Su banco no le quiso cambiar la tarjeta de crédito para ir a un congreso científico en Estados Unidos por su edad. Miguel Kiwi (80) alegó y, sin querer, se convirtió en el vocero de lo que viven los adultos mayores chilenos. "Me he convertido un poco en el defensor de lo que llamo 'los vejetes esforzados', los que seguimos trabajando", cuenta Kiwi, bajándole el perfil a las reacciones que despertó su caso: la presentación desde el gobierno de un grupo de trabajo técnico y del Consejo de Adultos Mayores. "Hasta el minuto son sólo promesas", dice.
El físico, Premio Nacional de Ciencias Exactas 2007, sigue trabajando como director del Departamento de Física de la Universidad de Chile. "He tenido la suerte de dedicarme toda mi vida profesional a lo que más me gusta: la física, la investigación científica, la docencia. Además de trabajo, son un hobby por el cual además me pagan. ¿Cuánto? No mucho, pero me pagan".
-Hace clases en pre y postgrado. Los menores tienen unos 60 años menos que usted, ¿cómo ve la diferencia generacional?
-Los veo a ellos más rápidos e inteligentes. También depende de en qué etapa están. Con los de doctorado tenemos una relación más estrecha, porque los veo todos los días, discutiendo trabajos de investigación.
-¿Pensó que a esta edad iba a estar trabajando?
-Hace 50 años no me lo imaginaba; ni siquiera estaba seguro de llegar a esta edad. Pero si hubiera previsto que los achaques de la edad me permitirían seguir trabajando, me habría ilusionado e imaginado seguir en la lucha.
-¿Cuándo se toma una decisión así?
-Cuando uno llega al puente y siente que todavía está en condiciones de cruzarlo, lo cruza.
-¿Qué costos tiene?
-Ser percibido como anciano es un trauma para el ego: subir al Metro y que te ofrezcan un asiento, ir al banco y que te nieguen una tarjeta de crédito por viejo. También sentir las rodillas al subir una escalera o sentir envidia al ver a los jóvenes correr y saltar.
-¿Y lo bueno?
-Percibo como una suerte y privilegio muy especial seguir enfrentando cada día con nuevos proyectos y planes. Sin embargo, lo peor es la percepción de que los plazos se van acortando y que me queda tanto por hacer.
-¿Por qué son tan pocos los que siguen trabajando a esta edad?
-Porque la vida los ha tratado de manera distinta.
-Durante la polémica por la tarjeta de crédito hizo un comentario duro: que después de cierta edad, socialmente las personas pasan a ser desechables.
-Exactamente, eso es lo que pienso.
-¿En qué cosas la sociedad le demuestra eso?
-En como en otros países a las personas de más edad se les facilita la vida, se le rebajan los impuestos, por ejemplo. Ahora estoy en la Universidad de California y un colega jubiló porque iba a pagar menos impuestos y recibir más plata. En Chile jubilar significa, en el mejor de los casos, que el sueldo le baje a un tercio. Le suben la isapre, las primas y los seguros ya no cubren. Vivir de una pensión solidaria de $104.000 es como condenar a muerte a una persona. Mucha gente no quiere jubilar porque significa estar condenado a la pobreza y pasar los últimos días de la vida de forma miserable.
-¿Hasta cuándo piensa seguir?
-Le he dicho a los otros que me avisen cuando empiece a decir leseras.