Para ver más del especial, entra acá
La pasión de Sara comenzó cuando tenía tres años en la única academia de ballet que había en Montevideo. A los ocho se convenció de que el ballet era lo suyo. Así comenzó una reconocida carrera, que todavía mantiene a sus 70 años, aunque desde otra orilla. Ya no es la primera bailarina, pero dirige y monta las coreografías de su academia y los espectáculos que hace en el Teatro Nescafé de las Artes.
Sara, sin querer presumir, reconoce que siempre le salió fácil bailar, que podía estar haciéndolo todo el día. Sin embargo, cree que si sus inicios en el ballet hubieran sido hoy, no hubiera destacado tanto: "Ahora cambió todo: la técnica, el físico, son altísimas, hacen 200 piruetas. Creo que estuve en la época justa".
-¿Cambiaría algo de su trayectoria?
-No y tampoco volvería atrás. La parte más difícil es entre los 40 y 50 años, aceptar que hay una vejez y que te toca. No tengo problema con la edad, me encanta decir mi edad y poder moverme.
Llegó como primera bailarina al ballet del Teatro Municipal en 1986. No tenía muchas referencias del ballet en Chile, pero su marido la convenció para que aceptara. Apenas vio el teatro se enamoró. Había decidido venir a probar, pero se quedó hasta hoy.
Se retiró como bailarina a los 48 años. Quería hacerlo antes de empezar a decaer. "Terminé feliz de haber cumplido con mi trabajo, de haber hecho una buena carrera. No me podía quejar", dice. Fue la primera bailarina de más de 100 obras y bailó en más de 1.500 funciones.
-El ballet es una carrera que jubila rápido...
-Sí, y uno lo sabe. Tuve la suerte de que Iván (Nagy) traía muchos bailarines invitados y bailé con un montón de bailarines divinos. Pero imagináte que yo tenía 40 y ellos 20. Siempre decía que era la abuelita de mis partenaires.
Hoy Sara divide su tiempo entre su academia, su tienda y las producciones que monta tres veces al año. Da clases en su academia todos los días. Para montar los shows y coreografías tiene que mostrar los pasos, así que sigue saltando, dando vueltas y moviéndose en la pista.
Pasar de ser la bailarina principal a profesora le costó. "Es un mundo completamente diferente, fueron 48 años de egoísmo en la parte profesional, vivís para ti, los demás bailarines no te importan, sólo tú, tú, tú y nada más. Y de repente me encontré con que ya no era yo; yo tenía que ayudar a los demás".
-¿Se siente plena?
-Sí. Hay días que digo "cierro la academia, no quiero más nada", porque empiezas una cosa, terminás otra, terminás las funciones y tienes que partir con la escuela y se te pasa la vida volando, pero es lo que me gusta. Otras veces, cuando no veo resultados o las niñas faltan digo lo mismo, pero es un segundo nomás. Me gusta el trabajo, tener la mente ocupada, los desafíos, estar estresada.
-¿Quizás a los 80 le gustaría retirarse?
-¿A los 80? ¿Realmente crees que voy a llegar a los 80? (risas).
-Hay gente que vive hasta los 100…
-Siempre dije que iba a vivir hasta los 82 u 83. Cuando llegue a esa edad voy a pensar que me falta poco para morirme. En realidad no lo pienso, que llegue la vida hasta donde llegue. Voy a trabajar hasta que no pueda más, ojalá me toque morirme de golpe, porque no soportaría estar impedida o con enfermedades largas.
-¿Se siente más libre hoy?
-En mi escuela hago lo que se me da la gana. Lo sentí cuando dejé de trabajar y era libre como un pajarito, libre de hacer lo que me diera la gana. Tenía un poco de complejo de madre porque me hubiera gustado estar más tiempo con mis hijos, pero no me recriminaron nada. Nunca pude ir a reuniones de colegio. Dices "pucha, podría haber sido mejor madre", pero mis hijos me salieron buenos.
Sara dice que cuando cumplió 60 años estaba feliz por los beneficios que tenía la tercera edad: "Te respetan más, aunque no me gusta que me traten como vieja. Hay cosas que chocan, como cuando en la televisión hablan de la anciana de 70 años, ¿una anciana?, sí, pero te mantenés bien".
Eso, mantenerse bien, es para ella un asunto "de actitud, voluntad y una cantidad de factores más. De sentirse y querer sentirse bien. Me encanta trabajar con gente joven, te mimetizás, me olvido que le llevo 50 años a la gente. Trabajo con bailarines de 20 y me olvido que son menores que yo, nos tratamos de igual a igual y trato de ponerme en onda, en la modernidad y toda esa cosa. No manejo bien el computador, pero trato de estar un poco al tanto de todo. Trabajar con gente joven te sirve mucho, porque viejo con viejo estamos perdidos.
-¿Cómo ve a la tercera edad de hoy comparada con las generaciones anteriores?
-Las mujeres antes no trabajaban, mi mamá lo hizo hasta que se casó. Ahora todo el mundo trabaja y lo hace hasta que puede, se jubilan, pero sigue en otra cosa. El mundo cambió y la gente también, es abismal la diferencia entre las abuelitas de antes y las de ahora.
-¿Cómo se imaginaba a esta edad cuando joven?
-Jamás me imaginé. Mis papás murieron jóvenes, ambos a los 58 años. Mi hermano, a los 57 de un ataque al corazón. Yo cuando llegué a esa edad empecé a ir al médico y hacerme exámenes. De mis 58 años para acá los he vivido como un regalo. A los 30 años no te imaginás de 70. La vida te va llevando y hay que aceptarla como es, más si tuviste una vida buena.
Para ver más del especial, entra acá