llevar mejor el vivir acá. No sería lo mismo si llevaras quince años viviendo en Chile sin haber salido más.
-Claro. De hecho, de tanto en tanto mi esposa me ve y me dice: necesitas ir a Inglaterra y divertirte con tus amigos, pasar un par de semanas en un pub (risas).
-¿Vas con frecuencia a Inglaterra?
-Antes iba tres o cuatro veces por año, pero ahora se me hace más difícil. Ya ha pasado un año desde mi última visita.
-¿Cómo ves lo que ha pasado allá con el Brexit?
-No me gusta lo que está pasando, el Brexit está destruyendo mi país. Inglaterra no es el país que dejé hace quince años; el daño ya está hecho. Es mucho más racista, hay mucha más rabia, más violencia. Es ridículo lo mal que le ha hecho el Brexit. Todo el mundo que conozco allá está deprimido. Y pienso que económicamente le tomará mucho tiempo al país recuperarse y probablemente quedará gente con mucha rabia que terminará canalizando su odio hacia inmigrantes, pobres y otros grupos minoritarios.
-¿Has visto algo de ese odio, de ese racismo acá en Chile?
-Algo se puede ver, pero afortunadamente no es tanto. Al menos en lo que me ha tocado ver. En lo personal me considero un inmigrante también y no veo ninguna diferencia entre mí y un haitiano, por ejemplo. Yo crecí en Reading y en mi clase por años éramos sólo tres o cuatro blancos, y nadie se preocupaba ni hacía preguntas al respecto. Por eso se me hace raro cuando se habla de estas cosas en Chile.
En Exposición
Hasta el próximo 30 de septiembre estará abierta una exposición que se ha montado en dependencias de la viña Clos Santa Ana -ubicada en el Fundo Santa Ana, comuna de Peralillo- y que de alguna manera resume los últimos quince años de trabajo de Matt Wilson. Tras el cierre de esta muestra, las fotos serán expuestas durante los próximos meses en lugares como el Museo de la Moda en Santiago, el hotel Wine Box en Valparaíso y probablemente las ciudades de Mendoza y Lima.
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