Andrés Chadwick, el entonces generalísimo de la campaña de Sebastián Piñera, cuestionó a la periodista en noviembre pasado. Mónica Rincón, en pantalla con Tolerancia 0, entrevistaba con dureza al candidato a la presidencia. "Puede que tenga un problema o un mal momento", escribió Chadwick en Twitter. "Estoy en un buen momento", contestó ella. Hace once días, Manuel Contreras hijo le lanzó un grueso garabato, recordando la última entrevista que dio su padre, en septiembre de 2013, y que significó el cierre del Penal Cordillera, donde cumplía condena por violaciones a los derechos humanos.

Es usual que a Mónica Rincón le pasen cosas en esa línea: cuando habla, cuando opina, siempre enciende la mecha.

Pasó de nuevo el pasado 27 de abril. La periodista arremetió en el tradicional editorial de CNN Prime tras la conmoción que generó la noticia de cinco españoles que compartían un grupo de WhatsApp llamado "La Manada" y que en la fiesta de San Fermín 2016 forzaron a una mujer a tener sexo con ellos. El juicio, contra todo pronóstico, no resolvió que era violación, sino sólo abuso sexual. Eso, se dijo, porque no hubo resistencia de la víctima. "Más que lobos, merecen ser llamados hienas. Y lo suyo, más que una manada, fue una jauría de cobardes. El fallo -nueve años de condena, en vez de 20- humilla a esa y todas las mujeres", disparó Rincón.

Ese video se viralizó en redes sociales. Tuvo más de cuatro millones de "me gusta"; incluso lo publicó la edición española del Huffington Post. La misma semana, luego de ese polémico editorial, una serie de hechos vinculados a violencia de género remecieron al país: una niña de un año y siete meses, Ámbar, fue violada presuntamente por un pariente; Revista Sábado publicó un reportaje donde siete mujeres acusaron haber sido acosadas y abusadas sexualmente por el director de teleseries Herval Abreu; y se supo de la investigación por una violación en grupo ocurrida cerca del Estadio Nacional, tras un partido de fútbol. Entonces, Rincón hizo un segundo editorial. Y también se hizo viral.

-¿Por qué tus dos editoriales se compartieron tanto?

-No lo tengo claro. Me asombró el impacto. Cuando los escribí, sabía que tenía que ser consistente por todos los hechos ocurridos; pero para mí es parte de mi pega hacer eso. Hay personas que deben haber sentido una pequeña y mínima reivindicación al escuchar un editorial en que se les dice a las víctimas: ustedes no tienen la menor culpa.

-¿Qué buscas con dos editoriales similares en menos de una semana?

-Quiero dejar eso bien en claro. En CNN sólo queremos entregar una opinión más para que la gente se forme su propia opinión. Si lo que les provoca es que opinan completamente contrario a nosotros, maravilloso. Si ocurre lo contrario, mejor. No tenemos una obsesión por cuántas visualizaciones tiene el editorial que hicimos.

-¿Sigues de cerca las temáticas de género?

-Claro, porque tengo ejes periodísticos de interés y éste es uno de ellos, así como la corrupción, la discriminación a homosexuales o la inclusión de discapacitados. Las mujeres somos una mayoría, pero la vulneración de nuestros derechos pasan a ser tratados como si fuéramos una minoría. Otro de mis ejes se relaciona bastante con todo esto: cuestionar al poder, entendiendo que no puede haber una obsesión por incomodar, pero tampoco una inhibición de hacer nada porque vayas a incomodar.

-¿A qué te refieres?

-El machismo es una forma en que los hombres de alguna manera ejercen, queriéndolo o no, un espacio de poder.

-¿En tu carrera has visto el machismo de cerca?

-He sido afortunada en ese sentido, aunque he tenido ocasiones en que he vivido episodios machistas. Por ejemplo, un jefe que alguna vez me dijo que era un agrado trabajar conmigo porque yo era muy hombre. Me indigné, pero luego me dijo que lo había dicho en broma. Otra vez, hace unos tres años, me pasó que un entrevistado felicitó a mi compañero, Daniel Matamala por su trabajo; y a mí me felicitó por mi aspecto. Eso ocurrió estando al aire. Era alguien que valora mucho mi trabajo, pero dijo eso igual.

-¿Qué respondiste?

-Que si me iba a decir eso, mejor no me dijera nada. Por cosas así, y más profundas, me importan los temas de género, porque me interesa intentar emparejar la cancha en donde sea. También lo pienso respecto a los hombres. Hay varios que son vulnerados en sus derechos, que viven violencia y que para ellos es súper brutal porque no tienen permiso para siquiera decirlo. También es una vulneración de derechos de los hombres el que no tengan un posnatal irrenunciable, y no creo que las mujeres tengan que tener un derecho preferente a la custodia de los hijos. Sé que esto no es muy políticamente correcto decirlo, pero no creo en eso. Hay que ver en cada caso quién cuida mejor del hijo. Al final, creo que los problemas de grupos vulnerados deberían importarle a cualquier periodista. ¿Para qué estamos si no es para darles voz a los que no la tienen y para fiscalizar a los poderosos?

-Unos alaban el arrojo de tus editoriales e intervenciones; otros alegan que eres demasiado pontificadora. ¿Qué dices tú?

-Lo único que estamos haciendo es algo que hacen radios y diarios: ejercer uno de los géneros del periodismo, que es el periodismo de opinión. Opinar no es pontificar. Decir eso es una forma de descalificar y de negarle a otro el derecho que tiene a ejercer todos los géneros del periodismo, porque todos son válidos. Por lo mismo, jamás criticaría el trabajo de un colega ni le limitaría el género que debe ejercer. Me parece ridículo. Ahora, es curioso que haya gente que opine que otros no pueden opinar.

-¿Pensaste que podía ser polémico hacer dos editoriales sobre abusos contra mujeres considerando que tu hermano Ricardo Rincón fue acusado de violencia intrafamiliar en 2016?

-Lo único que voy a decir al respecto es que creo que, afortunadamente, en mi trayectoria profesional hay una constante muestra de independencia respecto de mi familia, amigos o lo que sea. La gente reconoce eso. Y creo que así como no puede ser una obsesión incomodar, tampoco algo puede ser motivo de inhibición porque resulte algo incómodo para mí.

-¿No te vas a privar, entonces, de hablar de un tema de violencia pese a que te haya tocado verlo de cerca a raíz de las acusaciones a tu hermano?

-Yo llego hasta ahí, hasta lo que dije anteriormente.

-Respecto al caso Herval Abreu, ¿qué te parece que se estén destapando los casos de acoso y abuso sexual en el medio televisivo?

-Que se haya destapado ese caso es un tremendo aporte, pero no sé si ser tan optimista y creer que a raíz del caso de Abreu se van a destapar muchos otros casos. Ojalá que sí y que la olla se esté comenzando a destapar. Hay que tener cuidado también con no revictimizar a las víctimas o a las denunciantes: si no las escuchamos, si las juzgamos, si el tema comienza a ser por qué no hablaron antes, hay una revictimización que provoca que otras no hablen y que otros casos no se destapen, que fue lo que pasó con Fernando Karadima.

-Explica eso.

-Considero que James Hamilton, Juan Carlos Cruz y José Andrés Murillo, denunciantes de Karadima, son héroes porque tuvieron que soportar la vulneración de su dignidad como personas por reacciones de apoyo corporativo y gremial dentro de la iglesia católica. Es un tremendo aporte destapar estos casos, pero los medios tenemos la responsabilidad de darles espacio a las víctimas de abuso o denunciantes para que hablen. Darles también el espacio cuando así lo quiera el acusado. Hay que tener cuidado, para que no traslademos el foco en si los cercanos al victimario o la víctima tienen la culpa.

-¿Lo dices por cómo los medios han reaccionado con lo de Abreu atacando a Paz Bascuñán y Malucha Pinto en vez de centrarse en él?

-Por ejemplo. Ha habido muchísimo interés por cómo reaccionan todas las mujeres de los elencos, pero nada sobre los hombres de esos elencos. Nadie ejerce un juicio crítico sobre los hombres que componían esos elencos. No tengo idea si es que hay algún responsable o no, si hay algún encubridor o no, pero como fenómeno me llama la atención.

-¿La industria de la televisión, considerando su alcance, debería transparentar sus casos de abuso con más urgencia?

-Celebro que se haya avanzado hacia mayores estándares de prevención, que haya canales más expeditos de denuncia, pero creo que todavía falta mucho. Lo que más ha cambiado es la forma en que se reacciona ante una denuncia, pero la forma de operar de las personas que abusan y la impunidad que sienten muchas veces no cambia. Creo que esto es algo que trasciende la televisión o los medios de comunicación. Está presente en toda nuestra sociedad y por una cultura que normaliza ciertas cosas.

-¿Tú has cambiado tus conductas machistas?

- Sí. Ahora probablemente reproduzco muchos patrones de machismo porque fui criada y vivo en un país machista. A veces, obviamente, lo hago sin darme cuenta. Pero trato de erradicar las expresiones de ese tipo, como cuando a un hombre se le dice que pelee como hombre o que no llore como niñita.