En un mundo donde los alimentos ultraprocesados son atractivos, ricos y, además, se venden por todas partes, no es extraño que para muchas personas sea difícil dejar de comerlos.
Papas fritas, hamburguesas, muffins, magdalenas, galletas, bebidas gaseosas, pero también platos preparados que aparentan ser caseros pero que, en realidad, no tienen casi ningún ingrediente que encontrarías en una cocina normal. Incluso, hay algunos que aparentan ser alimentos “saludables” y “light”, como algunos yogures, carnes o cereales.
El gran problema es que estos alimentos ultraprocesados son perjudiciales para la salud.
Según un artículo de The New York Times, este tipo de comida es una de las principales fuentes de calorías en todo Estados Unidos: representan cerca de un 58% de lo que consumen niños y adultos.
Lo preocupante es que, detrás, existe “una montaña de datos epidemiológicos” que relacionan los ultraprocesados con más de 30 problemas de la salud, incluidos la diabetes, obesidad y depresión, entre otros.
Pero, ¿por qué es tan difícil resistirse a este tipo de alimentos?
Por qué es difícil dejar de comer alimentos ultraprocesados
El investigador de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por su sigla en inglés), Kevin Hall, le dijo a NYTimes que los alimentos ultraprocesados están relacionados con la mala salud, incluidas al menos 32 enfermedades como la diabetes tipo 2, obesidad, depresión, cáncer, coronarias y distintos trastornos gastrointestinales.
No obstante, todavía se está investigando cómo exactamente afectan a la salud humana: por ejemplo, todavía no se sabe si tiene algo que ver con la persona que los consume o si son los propios alimentos los que provocan estos efectos.
Aún así, para mejorar la visión de este panorama, se hizo el “estudio más importante sobre nutrición en años” con 20 adultos que vivieron con los investigadores del NIH y pasaron dos semanas siguiendo una dieta que incluía alimentos ultraprocesados y otra, que tenía alimentos ‘reales’.
Los participantes podían comer la cantidad que quisieran, pues ambas dietas tenían exactamente la misma cantidad de nutrientes.
Y los resultados fueron impactantes: en las semanas que estuvieron consumiendo solo alimentos ultraprocesados, los participantes comieron más de 500 calorías extra al día que durante las semanas que se les entregó una dieta sin procesar.
Además, todos los participantes engordaron en promedio un kilo pero, durante la semana donde comieron comida sana y sin procesar, perdieron un kilo.
Con los resultados de este estudio, Hall está intentando comprobar dos teorías sobre por qué los alimentos pueden ocasionar un aumento de peso y por qué es difícil resistirse a ellos.
- La primera, es que estos alimentos suelen tener combinaciones de nutrientes tentadores (como grasas, azúcar, sodio y carbohidratos) que eventualmente puede activar nuestro sistema de recompensa en el cerebro y hacer que queramos comer más de ello.
- La segunda, es que los alimentos ultraprocesados suelen tener más calorías por porción pero aún así, generan menor saciedad, así que las personas podrían estar comiendo de forma inconsciente para llegar a saciarse.
Sobre la primera teoría, la académica de psicología de la Universidad de Kansas, Tera Fazzino, ejemplificó que cuando comemos papas fritas, el cerebro dice “Dios mío, necesitamos otro bocado”, pese a que nuestro estómago diga “por favor, no lo hagas, estamos muy llenos”. Esto, según la experta, es lo que se conoce como hiperpalatabilidad.
En esta línea, según Hall, si es que las empresas de alimentos hicieran que los ultraprocesados tengan menos calorías y componentes menos irresistibles, sería menos probable que quienes los consumen aumenten de peso.
Algo similar opinó Josemier Mattei, profesora de Nutrición en la Facultad de Salud Pública T. H. Chan de Harvard, quien aseguró que el estudio puede ayudar a “orientar las políticas de nutrición”.
Por ejemplo, “los legisladores podrían desarrollar etiquetas para ciertos alimentos, con el fin de advertir sus posibles riesgos para la salud”, algo similar a lo que ya se hace en algunos países, como Chile y Argentina.
No obstante, Hall recomendó que también haya una que categorice los alimentos como ultraprocesados, para que las personas sepan si van a consumir uno de ellos que “están repletos de calorías o diseñados para ser extremadamente sabrosos”.
“Estos hallazgos pueden ayudar a distinguir qué alimentos se pueden comer y cuáles es más importante evitar”, dijo el experto. Y es que, como todo en la vida, hizo un llamado al equilibrio, pues no es necesario que la gente evite absolutamente todas estas comidas.
No obstante, aunque esta propuesta del experto de los NIH suena esperanzadora, el epidemiólogo nutricional de la Universidad de São Paulo en Brasil, Carlos Monteiro, se mostró más escéptico con las grandes empresas de alimentos, pues duda que quieran implementar estos cambios con buena cara.
Y es que, por ejemplo, crear un alimento ultraprocesado que sea menos irresistible podría reducir directamente sus ganancias.
Aún así, Hall insistió en que vale la pena intentar luchar para que los ultraprocesados sean menos nocivos, teniendo en cuenta que las personas no dejarán de comerlos, ya sea por su sabor o su comodidad.
Y es que en general, estos alimentos son fáciles de preparar o hacer, en comparación a, por ejemplo, hacer una receta desde cero, que demanda tener tiempo, habilidad en la cocina y, muchas veces, una inversión mayor de dinero.
Por ejemplo, en la casa del investigador, usualmente intentan comer sano en el día a día, pero aún así se dan pequeños gustos con los nuggets de pollo o las pizzas pre hechas y congeladas, porque son fáciles de hacer y sus hijos más pequeños los disfrutan.
“Suena a castillos en el aire”, reconoció, pero aún así, “creo que hay una posibilidad real de conseguirlo”.