Me vine a Australia con mi familia en 1975. Tenía 16 años y llegamos a la ciudad de Melbourne. Ahí hice mi vida, estudié, trabajé y, años más tarde, conocí a mi esposa.
Como ella es de Adelaide, una ciudad del estado de Australia del Sur, al tiempo me pidió que nos fuéramos a vivir a ese lugar, donde se encontraba su familia. Llegamos a un pequeño pueblo en el campo que se llama Macclesfield y que está a unos kilómetros de la ciudad.
Yo no conocía a nadie fuera de la familia de ella. Entonces, una persona me dijo que la mejor forma de ampliar mi círculo social era participar en las actividades y en las organizaciones comunitarias, y uno de esos grupos eran los bomberos. Días después de mi llegada fui a una reunión para ofrecerme como voluntario, me hice miembro y rápidamente empecé a entrenar y trabajar con ellos. Desde entonces, han pasado 21 años y sigo siendo parte de la brigada de bomberos de Macclesfield.
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Ricardo Fredes[/caption]
En Australia existen acuerdos de apoyo mutuo entre los diferentes estados. Si hay problemas en un lado, ellos pueden pedir ayuda de otra zona. Un día recibimos un llamado de los bomberos de Nueva Gales del Sur, que es donde está Sidney, pidiendo voluntarios para que colaboraran en el combate de los incendios. En octubre fui a ese lugar y ya llevaban más de cuatro semanas luchando contra un incendio de gran envergadura. Mandábamos sesenta voluntarios cada semana para colaborar con la gente de allá; nosotros íbamos una semana, otros la siguiente, y así. Y eso se ha mantenido desde octubre del año pasado.
Mi primera impresión fue ver que todo estaba completamente seco. No había nada verde y el trabajo que estábamos haciendo era bastante diferente a como funcionamos en mi localidad, porque allá uno de los problemas es que no hay agua debido a la sequía. Entonces hay que hacer el trabajo manual, con palas, con lo que sea; es algo a lo que no estamos acostumbrados porque nosotros siempre trabajamos desde un carro que lanza agua.
Lo quemado lo he visto antes, eso no me afectó. El tema era la sequedad del lugar, porque cuando uno va a un incendio está el asunto de los cambios de dirección del viento y ver todo tan seco es un aviso que es peligroso, porque si hay una variación el fuego se propaga mucho más rápido. Es bastante jodido trabajar en esas condiciones. El fuego ha crecido de una manera increíble. Cuando se habla del incendio, se dice que va a estar activo hasta marzo, pero a lo mejor, según las noticias que he recibido, vienen unas lluvias y podrían ayudar a apagar las llamas.
El pueblo donde vivo queda a dos mil kilómetros de Nueva Gales del Sur, pero los incendios también han afectado esta zona. Tuvimos uno bastante grande cerca de mi casa en diciembre, se perdieron más de 80 casas e incluso hubo un fallecido. Recién en enero lo logramos controlar y todavía hay focos que se escapan. Por otro lado, en este momento está incendiándose la Isla de los Canguros, que es parte de nuestro estado y donde nos turnamos para viajar y asistir.
En la ciudad hay mucho apoyo. El tema se ha tratado por años y se han hecho campañas de educación de la población para actuar en catástrofes. Todos los años se le enseña a la gente qué es lo que hay que hacer. Por ejemplo, en el pronóstico del tiempo si un día hay 34 grados con viento, ponen cuál es la alarma que va a haber en una escala de riesgo. Hay diferentes niveles y dependiendo de esos índices es como la gente tiene que actuar o prepararse. Severo, extremo y catastrófico son los tres niveles más grandes y se le pide a la población que salga de los lugares, que evacúen. En esos días que son de alto peligro se ven muy pocas personas, porque se van a los sitios más seguros, que ya están designados y los habitantes saben dónde están. Se trata de que la gente salga del área, lo cual nos ayuda como bomberos para movilizarnos.
Aunque lleve 21 años siendo bombero no me puedo acostumbrar a la catástrofe. Uno lo ve tanto, especialmente en estos incendios grandes, vas andando por kilómetros y kilómetros de casas quemadas, animales muertos y destrucción. Y esto pasa tan rápido. Pero una de las cosas buenas que tenemos acá como bomberos es que existe apoyo y, por ejemplo, tenemos equipos de sicólogos para nosotros y nuestras familias. Recuerdo cuando asistí a un accidente en Tasmania y durante seis meses me llamaron para ver cómo estaba. Eso se hace muy seguido; cuando vivimos situaciones chocantes tenemos un equipo que está siempre al lado y nos apoya.
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Equipo de tareas de Ricardo en Nueva Gales del Sur, Octubre 2019.[/caption]
Hay personas que les ha afectado bastante, que han perdido cosas, casas y familiares, entonces cada vez que algo como esto sucede o cuando hay días de riesgo extremo, tú ves que hay una ansiedad en la gente. Tengo vecinos que no están bien. Muchos ya decidieron vender y cambiarse a algún lugar en el centro de la ciudad para no tener que enfrentar ese riesgo. Pero también hay gente que ya está acostumbrada. Por ejemplo, en mi casa hay una maleta en la entrada de la casa y en días extremos yo soy el único que puede quedarse ahí. Todo el resto se va a la playa, a un mall, o a la ciudad a pasar el día con familiares en lugares seguros.
Estamos preparados para que en cualquier minuto se prenda fuego. El otro día nos llamaron a las 10 de la mañana para estar en la estación, porque íbamos a tener 47 grados con viento, entonces teníamos que estar listos para salir. Con estos casos tan extremos, nos llaman a acuartelarnos reiteradamente.
Los vecinos también están preparados. Nosotros tratamos de decirles que incluso se vayan antes, que partan el día anterior y no estén acá, porque las cosas pueden empeorar. Tratamos de educar a la gente de que no debe quedarse porque es un peligro para ellos y para muchos otros. Eso es lo que pasa en los incendios grandes, ya que empiezas a recibir llamadas de personas que no están preparadas para resistir en sus casas y piden que los vayan a ayudar y a veces es muy difícil acudir a esos lugares. Muchos han muerto así.
Yo he visto muchos incendios en mi vida, pero ahora es otra la envergadura y la intensidad. Los científicos nos han dicho desde hace muchos años que esto va a empeorar si no se toman las medidas a nivel mundial para controlar el cambio climático, y Australia es el mejor ejemplo.
Hace falta un cambio en la mentalidad de la gente que está en el gobierno y no solo en este sino que en los de alrededor del mundo. Se necesita mucho que haya un entendimiento, un trabajo en torno a lo que es el cambio climático, porque no hay una conciencia y lamentablemente estamos viendo las consecuencias. Nosotros en Australia, sobre todo como bomberos, estamos muy preparados para combatir siniestros, pero no estábamos preparados para un incendio de esta magnitud, nadie puede estarlo, es inevitable y tiene una fuerza impresionante.
En Chile podría pasar lo que está pasando aquí. Podría ocurrir en cualquier lugar pero allá ya ha sucedido, no con la envergadura que se ve en Australia en este momento, pero Chile también es una zona propensa al fuego, y yo creo que si no hay un cambio importante, esto va a volver a suceder.
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