Los árboles se reflejan perfectamente como si se mirasen sin apuros en un espejo gigante. La quietud de la laguna Toro sin viento y una alargada neblina que baila entre las copas del bosque de la ribera opuesta, obligan a la introspección. Sin compañía ni otros sonidos humanos, la naturaleza se muestra tan perfecta que parece la antítesis del basural en que hemos convertido otras zonas del planeta.
El frío húmedo de esta zona del Parque Nacional Puyehue obliga a moverse. O tomar un mate para calentar el cuerpo. Y volver a viajar, parar y mirar todo de nuevo. Un ritual que se repite bastante dentro de esta área protegida desde 1941. Dueña de bosques siempreverdes, volcanes activos y aguas termales, permanece en un anonimato extraño.
Sus atractivos son tan vastos que debería estar lleno de excursionistas aprovechando una decena de trekkings que conducen a lagos andinos, cuevas volcánicas y extensos miradores andinos. Pero aquí con suerte aparece alguien, que luego de un fugaz saludo entra en ese mutismo profundo e íntimo que permiten los bosques.
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Las aguas termales son uno de los principales atractivos de la zona. Crédito: Jorge López Orozco[/caption]
Distante a sólo 76 kilómetros al este de Osorno, por la vía internacional que une a esta urbe con la trasandina y archifamosa ciudad de San Carlos de Bariloche, el parque ha sido más conocido a través de las ventanas de los vehículos que lo transitan rumbo al paso Cardenal Antonio Samoré, frontera con Argentina. La vía primeramente llega a Entre Lagos, y luego bordea el lago Puyehue, sistema hídrico de 157 km2 que bautiza a todo este inmenso lugar.
Las aguas tienen un lugar fundamental para toda esta región. No sólo por sus precipitaciones de más de dos mil milímetros anuales que mantienen verde a su geografía y conforman un complejo de ríos, lagos y lagunas. Sino también por sus aguas termales, las que le han dado una larga fama y cuyo máximo emblema se alcanza a vislumbrar desde la carretera.
El hotel, las cabañas y el cerro Aike
Una inmensa estructura de piedras, maderas y hierros constituye la gran edificación del Hotel Termas de Puyehue, que tiene una historia más larga que los orígenes del propio Parque Nacional. Fue en 1937 cuando comenzaron a construirlo y esa estructura se mantiene hasta hoy con una vigencia fácilmente comprobable. El hotel es el principal referente termal de la zona y funciona todo el año como un resort todo incluido, posee tres programas para alojar, y un day pass para quienes quieran usar sus aguas ricas en minerales como cloruros, sulfato, hierro, zinc, calcio/magnesio, sodio y litio, sin la necesidad de alojar en alguna de sus espléndidas habitaciones.
Amplios pasillos internos conducen al glorioso mundo de las aguas termales. Un enorme ventanal con vista al bosque, enmarcado entre muros de rocas y vigas, es el entorno de la principal piscina techada del hotel, rodeadas de jacuzzis y una tina con agua fría. Afuera hay un par más en que el contacto con el frío de la naturaleza hace agradecer el milagro de la temperatura del agua. También hay masajes, chimeneas prendidas, un restaurant buffet, una sorprendente cancha de bolos y aguas minerales -de fabricación propia- para beber.
El hotel limita con un ondulante camino que lleva al centro de esquí Antillanca. Prácticamente en la mitad de la ruta, aparecen las cabañas de las termas Aguas Calientes junto al Centro de Interpretación Ambiental de Conaf. En Aguas Calientes, el contacto con la naturaleza es permanente: hay que caminar al aire libre entre las piscinas -techadas o a cielo abierto- y el restaurante, transitando entre el frío ambiental y el calor del fuego que crepita. Afuera, la naturaleza invita a visitarla, pero es deber reconocer que es difícil salir de ese perfecto bienestar entre termas, cama calentita y aire sureño.
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Piedra, madera y hierro se mezclan en el Hotel Termas de Puyehue. Crédito: Jorge López Orozco[/caption]
La carretera luego de Aguas Calientes asciende entre bosques de renovales, lagunas como la del Toro y sus reflejos, hasta llegar al centro de esquí Antillanca, con más de seis décadas de funcionamiento. Un letrero de madera dice: Bienvenido a Patagonia Norte. Un acogedor hotel de madera se convierte en la base para internarse en la zona de montañas y volcanes del arque. En temporada de verano hay caminatas geológicas que se introducen en cuevas subterráneas del volcán Casablanca. Nacidas de las erupciones y enfriadas durante siglos, se convierten en un desafío a entrar en un territorio completamente desconocido.
Cuando hay nieve, desde los ventanales del hotel Antillanca se puede divisar el cerro Haique. El curioso nombre de la montaña se remonta a los tiempos en que no había andariveles y la gente subía a pie para luego lanzarse ladera abajo. "Hay que ser huevón", dicen que decían los que miraban y reían del esfuerzo. El Haique cuenta con cinco andariveles y nueve pistas que son flanqueadas por largas extensiones de lengas.
Nacimiento natural
Nicolás, el guía del Hotel Puyehue, debe medir un metro 90 y entra de cuerpo entero en un hueco de un antiguo coihue. Por un segundo se pierde de vista, pero al instante sale sonriendo. "Vayan de a uno y manténganse en silencio un instante", ordena. Unos segundos más tarde, la sensación de sentirse dentro de un útero vegetal cambia algo en la perspectiva de las cosas.
El bosque siempreverde es un territorio sorprendente en que la ciencia no ha desentrañado todos sus misterios. Por su importancia biológica planetaria, forma parte de la Reserva de la Biósfera Bosques Templados Lluviosos de los Andes Australes. Distinguida por la Unesco el 2007, contiene uno de los bosques intocados más grandes del mundo.
Una húmeda jungla laberíntica llena de arbustos, lianas helechos, musgos y líquenes con decenas de formas y tonalidades forman un murallón verde. Sobre las cabezas las tepas, mañíos y enormes coihues se elevan orgullosos y cubiertos por enredaderas. Aunque es tierra de mamíferos como zorros o pumas, es más común oír a decenas de aves en la espesura vegetal o el golpeteo del carpintero negro.
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Bosques en el Parque Nacional Puyehue. Crédito: Jorge López Orozco[/caption]
O el sonido del agua cayendo sin parar. Nicolás nos lleva por el sendero que termina enfrentando al salto La Princesa. La cascada de una decena de metros de altitud ruge entre ulmos y tepas. El efecto del agua que cae sin cesar es un imán visual que sólo se interrumpe cuando el guía cuenta la leyenda de que en este sitio, frente a las raudas aguas del río Gol-Gol, las mujeres mapuches venían a dar a luz. Un lugar preciso para que el humano que nacía entendiera, desde el primer momento y con claridad, que es la naturaleza la primera que lo recibía.
Datos prácticos
*Hotelería, termas y actividades outdoors: www.puyehue.cl
*Viajero Independiente: El bus Expreso Lago Puyehue hace la ruta Osorno-Aguas Calientes cada hora, entre las 7 y las 19 horas. Facebook: Expreso Lago Puyehue.