En Chile según la Encuesta Nacional de Salus 2016-2017, cerca del 15% de las mujeres en edad fértil y un 20% de los adultos mayores tienen déficit severo de vitamina D en sangre. Para contrarrestar esto, una investigación liderada por la Carrera de Nutrición y Dietética de la Universidad Católica, trabaja en la fortificación de alimentos de consumo masivo y cotidiano en la familia chilena.
Las nutricionistas Carla Leiva y Loreto Rojas, ambas docentes de la Carrera y diseñadoras de la investigación, esperan contribuir a la disminución de las alarmantes cifras de déficit de vitamina D en la población, especialmente en el segmento adulto mayor. Esta vitamina es responsable de la fijación del calcio a nivel óseo y Chile figura entre los países de Latinoamérica con menor ingesta de Vitamina D, que alcanza a penas el 25% de la recomendación diaria del Instituto de medicina de Estados Unidos (IOM).
La vitamina D, se encuentra presente solo en algunos alimentos como pescados grasos (arenque, salmón, las sardinas), aceite de hígado de pescado, hígado de pollo y en menor grado, huevos y algunos hongos silvestres. Por lo tanto, las fuentes dietarias de Vitamina D son escasas. Adicionalmente, el contenido de vitamina D en estos alimentos es variable ya que por ejemplo, el salmón silvestre tiene concentraciones significativamente más altas que los salmones de cultivo.
Según la Encuesta Nacional de Consumo Alimentario (ENCA), sólo un 17% de los chilenos encuestados, cumple con la recomendación de consumir 2 veces a la semana pescados. Esto se ve reflejado en la baja ingesta de vitamina D. De hecho, la Encuesta Latinoamericana de Nutrición (ELANS), señala que la ingesta de vitamina D no supera las 150 UI, mientras que la recomendación del IOM, es de 600 UI para adultos y niños mayores de un año.
Países como Finlandia han erradicado el déficit severo de vitamina D en su población, desarrollando políticas que garantizan la fortificación de alimentos canasta básica, desde leche hasta harina.
Precisamente esta experiencia, motivó a académicos con apoyo de estudiantes de cuarto año de la carrera de Nutrición y Dietética UC, a trabajar en posibles matrices alimentarias a fortificar. En este contexto, Loreto Rojas menciona que la fortificación de una matriz alimentaria es una oportunidad para aumentar la disponibilidad de fuentes alimentarias de vitamina D, que según lo mencionado anteriormente son limitadas. Se debe apuntar a alimentos que sean se consumo habitual, de bajo costo y que se encuentre disponible para gran parte de la población. Adicionalmente, estamos buscando una matriz alimentaria que permita una buena solubilidad y estabilidad de la vitamina, así como también logre buena aceptabilidad en relación a sus características organolépticas.
Por su parte, Carla Leiva señala que los datos de la Encuesta Nacional de Salud indican que, en adultos mayores de ambos sexos, la prevalencia de algún grado de deficiencia de vitamina D, se acerca al 50%. Este déficit se acentúa desde Coquimbo hacia el sur, dado que la llegada de los rayos solares disminuye según latitud (la exposición al sol permite la síntesis de esta vitamina en la piel a partir de los rayos UVB).
Leiva explica que las consecuencias principales en la salud de este déficit se traducen en problemas óseos como la osteopenia y la osteoporosis, y un mayor riesgo de fracturas. "La función por excelencia de la vitamina D, consiste en mantener las concentraciones séricas de calcio y fosfatos, contribuyendo a la absorción y retención de calcio en el cuerpo, ayudando a formar y mantener huesos fuertes. Asimismo, cumple otras funciones que se están estudiando hace mas de 60 años, como es el fortalecimiento del sistema inmune, la disminución del riesgo a desarrollar resistencia a la insulina, la prevención y combate de la obesidad y disminución de la producción de células cancerígenas en ciertos tipos de cáncer", aclara la especialista.