Décadas antes de que Daniel Ek naciera en 1983 en Estocolmo, la música ya había marcado la ruta que seguiría su vida. Su abuela cantaba ópera, su abuelo fue un virtuoso pianista de jazz y ese legado se hizo notar tempranamente en el niño sueco: a los cuatro años ya entonaba de memoria la canción infantil "Pequeño caracol". La familia de Daniel -su madre Elisabet, su padrastro Hasse y su hermano menor Félix- vivía en una sencilla casa del distrito de Rågsved, en la que el dinero no abundaba pero donde siempre había una guitarra clásica colgando de una pared.
Ek se fue enamorando de la música y en su adolescencia creó varias bandas con un marcado estilo britpop. Hace unos años, fue presentador invitado en el programa radial sueco Summertime charts, donde agradeció a un personaje que lo alentó a seguir esa senda: "Tony, el 'hombre música' y mi principal estímulo en el liceo". Tony Kinberg, quien hasta hoy trabaja como profesor de música, contó al diario Expressen que la obsesión de su antiguo pupilo era notoria.
"Siempre iba al salón de música, aun cuando su horario no incluyera esa clase o incluso en sus momentos libres. Es un muy buen cantante y guitarrista", relató el maestro. Ek también protagonizó varios musicales basados en filmes como El baile de los vampiros, de Roman Polanski, y, poco a poco, las melodías y las canciones se fueron convirtiendo en su refugio: "Para Daniel, la música se transformó en una manera de sobrellevar la escuela". Su otra herramienta de supervivencia fue el talento que desarrolló para la computación: "Le gustaba programar y estaba a años luz de los demás alumnos", recordó Kinberg.
Eran los primeros atisbos de una conjunción de mundos que lo llevaría a convertirse en una figura clave de la música y la tecnología. Hoy ese humilde niño de Rågsved posee una fortuna de más de dos mil millones de dólares, y en 2017 fue nombrado por la revista Billboard como la persona más influyente de la industria discográfica, desplazando del top one a Lucian Grange, CEO del grupo Universal Music. Su fama se debe a la creación de una de las aplicaciones digitales más transversales y exitosas: Spotify, un servicio de streaming musical presente en los celulares, computadores, tabletas, consolas de videojuegos y relojes inteligentes de 217 millones de usuarios, 100 millones de los cuales pagan por una versión premium.
Spotify fue lanzado en 2008, un año después del streaming de Netflix, y en menos de una década disipó la temible sombra de otra aplicación que impulso la piratería con total descaro. "Por primera vez desde que Napster destrozó las ventas musicales, la industria discográfica está mostrando señales de crecimiento y ese cambio de suerte se debe en gran parte a un hombre… Daniel Ek", publicó Billboard. De hecho, el impacto de Spotify en un mercado tan clave como el norteamericano fue radical: "En 2016, el streaming ya representaba el 51% del consumo de música en Estados Unidos…y Spotify dominó esa categoría", señaló la publicación.
En 2018, un análisis de Wall Street Journal señalaba que entre 1999 y 2014 los ingresos del sector musical cayeron un 40 por ciento. Sin embargo, han repuntado en gran parte gracias a la plataforma de Ek, la cual hoy ofrece más de cuarenta millones de canciones. Hasta ahora Spotify -empresa avaluada en cerca de 30 mil millones de dólares- ya ha traspasado cerca de 10 mil millones de dólares por concepto de derechos de autor a artistas y sellos musicales.
Daniel Johansson, académico de la Escuela de Negocios de la Universidad Linnaeus en Suecia y analista de la industria musical, afirma que uno de los secretos del éxito de Spotify es que responde a las necesidades de los usuarios. En primer lugar, es una plataforma muy sencilla de ocupar y, además, ofrece una modalidad pagada de bajo costo -unos $ 3.500 mensuales en Chile- que entrega tentadoras ventajas respecto a la versión gratuita. Entre ellas está la ausencia de publicidad, transmisión de audio en alta calidad y acceso a Spotify Connect, modalidad que permite transmitir la música desde un celular o tableta a más de 300 productos de 80 marcas.
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Las oficinas de Spotify albergan un sofisticado estudio de música. (Crédito: Spotify)[/caption]
"La innovación de lograr que el servicio de streaming musical de Spotify fuera aún mejor que la piratería y además ofrecer una versión sin costo, cambió radicalmente la manera en que se consume la música. La gente eventualmente empezó a pasarse de la plataforma gratuita a la premium y fue entonces cuando la industria empezó a resucitar, aunque el efecto ha sido distinto en diferentes partes del mundo. En Japón, el CD todavía representa el 70 por ciento de las ganancias para la industria musical, mientras que en Suecia sólo llega al 10 por ciento", dice Johansson a Tendencias.
Para el académico, el "tocadiscos celestial"-un término acuñado hace algunos años por el profesor Paul Goldstein- llegó para quedarse en "el streaming como el nuevo formato para consumir música y generar ganancias. Pero aún es muy temprano para decir si Spotify seguirá siendo el principal actor en cuanto a suscriptores pagados, porque ahora hay cerca de 20 competidores como Google y Apple Music". Tony Kinberg, sin embargo, tiene una fe ciega en su alumno: "Es increíble cuán grande se ha vuelto. Me impresiona escuchar cuánto vale hoy la empresa. En un comienzo, cuando Spotify aparecía en los diarios, no entendía qué era, pero me contacté con Daniel y él me regaló una suscripción de un año".
El pequeño emprendedor
Ek empezó a sacarles provecho a sus talentos desde que era adolescente. A los 13 años, ya creaba sitios web para empresas. Cobró 100 dólares por el primero y 200 por el segundo. Al año ya ganaba 5.000 por una página y su demanda era tan alta que les regalaba videojuegos a otros genios de las matemáticas de su escuela para que lo ayudaran a programar. Como no tenía tiempo para nada más, incluso sobornaba a otros compañeros para que tomaran sus exámenes escolares por él o hicieran sus tareas.
"Los regalos incluían iPods, celulares y cosas como ésas. Los videojuegos eran muy apetecidos. Les decía: 'Si diseñas esto realmente rápido, te doy una PlayStation'. A menudo les daba cosas mías", contó Ek en una entrevista con Startup.com. Hoy el empresario admite que lo que hizo no fue del todo correcto: "A mis profesores les decía que les estaba enseñando a los demás, pero en realidad estaba haciendo funcionar mi propio esquema de explotación infantil".
Eventualmente, sus padres se enteraron de lo que hacía: "Les tomó tiempo, pero comenzaron a hacer preguntas cuando en la casa aparecieron televisores enormes, un sinfín de videojuegos y cosas por el estilo. No creo que haya muchos niños de 13 años con una guitarra Fender Stratocaster de 1957 en perfectas condiciones", dijo Ek a Startup.com. Ya más adulto entró a estudiar Ingeniería, pero desertó cuando se dio cuenta de que el primer año se centraba en matemáticas teóricas. Luego trabajó en TradeDouble -una de las compañías de avisaje online más grandes de Europa- y empezó a ganar dinero a raudales.
A los 23 años, ya tenía un Ferrari y acceso VIP a los clubes más exclusivos de Estocolmo. Pero una serie problemas personales y decepciones amorosas lo hicieron caer en una depresión profunda: se deshizo de su auto, vendió su departamento y se mudó a una cabaña. Tras un frío invierno en el que estuvo solo junto a su guitarra, Ek entró en contacto con Martin Lorentzon, un emprendedor tecnológico que sobrevivió al colapso digital de la década pasada y tenía 70 millones de dólares para invertir. Ambos se unieron en torno a su fanatismo por las películas de gángsters y pronto tuvieron una idea conjunta: crear un servicio que permitiera a los usuarios escuchar toda la música del mundo.
"Daniel Ek es sólo el rostro de la compañía y gran parte del trabajo tras bambalinas lo han hecho personas como Ludwig Strigeus, Jonathan Forster y Andreas Ehn, entre otros. Es importante mencionar que a mediados de la década pasada había muchos emprendedores intentando varios proyectos en torno a la música y la tecnología. Lo que Lorentzon y Ek lograron al partir con Spotify fue reunir a los cerebros más brillantes y arriesgados del mercado", afirma Johansson.
En un comienzo no todo fue fácil y abundaban las disputas con los sellos y artistas por las regalías. Por ejemplo, en 2014 la cantante Taylor Swift retiró todo su catálogo de Spotify; pero en abril de 2018 publicó este mensaje en Twitter: "Nuevo video para #Delicate debuta esta medianoche. Sólo en Spotify". Daniel Ek retuiteó el mensaje y le agregó varios emojis de fuego. Al parecer, el discurso que Ek transmite en sus conferencias está convenciendo a todos: "Nuestra misión es trabajar duro para ayudar a que un millón de artistas vivan de lo que hacen".
Inversionistas, banqueros y ejecutivos aseguran que una de las gracias de Ek es que es un CEO mucho más accesible que sus colegas del sector digital. De hecho, hace reuniones sentados en un sofá, responde emails y mensajes a toda hora y a menudo se lo ve en las plazas de Estocolmo jugando con sus hijos. ¿Sus grandes pasatiempos fuera de su trabajo? El fútbol -es fanático del AIK en Suecia y el Arsenal en Inglaterra- y el videojuego FIFA.
Hoy Spotify le entrega el 70 por ciento de sus ganancias a los sellos, lo que no ocurre en el caso de otros contenidos como videos y podcasts. Por eso, ahora la compañía invirtie fuertemente en 12 series originales de video que abarcan temas como la historia de la música. A pesar del éxito, Ek no ha perdido la cabeza y suele donar millones de dólares a organizaciones como Charity Water, cuya meta es proporcionarles agua limpia a millones de personas que no la tienen. Lo dijo en el diario Veckans Affärer: "Miren a Bill Gates. Pienso que la gente lo recordará más por su fundación que por haber creado Microsoft. ¡Él ha hecho una gran diferencia! En diez años erradicó la polio".