Un estudiante de ingeniería, sin experiencia en medicina de fertilidad, en ese momento pensó que era “solo un experimento más” y, con ayuda de un microscopio, una aguja mecanizada, una pequeña placa de Petri y una computadora portátil, usó un control de PlayStation 5 para inyectar más de una docena de óvulos, cada uno con un solo espermatozoide.

Estaba haciendo una fecundación in vitro (FIV) pero sin manos humanas. ¿El sorprendente resultado? Embriones sanos y, recientemente, dos niñas saludables que nacieron, después de esta fertilización por un “robot”.

Un procedimiento menos costoso

Para aquellos que lo necesitan, los laboratorios de FIV son negocios multimillonarios. Los embriólogos, que están altamente capacitados para hacer la labor de fecundar externamente al óvulo con el espermatozoide, suelen ganar más de 125.000 dólares al año (100 millones de pesos chilenos aprox.).

Sin embargo, la empresa que desarrolló este robot, Overture Life, empresa española, cree que su dispositivo es el primer paso para la automatización de las fertilizaciones in vitro, logrando que el procedimiento sea mucho menos costoso y más accesible.

Microscopic View of Embryonic Cell and Needl

Y es que, si bien cerca de 500.000 niños nacen cada año a través de este procedimiento manual, existe una gran mayoría de personas que no pueden acceder a medicamentos para la fertilidad o que no pueden pagarlos.

Para hacerse una idea, un solo intento de quedar embarazada en Estados Unidos puede llegar a costar US$ 20.000 (cerca de 16 millones de pesos chilenos).

En Chile, según datos de Profertilidad, el costo de la FIV en la Clínica Monteblanco es de aproximadamente 4 millones, a los que se le debe sumar 2 millones de pesos para las hormonas inyectables y pensar en 1 millón más si es que se necesita una nueva transferencia embrionaria con embriones que quedaron congelados. Estos valores no incluyen la consulta médica ni las ecografías para el seguimiento ovulatorio.

En cambio, Overture apostó por la tecnología y presentó una solicitud de patentar un “biochip” para un laboratorio de FIV en miniatura que tiene pequeños canales para que los espermatozoides se muevan. Es una especie de “caja donde entran espermatozoides y óvulos y, cinco días después, sale un embrión”, según Santiago Munné, premiado genetista y director de innovación de la empresa española.

Esto podría implementarse en el consultorio de, por ejemplo, un ginecólogo y serían “más baratos y cualquier médico podría hacerlo”.