En el momento en que Jill Kenton, de 52 años, sintió la hinchazón en su rostro y la sequedad de su ojo, no le tomó mayor importancia. Meses antes se había puesto bótox en la cara, por lo que pensó que sus síntomas se debían a ese tratamiento estético.
Hasta que la actriz de doblaje se percató de un chasquido en sus audífonos que no era normal.
Debido a lo anterior, en noviembre del 2021 Jill tomó la decisión de ir al médico en Londres, ciudad donde se acababa de mudar. El diagnóstico fue claro: tenía un tumor cerebral de bajo grado, el que se había originado detrás de su ojo hace casi 10 años.
Según contó Jill a la organización Brain Tumor Research, este tumor “aplastaba el nervio óptico a medida que atravesaba mi cráneo”.
El nombre de esa masa anormal es meningioma intraóseo del ala del esfenoides izquierdo, y en este caso, no era canceroso. Sin embargo, en caso de no ser tratado puede llegar a generar graves consecuencias como convulsiones y pérdida de la memoria.
Por eso, los doctores fueron enfáticos en decirle a Jill que necesitaría una operación urgente para extraer el tumor.
“Me cortaban la cabeza de oreja a oreja, me quitaban un pedazo de cráneo para llegar al área enferma”, afirmó Jill.
Jill sabía que el procedimiento podría no ser exitoso e incluso empezó a aceptar su muerte. Todo esto en medio de la época de Navidad, lo que volvía la situación más emocional y complicada de lo que ya era.
“Me enfrentaba a una cirugía horrenda y estaba aterrorizada de no salir con vida o, si sobrevivía, ya no sería yo misma. Con esto en mente, mientras guardaba el árbol y las decoraciones, incluí notas para mi hija Rachel y mi pareja Paul diciéndoles que los amaba”, contó la mujer.
La decisión de Jill
Tras reflexionarlo, la actriz de doblaje determinó no concretar la operación. Desde entonces se realiza con regularidad controles de vista para verificar si existe algún cambio en el tumor.
Además, está trabajando con la organización benéfica Brain Tumor Research para apoyar a otras personas que han sido diagnosticadas con esta afección, ya que en palabras de Jill “se sabe muy poco sobre esta enfermedad devastadora”.
“El simple hecho es que, si no hay una inversión significativa en investigación para mejorar las opciones de tratamiento y ayudar a encontrar una cura, las perspectivas para mí y para muchos otros podrían seguir siendo sombrías”, añadió.