Hay un mural en el Museo a Cielo Abierto en San Miguel que se llama 'Integración". Es un homenaje al vínculo y la colaboración entre los muralistas que pintan y los que usan spray. El artista grafitero es Seth, un francés que está entre los grandes del street art en el mundo. El que usa pintura es Alejandro "Mono" González, cofundador de la Brigada Ramona Parra (BRP), escenógrafo de importantes películas chilenas, profesor de talleres comunales de gráfica callejera, charlista internacional sobre arte urbano, director artístico del Museo a Cielo Abierto en San Miguel, artista y ser humano. No es antojadizo usar ese último concepto para describirlo. Pues se trata de un hombre extraordinario. Un ser muy humano.

Humilde como pocos, el Mono se ha ganado el respeto de todos los artistas nacionales y extranjeros que han trabajado a su lado, por su maestría con el pincel y por su manera colaborativa para entender el mundo. Sus murales nunca son suyos, aclara siempre, y nombra hasta el cansancio a cada uno de los jóvenes, con nombre y apellido, que lo acompañaron en cada una de las obras que realiza. Desde un muro en el Centro Cultural Gabriela Mistral, una pared de un colegio en Lota, hasta esa belleza que está a la salida del metro Bellas Artes o la bestia de cientos de metros cuadrados que cubre casi todo el interior de la estación de metro Parque Bustamante y que se llama "Vida y trabajo".

El Mono es el artista urbano más admirado, el más escuchado, el verdadero padre del arte urbano en Chile. El mismo que pintó junto a Roberto Matta y el resto de la BRP el mural "El primer gol de pueblo de Chile" en 1971, que luego la dictadura se encargó de tapar con 14 capas de pintura, que milagrosamente fue restaurado hace algunos años y que hoy es la joya de un hermoso centro cultural llamado Espacio Matta, en La Granja, el cual muy pocos santiaguinos conocen.

Cuando este hombre, nacido hace 72 años en Curicó, se para en su puesto del Persa Víctor Manuel los fines de semana a vender sus grabados, su inmenso arte en versión "obra que puedo enmarcar y colgar en la pared de mi casa", hay que retarlo porque los precios que cobra son ridículos. Pero él se ríe, agradece y deja claro que lo que le interesa es que cualquier persona, hasta la más humilde, pueda tener acceso al arte, a la belleza, a la cultura.

El Mono es así. De verdad. Decente como pocos. Dueño de un trazo tan potente que es muy fácil de reconocer.

Un héroe urbano.

Un ídolo del arte.

Y probablemente hay una sola razón por la que aceptó ser candidato al Premio Nacional de Artes Plásticas 2019: porque sabe que este premio, si lo gana, no será para él, sino que para todos los artistas de la calle. Sería la primera vez que un artista urbano, uno que no pertenece a la academia, recibiría este reconocimiento. Y eso sería tan justo como emotivo.

Por favor, que el Premio Nacional no se quede sin el Mono González.