Los perros se caracterizan por ser afectuosos, pero también por ser muy traviesos. Es probable que en más de una ocasión hayas visto que, apenas ven un sitio repleto de barro, excrementos y otras sustancias que huelen mal, acuden rápidamente a revolcarse como si no hubiera algo más entretenido por hacer. Tras esa acción, quedan con un olor que espanta a cualquiera.
Pero, ¿a qué se debe exactamente ese comportamiento?
Simon Gadbois, investigador especializado en comportamiento animal de lobos, zorros y coyotes salvajes en Canadá, se hizo esa pregunta luego de observar que su border collie Zyla también presentó un repentino entusiasmo por revolcarse en residuos de animales.
La escena ocurrió específicamente en Nueva Escocia, Canadá, donde el investigador estaba estudiando a animales salvajes. Pese a que la perra había sido entrenada para ayudarlo a encontrar ejemplares, demostró que tenía debilidad por frotarse en excremento de castor.
“Uno pensaría que aquella costumbre podía interferir en su capacidad de oler y rastrear a otros animales, pero realmente no afectaba ni un poco a su rendimiento”, comentó Gadbois a BBC Mundo.
Las razones por las que a los perros les gusta revolcarse en desechos
Existen una amplia variedad de teorías que pretenden explicar el por qué los canes disfrutan estar cerca de las sustancias de olor nauseabundo.
Una de las hipótesis más aceptadas sugiere que se trata de un comportamiento heredado de los días en que los perros eran depredadores salvajes, como los lobos. Cabe recordar que, hace más de 20.000 años, los seres humanos lograron domesticar a los perros a través de los lobos, según la BBC.
Desde la visión de Gadbois, es probable que en el pasado esa conducta haya cumplido “una función muy importante” para los perros, dijo al citado medio. Sin embargo, a medida que pasó el tiempo esa función fue desapareciendo y el comportamiento perdura hasta hoy.
En esa misma línea, también se ha planteado que podría haber sido una forma de “camuflaje olfativo” para los depredadores que están en búsqueda de sus presas, aunque una investigación realizada en la década de 1980 cuestiona esa teoría.
Luego de poner a un grupo de lobos expuestos a una amplia variedad de olores, los investigadores del estudio descubrieron que no demostraron tanto interés en los desechos de otros animales, entre ellos, ovejas y caballos. En realidad, los aromas preferidos eran los artificiales, como perfume o aceite de motor.
Hay quienes creen que el “camuflaje olfativo” tiene otro propósito: en lugar de ser una ayuda para que los cánidos busquen presas, podría ser una conducta para esconderse de depredadores más grandes.
Esa idea fue avalada en un estudio del ecólogo Max Allen, realizado en 2016. A través de cámaras controladas a distancia, el investigador logró capturar cómo era el comportamiento de zorros grises de una zona de California.
Según sus hallazgos, los animales acostumbraban a visitar las áreas específicas donde los pumas machos marcaban con orina, y luego, restregaban su hocico por el suelo.
Desde la perspectiva del etólogo, los zorros intentaban impregnarse del olor de los pumas con el objetivo de obtener protección frente a otros depredadores más grandes, específicamente, los coyotes. “Con oler como un puma podrían ganar tiempo para escapar”, dijo Allen al medio británico.
El revolcarse en sustancias de mal olor también podría estar relacionado a un propósito social, por ejemplo, para compartir información interesante con el entorno. Según una investigación realizada en hienas cautivas, los animales que tenían olor a carroña en su pelaje tenían más posibilidades de recibir muestras de atención de los otros integrantes de su grupo.
Para Gadbois, que ha pasado años analizando el comportamiento animal, la explicación también estaría relacionada a “establecer olor grupal”, lo que refuerza la unión entre todos los miembros de la manada.
De acuerdo a las observaciones que realizó en grupos lobos en Canadá, la tendencia era que el líder de la manada fuera el primero en revolcarse en olores fuertes, y luego, los demás integrantes repetían la conducta.
“En los lobos que estudié, si uno comenzaba a frotar algo como un cadáver de ciervo, toda la manada lo seguía y lo frotaba. También he visto esto en coyotes y zorros en la naturaleza. Parece convertirse en el olor que compartes con todos los demás en el grupo”, argumentó el investigador.
Roberto Cazzolla Gatti, biólogo de la Universidad de Bolonia (Italia), publicó una investigación que apunta a otros motivos más complicados que lo mencionado anteriormente: se trata de un “espejo olfativo”.
Junto a sus colegas de investigación, Cazzolla identificó que los lobos podían reconocerse entre ellos mediante los aromas que van dejando a su paso. Los ejemplares analizados no se frotaron en ninguna ocasión en su olor, pero cuando se trataba del olor de los miembros de su propio grupo, otros lobos fuera de su manada e incluso perros, sí se revolcaban.
De acuerdo al biólogo, esos hallazgos permiten entender que los animales son “conscientes de los olores de los otros que quieren recoger de su entorno”, y que además la conducta olfativa cumple una serie de funciones trascendentales, entre ellas, de “identidad” y “sociabilidad”.
¿Y podría ser que el comportamiento solo sea para disfrutar?
Michael Fox, experto en comportamiento animal, afirmó esa hipótesis en su libro Dog Body, Dog Mind: Exploring Canine Consciousness And Total Well-Being. Según sus análisis, los perros se revuelcan en otros aromas por su propio placer, ya que es posible que disfruten de la estimulación que causan olores que son molestos para el olfato de los seres humanos.