El primer indicio del golpe fue que el comandante del Ejército no contestaba el celular. Cerca del medio día del pasado miércoles, 26 de junio, el presidente de Bolivia, Luis Arce, estaba en un acto del aniversario de un sindicato campesino cuando su ministro de Defensa, Edmundo Novillo, se acercó para entregarle un mensaje urgente.
Arce lo escuchó atentamente. El hombre, alarmado, le dijo que había recibido información de que los militares estaban camino a La Paz, pero no se sabía quién les había dado la instrucción. Lo único que sabía era que Juan José Zúñiga —entonces comandante del Ejército— no contestaba ninguna llamada.
Tampoco los otros dos comandantes Marcelo Zegarra, de la Fuerza Aérea, y Juan Arnez, de la Armada.
“Terminado el acto, al momento de bajar desde la ciudad de El Alto, hemos hecho el intento de comunicarnos, en persona, con el comandante del Ejército. Tampoco hemos recibido respuesta, incluso mandamos mensajes”, relató Arce, en su primera aparición en la prensa tras el intento de golpe de Estado ayer en la noche.
Entonces comenzó el caos.
Cómo vivió el intento de golpe el presidente de Bolivia Luis Arce
El presidente boliviano se desplazó rápidamente a la Casa Grande del Pueblo, la sede oficial de gobierno, donde se juntó con el vicepresidente, David Choquehuanca y con la ministra de la Presidencia, María Nela Prada. El recinto está a una cuadra de la Plaza Murillo, donde se desataron las protestas y el supuesto golpe.
Estaban discutiendo cómo avanzarían cuando comenzaron a escuchar sirenas. Eran pasadas las 3 de la tarde.
“Me acerqué a las ventanas para ver y eran carros de combate militares que habían entrado en la plaza”, relató Prada. Los militares se asentaron en la Plaza Murillo y uno de los carros blindados comenzó a arremeter contra la puerta del Palacio Quemado, otra sede gubernamental.
“El ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, intentó hablar con quien estaba a cargo de esa operación. No pudo contactarse. Subió y nos informó que en uno de los vehículos estaba el general Zúñiga y el almirante Arnez”, dijo el mandatario.
Pero en cuanto vio que una tanqueta tumbó la puerta del Palacio Quemado, Arce decidió bajar y enfrentar a Zúñiga.
“¡Cuidado, están haciendo un golpe contra el pueblo boliviano! ¡No se lo voy a permitir! Si usted se respeta como militar, repliegue todas sus fuerzas. ¡Es una orden!”, encaró a gritos el mandatario al general Zúñiga, según informó El País.
Entre el vaivén de voces levantadas, también destacó la de María Nela Prada, mano derecha de Arche: “¡Traidor!”, vociferaba.
Sin embargo, Arce confirmó que Zúñiga no quiso acatar sus órdenes. Tampoco los otros dos comandantes. Zegarra, de la Fuerza Aérea, habría mostrado duda: “Le insistí que reflexione y que vea las consecuencias que podía llegar”.
Ante la negativa, el presidente se habría dado cuenta que necesitaba cambiar a los tres comandantes de inmediato. Y así lo hizo: se encargó de que la ceremonia improvisada fuese cubierta por la televisión y tomó juramento a los tres nuevos comandantes de las fuerzas.
Esto bastó para que los militares y Zúñiga se replegaran. El general fue arrestado, pero se apresuró a declarar que se trataba de un autogolpe y que el mismo Luis Arce estaba detrás del conflicto.
El mandatario, en la misma aparición que hizo en la prensa anoche, aseguró estar indignado por la acusación de Zúñiga. “¿Cómo podría ser una instrucción o una planificación de un autogolpe? (...) Él actuó por cuenta propia”, declaró con firmeza.
“Él arguye que yo le habría instruido para ganar un poco de popularidad. Lamentablemente para él, y se ha demostrado, que yo no soy un político que se va ganar la popularidad con la sangre del pueblo”.