Apenas sale el sol, se pueden ver las jaulas en fila, en la frontera de Haití y República Dominicana. Están encima de camiones y parecieran estar hechas para transportar animales grandes, como vacas u ovejas. Sin embargo, dentro hay personas, desde niños pequeños, mujeres embarazadas, jóvenes, hasta adultos mayores.
Algunos de ellos ponen sus manos sobre las barras de hierro oxidado y tratan de mirar hacia afuera. Son haitianos, que han sido deportados por las autoridades de inmigración dominicanas.
El país comenzó a implementar la estricta misión de deportar a 10.000 migrantes por semana. Hasta ahora, según un reportaje de The New York Times, han desterrado a más de 55.000 personas.
Por qué República Dominicana está expulsando a miles de haitianos
Una mujer de 24 años, identificada como Rose-Mieline Florvil, le dijo al NYT que estaba en su casa en Santiago, al norte de República Dominicana, cuando allanaron su casa. “Morena, ven acá”, le dijeron los agentes de inmigración antes de llevársela.
“No pude correr porque estoy embarazada”, contó.
Así como ella, son decenas de miles los extranjeros que son capturados en allanamientos y controles, para después meterlos en jaulas y llevarlos a Haití por tierra.
Esta política de inmigración, en parte, se da por las tensiones que existen entre ambos países.
En Haití, hay serios problemas: las pandillas son extremadamente violentas (en especial, desde que asesinaron al último presidente de Haití), el gobierno no tiene líderes que puedan organizarse y controlar bien el Estado y la salud es deficiente.
Es un ambiente hostil para vivir, por lo que muchos han optado por buscar oportunidades en República Dominicana, el país vecino.
Pero el gobierno dominicano y, en general, su población están “hartos”.
“La percepción general en la población dominicana es que nosotros estamos brindando una asistencia, servicios sociales, mayor de lo que a República Dominicana le compete y que la comunidad internacional nos ha dejado solos para atender las necesidades haitianas”, dijo el ministro de Relaciones Exteriores dominicano, Roberto Álvarez.
Su gobierno declaró que su país no da abasto con tantos migrantes y que están “pagando los platos rotos” de una crisis que el resto del mundo está ignorando.
Es por esto que el mandatario dominicano, Luis Abinader, avisó en octubre de 2024 que la política de inmigración sería mucho más estricta: y así fue.
Reforzaron sus controles fronterizos y desplegaron equipos especializados para capturar migrantes indocumentados y traficantes de personas. Lo más sorpresivo fueron las redadas masivas, donde distintas organizaciones de derechos humanos han denunciado tratos inhumanos y violentos.
“Nosotros no necesitamos dar explicación para respetar nuestras leyes de migración”, dijo en defensa el presidente.
Las violentas redadas antimigrantes de República Dominicana
Cada vez son más los testimonios de extranjeros que han sido violentados por las autoridades en estas redadas que buscan capturar y expulsar a inmigrantes indocumentados.
Según denunció la coordinadora de protección de la Organización Internacional para las Migraciones de la ONU, Laura d’Elsa, “los migrantes han llegado a Haití heridos por palizas”.
“Muchos otros denunciaron haber sido acosados verbalmente. ¿Por qué se producen todos estos abusos masivos? Es extremadamente chocante de ver y lo más extremo que he visto nunca”.
Un joven de 17 años denunció que en el allanamiento de su casa, fue disparado en la pierna sin razón. También hay niños que residen en albergues (que no tienen padres) que han sido expulsados y permanecen solos en las jaulas, sin ningún adulto a cargo.
En el problema, también habría un componente racial.
República Dominicana hizo una reforma en la Constitución para eliminar el derecho a la ciudadanía por nacimiento para los hijos de inmigrantes indocumentados. Es decir, si los migrantes tienen hijos en el país, estos no serán reconocidos como dominicanos y, por tanto, pueden ser expulsados sin más.
“Por perfil racial, pueden ser detenidos y expulsados de su propio país de nacimiento”, explicó Bridget Wooding, especialista en inmigración de un instituto de estudios migratorios de la capital dominicana, Santo Domingo.
“Eligen a las personas por el simple hecho de tener la piel negra”, se quejó la entonces ministra de Asuntos Exteriores de Haití, Dominique Dupuy, sobre la crisis que sucede con los miles de haitianos que migraron hacia el país vecino.
En 2017, se estimó la presencia de casi 500.000 haitianos en República Dominicana. Ese número podría haberse duplicado en los últimos años, según los expertos.
El problema que representan los haitianos en República Dominicana
Aunque muchos dominicanos reconocen el aporte de los haitianos en la economía —pues suelen tomar trabajos de más esfuerzo, como en las construcciones y cultivos—, también existe mucha resistencia a aceptarlos.
Y es que los problemas que suceden en Haití repercuten directamente en República Dominicana. Y el gobierno se ha cansado de pedir ayuda internacional para encontrar soluciones.
“Cualquier cosa que ocurra en Haití tiene consecuencias directas en República Dominicana. No creo que la gente lo entienda del todo”, dijo Eduardo Gamarra, académico de relaciones internacionales de la Universidad Internacional de Florida al NYT.
La falta de ayuda de otros países habría marcado la decisión de poner “mano dura” en la crisis de migración.
El vicepresidente del partido Fuerza Nacional Progresista, Pelegrín Castillo, dijo que “si la comunidad internacional no asume su responsabilidad del frente dominicano, vamos a defender lo nuestro, nuestro espacio, nuestro territorio, nuestra nación, nuestra identidad”.
Mientras tanto, los inmigrantes en la frontera viven situaciones críticas. Ya sea porque están encerrados y siendo transportados en jaulas, como si fuesen animales, o porque acuden a organizaciones de apoyo a refugiados para suplicar que los ayuden a salir de Haití.
“Si tuviéramos un presidente en nuestro país, no creo que, hoy en día, Luis Abinader (presidente dominicano) nos maltrataría como nos está maltratando”, dijo la mujer embarazada, Florvil. Después de ser expulsada, decidió quedarse cerca de la frontera para vender agua.
“Lo hace porque sabe que no tenemos un presidente que hable por nosotros”.