Sólo unos días antes de que Chile entrara en la Fase 3 de la pandemia, en marzo del año pasado, el economista Ralph Chami estuvo de visita en el país para participar en la “Primera Conferencia Regional para Cambio Climático en América Latina y El Caribe”, que organizó la Fundación MERI, y también visitó la reserva natural de Melimoyu que MERI tiene en la Patagonia norte. “Me impresionó la belleza y el potencial de su país para proteger y aprovechar el poder de la naturaleza en beneficio de nuestro bienestar”, comenta Chami desde Estados Unidos.
La relación Chami con nuestro país se ha vuelto cercana. La Fundación MERI lo contactó para ser parte de Blue Boat Initiative, proyecto que impulsa en conjunto con el Ministerio de Medio Ambiente, y que busca implementar un sistema de alerta temprana por medio de boyas inteligentes para entregar información a los barcos y buques sobre la presencia cercana de estos animales, y así evitar colisiones.
Chami no es un economista tradicional. Él define a los “economistas tradicionales” como aquellos que están entrenados para pensar en la naturaleza como “extractiva”, lo que significa que ven el valor de una ballena muerta o un bosque muerto para obtener su madera. Él, en cambio, se sitúa en la vereda opuesta. “El nuevo paradigma económico ve la naturaleza desde un lente regenerativo, donde la naturaleza viva y próspera produce beneficios económicos que superan a los que da la industria extractiva”, afirma.
Dice que su vida tuvo un giro cuando vio por primera vez a una ballena azul en el Mar de Cortés -en el noroeste de México-, un lugar que Jacques Cousteau llamó “el acuario del mundo”. Las ballenas azules se convirtieron en su objeto de estudio. Por ejemplo, Chami calculó que cada una de ellas puede capturar 33 toneladas de CO2 a lo largo de su vida, es decir, 1.500 veces más que un árbol.
No es todo. En septiembre pasado se dio a conocer el estudio titulado “On Valuing Nature-Based Solutions to Climate Change: A Framework with Application to Elephants and Whales”, de diversos autores -incluidos Chami y Sonia Español-Jiménez, directora del área cetáceos de Fundación MERI-, donde se valorizó en entre US$ 2.280 millones y US$ 3.000 millones a la población de ballenas azules en el país, la que se estima en 570 a 760 ejemplares. Esta tasación está basada en los servicios ecosistémicos marinos que entrega esta especie.
”Una ballena muerta vale entre 40 y 80 mil dólares si es que se vende para carne en países que todavía comen carne de ballena”, explica Chami. “Una ballena viva, por otro lado, ayuda a capturar toneladas y toneladas de CO2, ayuda a aumentar los peces en los océanos y genera el turismo de ballenas. El valor de todos esos servicios, en promedio, es de cerca de 2 millones de dólares por ballena.
Chami agrega que, en la actualidad, la demanda de compensaciones de CO2 de los países y empresas se está disparando. “Podemos vender el CO2 de una ballena chilena en el mercado de cambio de CO2 a 25 dólares por tonelada. Sin embargo, se espera que ese precio aumente a cientos por tonelada muy pronto”, añade.
”Entonces, ¿por qué querrías matar a una ballena? Al permitir que la ballena viva y tenga crías puedes tener más peces, más turismo de ballenas y puedes vender más créditos de CO2 a empresas como Microsoft que desean compensar su huella de CO2. Podemos hacer lo mismo con los manglares, algas marinas, marismas, ya que cada uno captura entre 5 y 7 toneladas de CO2 por hectárea por año”, reflexiona.
-Hasta hace unos años era común escuchar a los economistas decir que la conservación era un obstáculo para el desarrollo económico. ¿Qué piensa de esa lógica?
-De hecho, la visión de conservación versus negocio está obsoleta respecto del papel de la naturaleza en nuestras vidas y sistema económico. El nuevo paradigma, en contraste, reconoce que la naturaleza nos proporciona servicios valiosos. Esto, en base a la nueva ciencia que ha revelado que las ballenas secuestran enormes cantidades de CO2 equivalentes a millones de árboles, por ejemplo. El secuestro de carbono es muy valioso para nosotros, ya que los países, compañías y el mundo están tratando de pelear contra el cambio climático y evitar pasar los 1,5 - 2 grados. Esto significa que ahora hay una demanda insaciable de tecnologías, en este caso de activos naturales como ballenas, árboles, manglares, algas marinas, elefantes, etc., que pueden secuestrar carbono. Eso quiere decir que los países y compañías están dispuestos a pagar por esas tecnologías, por lo tanto, valorando la naturaleza en términos de sus servicios a la humanidad podemos crear mercados con soluciones naturales para combatir el cambio climático. Pero esos activos sólo son valiosos si son sanos y pueden crecer. Eso es la “nueva conservación”. En otras palabras, ahora la conservación no sólo ayuda a proteger algunos activos naturales, sino que también ayuda a generar ganancias económicas y financieras a las comunidades y países donde existen esos activos naturales.
-Sabemos que la conservación de la tierra, los océanos y las especies generan beneficios sociales y de bienestar sicológico para las personas. ¿Por qué fue necesario mostrar que además hay un beneficio económico?
-Si quieres la atención de los políticos y de los mercados, tú tienes que hablar en su lenguaje. Su lenguaje es el dólar, así que tienes que convertir en dólares lo que la naturaleza viva puede hacer por nosotros. Estos son beneficios en dólares y ahora ellos pueden comparar esto con el costo de conservación que está en dólares. Y adivina qué: los beneficios monetarios de la naturaleza superan los costos de la conservación. En consecuencia, los políticos ahora pueden actuar para proteger la naturaleza en Chile. Los mercados financieros invertirán en la naturaleza y el sector privado se asociará con el gobierno para crear una economía en torno a la naturaleza viva. Y con esto se crean empleos para las comunidades locales y ¡al mismo tiempo se garantiza que se cuide el medioambiente! Esto es lo que llamo un modelo win-win: prosperidad económica verdadera para todos que es sustentable, inclusiva y amigable con la naturaleza.
Reactivación sostenible
Chami dice que, en algún momento de la historia, los humanos “al parecer” desarrollamos amnesia y comenzamos a creer que estábamos separados de la naturaleza. “Peor aún, asumimos que la naturaleza siempre estará para nosotros, independientemente de nuestras acciones. Por eso, nos embarcamos en un comportamiento irresponsable enfocándonos sólo en nosotros y abusando del mundo natural y sus criaturas. A cambio de esto tuvimos el llamado ‘progreso’ o ‘crecimiento’, pero ¿a qué costo? Ahora, este comportamiento irresponsable y centrado en el ser humano nos ha atrapado. La naturaleza nos está recordando que regresemos a nuestro hogar. Ahora estamos pagando el precio, un alto precio. Y ese precio seguirá subiendo hasta que aprendamos nuestra lección”, dice, y agrega: “Vale la pena salvar la naturaleza. Vale la pena salvarnos”.
-¿Cómo se explica que en algunos países, como Chile, persista la dicotomía conservación versus desarrollo?
-Esto no es una sorpresa. Hasta antes de nuestro trabajo (el paper), la conservación era vista desde la perspectiva de los costos, pero el beneficio de proteger la naturaleza no era entendido. Todo lo que podías escuchar es que necesitamos proteger las ballenas, pero ¿por qué? Bueno, porque son intrínsecamente valiosas, pero no sabíamos de su valor para nosotros los humanos. En el mejor de los casos los científicos sabían del servicio de carbono de las ballenas desde 2010, pero no había forma de que ellos valoraran ese servicio. Entonces, ahora calculamos el valor del carbono/turismo/valor pesquero de una ballena azul chilena y, adivina y qué: tiene un valor de millones de dólares, aparte del valor intrínseco de la ballena por sí misma o de cualquier criatura. Entonces, incluso una persona que no se preocupa de la ballena en sí misma se dará cuenta que esa ballena puede traer consigo muchos beneficios económicos para la comunidad. Por esto, una ballena viva es valiosa para nosotros y ahora también la conservación se vuelve rentable.
Este es un cambio de paradigma, especialmente para el pensamiento tradicional de que solo el desarrollo a costa de la naturaleza trae prosperidad. Pero nuestro modelo dice: la naturaleza que está viva y bien es mucho más valiosa monetariamente que la que está muerta.
-¿Qué tiene que pasar para que el sector financiero invierta en proteger la naturaleza en vez de explotarla solamente?
-En el caso de Chile sería recomendable que el gobierno declarara a la ballena como un bien nacional y le diera un valor monetario basado en nuestro trabajo. Después, si alguien daña una ballena, la multa es el valor de la ballena. Sólo ahí el sector financiero y privado se darían cuenta de que hay ganancias en proteger a una ballena. Por su puesto, esto llevará a que se invierta en proteger la naturaleza y esto creará empleos y dará propiedades en las comunidades locales. El gobierno ganará dinero con todos los flujos que ingresen a Chile. Pero hay que tener en cuenta que no sólo se beneficiará el gobierno, el sector privado y las comunidades locales, sino también el mundo y la naturaleza en sí misma. Un modelo en el que todos ganan. Hay que mirar cómo Nueva Zelanda ha dado “personalidad” a los ríos y declarado que todos los animales son “seres sensibles”. Por supuesto, hay otros ejemplos de Costa Rica, etc. Valorar los beneficios de la naturaleza no es suficiente sin una acción política de reconocer los activos naturales y preservar sus derechos de propiedad.
-La pandemia del Covid ha causado una crisis económica en muchos países y algunos de ellos están avanzando en tener una reactivación sostenible después de la pandemia. ¿Qué iniciativas en esa línea destacaría?
-Lo más importante es que lo que hagamos no repita los errores del pasado y al avance de la crisis climática. Necesitamos un nuevo paradigma que ponga a la naturaleza en el escenario principal y, como mostré recientemente, el nuevo paradigma generará una inmensa riqueza para Chile y otros países que inviertan, por lo tanto, se beneficiarán de una naturaleza próspera.
-¿Cree que es posible que los países puedan lograr un entendimiento global para combatir el cambio climático?
-No tenemos otra opción. La crisis climática está sobre nosotros y si no trabajamos todos juntos, estaremos condenados. Hay esperanza, porque hay varias iniciativas para desarrollar una acción coordinada en todo el mundo que se están llevando a cabo. Todas ellas involucran una reducción de las emisiones de cara a lograr niveles cero para el 2050. ¿Cómo esperamos lograr eso si no trabajamos juntos?