“Alcalde, ¿usted se imagina la calle Alcázar con ciclovías en vez de autos?”, le preguntó en 2015 Raimundo Agliati, quien dirige la Secretaría de Planificación Comunal (Secplac) de Rancagua, a Eduardo Soto, la autoridad edilicia. “¡Dele!”, fue la respuesta.

Cinco años después, Rancagua se ha transformado en un ejemplo de movilidad sustentable a escala humana para el resto de Chile. No sólo tiene integradas las ciclovías en el Plan Regulador, sino que ha ido mucho más allá: está a punto de inaugurar el primer estacionamiento de bicicletas en una estación de trenes, para lo cual sumaron a EFE, la empresa de Ferrocarriles del Estado. En pocos días más podrás llegar en una bicicleta al tren, dejarla estacionada en forma segura, tomar el tren, para así regresar horas más tarde a tu casa en esa misma combinación de transportes.

Ya son 58 kilómetros de ciclovías las que tiene Rancagua, las que están interconectadas y permiten que esta ciudad de 300 mil habitantes y donde nada está a más de cuatro kilómetros del centro, pueda ser considerada una urbe de 15 minutos para bicicletas. Por supuesto que ayuda el tamaño intermedio de Rancagua, pero ¿cuántas ciudades parecidas hay en nuestro país que no han hecho nada similar? Y no se trata sólo de bicicletas.

Los peatones son tanto o más importantes. Raimundo Agliati y su equipo han hecho algo tan simple como esencial: contar. Lo mismo que lleva haciendo 50 años el arquitecto danés Jan Gehl, y que permitió que Copenhague dejara de ser una ciudad para autos y se transformara en una ciudad para personas. Es decir, contar cuántas personas caminan por una vereda versus la cantidad de autos que pasan por la calle. Así pudieron averiguar que en calles tan importantes de Rancagua, como Estado, caminaban cerca de 9 mil personas al día por veredas de un metro de ancho, o en el caso de Av. Brasil, eran 40 mil los peatones diarios que no tenían buenas condiciones para desplazarse.

Entonces, a través del urbanismo táctico, empezaron a modificar esas y otras calles de manera provisoria, para privilegiar a los peatones. Pero no se quedaron en lo táctico, sino que la siguiente fase fue lo permanente: $ 4.500 millones de inversión en 17 mil metros cuadrados, todo eso en pleno centro, donde después de tres años en que los peatones le tomaron el gusto a tener dos tercios de la calle para ellos, ahora la experiencia se transforma en algo definitivo. Una perfecta mezcla de vocación y convicción transversal.

Basta ver la foto del Seminario por la Ley de Convivencia Vial que hicieron en Rancagua en 2018 y en la cual se firmó la “Carta del Caminar” (Walk 21). En total, aparecen 28 personas en esa imagen: alcalde, intendente, seremis, director del Serviu, rectores universitarios, así como representantes de gremios y medios de comunicación. No es de extrañar, entonces, que Rancagua haya podido reaccionar tan rápido a la pandemia del Covid-19. En un tiempo récord demarcaron las zonas de mayor congestión de peatones con tres mil círculos pintados, trabajo que complementaron con la creatividad de la ONG Espacio Lúdico. Y la gente los respetó. Frente al Registro Civil, al ServiEstado, a la Caja de Compensación, al SII, el IPS, Fonasa, AFC, bancos, los Cesfam, cinco colegios y las cooperativas, te encontrabas con círculos blancos y amarillos para respetar la distancia. Una coordinación entre el municipio y la Unidad Operativa de Control de Tránsito (UOCT) que ya se quisieran otras ciudades.

A eso sumaron seis cuadras en torno al Paseo Independencia, donde restringieron el acceso para autos desde la mañana hasta la noche. Era que no. Las mediciones demostraban que calles como Campos, Astorga y Bueras eran muchísimo más utilizadas por peatones que por autos. Y, como guinda de la torta, realizaron una potente redistribución del espacio público en Avenida Brasil. En 72 horas cerraron definitivamente el acceso a los autos (en 2017 ya habían limitado el uso a una pista) y bajaron los kioscos de la vereda a la calle. Como no faltaba el que veía en todas estas acciones un supuesto “estímulo” a salir a la calle, un artista rancagüino diseñó unos soportes que invitaban a quedarse en casa. Aplausos para Rancagua, por favor.