Mauricio Purto camina. Eso, que puede parecer una obviedad, no lo es tanto si se piensa que el famoso montañista viene saliendo de un traumático proceso de 10 operaciones a la columna. Las intervenciones lo tuvieron postrado durante meses, con dolores crónicos y la amenaza de sufrir paraplejia, meningitis por ruptura de la duramadre de su médula espinal y disfunción eréctil. Todo partió en febrero de 2015, cuando jugaba en su casa con el mayor de sus siete hijos, cayó al suelo y se quebró una vértebra lumbar. Las primeras operaciones que le realizaron en el Hospital Clínico de la UC presentaron complicaciones, por las que hoy tiene demandado por negligencia al mismo centro médico donde él estudió.
"Estoy aprendiendo a caminar de nuevo. Desde hace un mes que ya me siento bien", dice y sonríe, mientras abre bien grandes sus ojos claros y apoya sus enormes manos en los respaldos de la silla del estudio que tiene en su casa de Lo Curro, en pleno cerro Manquehue. Eso, que también puede parecer una obviedad, tampoco lo es tanto. Hace menos de tres años Sergio Capurro, el hombre a quien define como su mano derecha durante todo este proceso y que cinco minutos antes ofrecía café en la sala, era quien lo ayudaba a llegar al baño. En esa época, Purto –el mismo que en 1992 se transformó en uno de los primeros latinoamericanos en llegar a la cumbre del Everest, y que además es escritor, documentalista y siquiatra- simplemente no se podía levantar de la cama por los dolores que lo tenían dependiente de la morfina y la metadona.
"Era un caminante que había quedado sin caminar", explica el hombre de 57 años sentado entre diplomas, fotos y recuerdos familiares y de sus viajes que repletan el estudio. Quiere contar cómo han sido estos años en que, buscando escapar de los dolores y la adicción a la morfina, llegó a la cannabis, la droga que protagoniza su nuevo libro En defensa de la marihuana, que arribará a las librerías este lunes 29 de abril.
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Crédito: Roberto Candia[/caption]
-¿Qué tuvieron que ver tus operaciones con este libro?
-Mucho. Estaba postrado escribiendo Camino a la cima, mi anterior libro, y en el Hospital Clínico de la UC me estaban poniendo muchos problemas, después de que en la Fundación Daya me dieran aceite de marihuana para reemplazar la morfina que me entregaban los doctores y que yo no quería seguir consumiendo. Estaba en eso cuando en el hospital me metieron a la UTI porque encontraron una jeringa que tenía aceite de marihuana. Pensaron que quería inyectármela, cuando en realidad era para dosificar la cantidad de aceite que se toma oralmente.
-¿Cómo te sentías?
-Al otro lado del lugar que asume usualmente un médico, como un paciente, pero que, a la vez, entendía todo. Tenía 36 tornillos en la espalda, dolor crónico y sentía que era muy estúpido negarle a alguien el alivio al dolor, porque te puede llevar al suicidio o la depresión profunda. Me di cuenta de que quienes gobernaban el hospital en el que había estudiado seguían teniendo una visión recalcitrante de la realidad. Ahí surgió la idea de desdemonizar los pitos, porque si a mí me ayudan pueden ayudar a muchos.
-¿Cómo vivías cuando ya estabas en tu casa?
-Con dos bastones y un corset. Mi rutina era estar casi todo el día en cama. Una vez al día al baño y otra de terapia con el kinesiólogo para tratar de sentarme en la cama. Don Sergio era mi chaperón.
-Cito tu libro sobre ese período: "Estaba postrado, sin mente, sin voluntad y sin ninguna expectativa de caminar, de volver a mis montañas; en fin, de vivir". ¿Esto te llevó a cambiar el tratamiento?
-No, fue Jorge Quinteros, un amigo que me acompañó al Everest. Él llegó un día a mi casa, me dijo "no puedo verte más así" y para salir de la morfina me recomendó bañarme con agua helada, la que junto al aceite de marihuana conformó mi fórmula para salir de ese estado. Al principio no dormía, me quedaba tieso sobre la cama por el dolor y la adicción a la morfina. Cuando pasaba eso, don Sergio me llevaba despacito de la mano al baño y yo me duchaba 10 o 15 minutos con agua helada en pleno invierno. Después me metía a la cama con un plumón y tomaba aceite de marihuana y un té con azúcar. Así empecé a dejar la morfina; me demoré dos meses después de haberla consumido por dos años.
-En términos terapéuticos, ¿sientes que la marihuana te salvó?
-Sí, claro. Lo digo sin intención de convencer a nadie. Esa fue mi experiencia. Si no hubiera tenido marihuana en ese momento, quizás lo hubiera logrado, pero el costo habría sido muy grande. Nunca se me había pasado por la mente no existir, pero en dos momentos de todo este proceso de casi cuatro años pasó por mi mente. Y eso es mucho más grave que consumir marihuana.
-¿Qué hay en este libro?
-Este libro no es una pancarta para decir "consuman hierba". Ésta quita la voluntad, sobretodo en los niños, hay que partir por eso. Pero para un adulto que está con dolores crónicos, tratamiento con quimioterapia o epilepsia refractaria, sí funciona.
Con una historia de esas -de médicos, jueces y cannabis terapéutica-, fue con la que nació la idea de escribir En defensa de la marihuana. Ocurrió en las oficinas de la editorial Penguin Random House, a fines de 2017, cuando Purto asistió a las reuniones de Camino a la cima, el otro libro que hizo mientras se recuperaba, y el editor Daniel Olave escuchó la anécdota del día en que se convirtió en el primer médico en Chile en recetar marihuana. Entonces, le dijo que narrara su experiencia con la cannabis. "Decidí escribirlo, pero no sabía por dónde partir -recuerda Purto-. Él me propuso hacerlo por la llamada de teléfono de la que les conté. Y le hice caso".
Suena el teléfono
Esa llamada, con la que parte el nuevo libro, ocurrió en una medianoche del verano de 2005. Era Tuti Hamilton, hija del exsenador Juan Hamilton y vecina de Purto, quien lo llamó para contarle que su madre, María Luisa Velasco, había sido arrestada después de que Carabineros encontrara varias plantas de marihuana en su casa de calle San Damián, en Las Condes.
"La llamada en medio de la noche me dejó perplejo, perturbado, pero hubo una parte de mí que no se habría perdonado no ir a defenderla. No podía hacerme el leso. Me fui a mi biblioteca a buscar el manual de la FDA para mostrarle a la jueza una evidencia de que en Estados Unidos se recetaba marihuana. Cuando encontré el libro experimenté un alivio. Me senté y empecé a leer hasta que amaneció y me fui a tribunales", recuerda el montañista.
-¿Allá qué pasó?
-Fui el primer médico que declaró recetar marihuana en Chile. Le mostré el manual de la FDA a la jueza y ella entendió que la señora María Luisa tenía una artrosis deformante en las manos y que lo único que le quitaba los dolores era la marihuana. Un día me había preguntado si podía fumarla y le dije que podía fumarla y comerla. Así ella empezó a tener una mejor vida, de hecho murió hace unas tres semanas. Después de declarar, salí de la sala y estaban los periodistas. Me di cuenta de que se había transformado en noticia. Salí en noticieros y diarios y me invitaban a programas de debate en televisión frente a otros médicos oscurantistas.
-¿Recibiste muchas críticas por defender la marihuana?
-Sí, recibí comentarios a favor y en contra. En esa época, recibía auspicios de empresas como Copec e IBM y mi mánager me dijo que iba a perderlos. Pero no tuve miedo, porque tengo una cuestión rara: cuando no pasa nada ando como medio perplejo y dubitativo, pero cuando estoy en la cuestión ardua soy totalmente jugado. No dudo, voy para adelante.
-¿Qué significó ese episodio para ti?
-Fue un momento culminante en mi vida como provocador en esta sociedad. Fue decirles a todos: "Este no es el criterio de un volado al que le gustan los pitos, sino que es el criterio de la ciencia y no podemos desafiarlo". Aún hay médicos que dicen que la marihuana no es medicinal, pero no tienen argumentos.
Purto dice que hay un tema ahí: que en Chile no se ha tomado en cuenta a la ciencia en este debate. "Eso en Chile, porque lo que plantea este libro en Estados Unidos, Canadá u Holanda ya es añejo", crítica el montañista.
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Crédito: Roberto Candia[/caption]
De hecho, dice que en 2005 se sentía apoyado por la ciencia, igual como se siente respaldado hoy. Por eso, después de acordar escribir este libro, se preparó leyendo más de dos mil páginas de papers: "Pensé hacerlo, porque el Colegio Médico nunca ha hecho nada, ni siquiera han sido capaces de buscar un estudio sobre el tema".
-¿Eso te motivó a escribirlo?
-Sí, en Chile se quedaron pegados, es una sociedad bien básica, conservadora y con mucho doble estándar. Me preguntaba a quién le responden estos médicos oscurantistas. ¿A 60 familias conservadoras que lo único que tienen es miedo y plata? Porque claramente no le están respondiendo a la gente que podría necesitar la marihuana para aliviar sus dolores, como ocurre con quienes se someten a quimioterapia. Por eso decidí escribir el libro.
-En él planteas que la discriminación que sufre la marihuana no es científica, sino que arbitraria.
-La marihuana es una droga estigmatizada porque te permite separarte un poco del encuadre de realidad que tienen las personas frente a lo que les pasa en el día a día y eso les ayuda a darse cuenta de que en este mundo no es necesaria la desesperación. Esta distancia no le conviene al sistema, porque no va a poder tener tantos esclavos. El alcohol no es así, te deja contento y en el presente. No es asistémico, como la marihuana.
-Según la ONU, Chile es el tercer país del mundo donde más se consume marihuana. ¿Qué reflexión tienes sobre eso?
-Que la gente tiene muchos problemas en cuanto a pasarlo bien. Es una sociedad gris, que no conoce el valor del ocio. No se limpia y por eso es muy atormentada, entonces busca un sustituto a esa conexión perdida a través de los psicotrópicos, los que se consumen mucho, recetados y no. La marihuana es la punta del iceberg.
-¿Qué opinas de su prohibición?
-Es una política que jamás ha funcionado, pero se repite y sigue sin resultar. Lo único que genera son mafias, policías corruptos y acercar a los consumidores a un círculo de oscuridad. Hay que respetar los derechos del individuo, según la ley chilena, uno puede consumir lo que quiera dentro de su casa. Nadie te puede decir que no consumas ahí una ayahuasca o te fumes un pito.
-Entonces, ¿qué crees que hay que hacer en este tema?
-Lo que hay que hacer es explicar, como cuando se habla de sexo con los niños y decir cuáles son las reglas del juego, porque en la taberna del mundo se te ofrece de todo y la única manera de enfrentar eso es educando.
-¿Cómo educas a tus siete hijos en la marihuana?
-Siempre les digo que la mejor droga es el deporte, el amor y el sexo. Tengo un hijo que fuma y el resto la ha probado, pero no les llama la atención. Ellos me han visto fumar marihuana y han visto cómo uno no se vuelve loco. También me veían cuando tomaba aceite de cannabis y el dolor se me quitaba.
Despegando de nuevo
Hoy la vida de Purto gira en torno al rigor de su rehabilitación. Todos los días se levanta, va a la piscina, hace gimnasia y caminata. Ya de vuelta en su casa escribe un guión sobre la situación del Tíbet en dominación para un documental y otro libro más íntimo. "Es sobre Sergio Alcaíno, mi camarógrafo, que murió el verano pasado. Se llama Mi amigo Tito y habla sobre los viajes y pitos que fumamos juntos. Él cuando quería fumar me decía 'busquemos una plataforma de despegue, doc'", cuenta.
-Y después de pasar esta pesadilla de las operaciones, ¿cuál es tu plataforma de despegue ahora?
-Mis plataformas de despegue son dos. Una, en mi cabaña del cerro Manquehue donde me rehabilito. Y, la segunda, en Farellones donde profundizaré una comunidad terapéutica donde he realizado y realizaré mi labor como médico para tratar y rehabilitar adicciones.
Se refiere a su fundación, llamada Cumbres, la que trabaja con adictos a la pasta base llevándolos a las montañas. El método lo creó él mismo Purto, quien se especializó en siquiatría en Bergamo, Italia. Ahí, desarrolla algunas de sus ideas sobre las adicciones. "Hay personalidades adictivas, porque el problema está en el sujeto, no en la droga. El alcohol, que es permitido, es un buen ejemplo, porque el 100% de la población no es alcohólica. Sólo un 3% o 4% no sabe medirse y 'da jugo'. Esas son las personalidades adictivas que van a tener problemas con lo que sea, ravotril, alcohol o cocaína. No puedes satanizar la sustancia por la personalidad de los sujetos, son dos realidades diferentes", cuenta.
-Pero estos adictos existen.
-Claro y en ellos existe una búsqueda. Por eso no podemos estigmatizar al adicto. Hay que tratarlo como una persona que está sufriendo y haciendo sufrir, pero no como un delincuente.
-¿Y eso cómo se puede trabajar?
-Lo único que no puedes quitarle al adicto es el placer, porque todos nosotros estamos programados para la adicción. Lo que nos gusta lo repetimos y queremos más. Por eso hay que buscarle un sustituto a eso, no decirle que no al adicto. Es lo mismo que pasa con un adicto a la comida: no puede dejar de tener atracones nocturnos. Aunque le digas que le hace pésimo, igual se va a levantar a la medianoche después de tomarse su Clonazepam y se va a comer media olla de tallarines. Para que lo deje tienes que darle algo a cambio, reemplazarle la comida.
-¿Cómo crees que han manejado este tema los estamentos públicos o los mismos médicos?
-Ana María Gazmuri, con la Fundación Daya, ha dado muchos pasos. Nosotros en la fundación hemos hecho convenios de colaboración con ellos y creo que la cosa está andando. Aunque más que los médicos, son los jueces del Poder Judicial los que se han adelantado a decir que hay que discriminar entre las distintas drogas, que no son lo mismo. En cambio, muchos médicos siguen la procesión de un grupo de oscurantistas.
Cuando se le pregunta si piensa volver a su hábitat natural, la montaña, Purto prefiere no responder directamente: "Soy un hombre bien realizado, he hecho todo lo que he querido en la vida. Hoy tengo muchas ganas de que la fundación crezca y que el método de restauración sicofísica que promuevo pueda ayudar a mucha gente y niños en situación de calle y jóvenes que son adictos a la pasta base. Nosotros los llevamos a la montaña y les hacemos terapia con sicólogos y terapeutas. Esta consiste en caminar hasta cansarse, y después comer bien y recibir terapia sicológica".
-¿Este proyecto tiene que ver con lo que dices al final del libro, cuando planteas que hoy tu camino es "aliviar al resto, ser médico y curandero"?
-Sí, me gusta aliviar a la gente, decirle que se están ahogando en un vaso de agua. Les digo: "Te cambio mi columna por eso que te aflige".
-No respondiste la pregunta, ¿y la montaña?
-Ahí está, voy a caminar a ella todos los días.
En defensa de la marihuana
Autor: Mauricio Purto
Sello: Aguilar
Páginas: 186
Precio de venta: $ 12.000