Serge Guérin (56) es un hombre al que le importan las tradiciones y las dinámicas de la vida familiar. Incluso las más cotidianas, como el momento en que degustó el brebaje que hasta hoy lo obsesiona: "Tenía dos años cuando mi madre me sirvió por primera vez chocolate espesado con maicena. A los cinco o seis, me mostró cómo prepararlo. Me levantaba por la mañana cuando todos dormían, calentaba leche, mezclaba los ingredientes y lo saboreaba. Algunas veces lo derramé, pero ese era el riesgo", escribió en una columna sobre los placeres del chocolate que publicó en el diario Le Monde en 2015.
Hoy este sociólogo de la Escuela de Negocios INSEEC en París incluso tiene un libro sobre el tema llamado Alabanza (política) del chocolate, y se ha preocupado de traspasar ese legado: "Siempre preparo una mezcla el domingo por la mañana para toda la familia. Mis hijos, que ya crecieron, lo aman aunque no beban tanto como yo. A veces, para variar, agrego canela, un toque de vainilla o filamentos de azafrán de Provenza. Pero en lo esencial, es una receta inmutable, un hilo continuo entre mi infancia, mi presente y mi vejez por venir. Porque sé que incluso muy viejo siempre puedo comer bien. Es un pensamiento deliciosamente reconfortante", agregó en Le Monde.
Precisamente, esa mirada centrada en el nexo entre su niñez, su adultez y su inminente tercera edad lo llevó a especializarse en las mecánicas del envejecimiento, la "seniorización" de la sociedad y las relaciones entre generaciones. Es uno de los investigadores franceses más reconocidos en este ámbito y ha publicado una veintena de libros, incluyendo El boom de los seniors (2000) y su más reciente obra La economía plateada (2018). Además, integra el Consejo Superior de Familia, Infancia y Edad, un organismo consultivo encargado de informar al gobierno galo sobre el impacto demográfico de la fertilidad, el envejecimiento y otros fenómenos.
Si se le pregunta una razón más específica para su interés en los adultos mayores, Guérin señala desde París que su carrera se definió a mediados de los 90. "Abordé esta temática porque me sorprendió que nadie pensara que la sociedad debía adaptarse al envejecimiento. En mi campo, no se había escrito ninguna tesis sobre este tema. Lo que propuse fue que las personas mayores de una era no serían necesariamente las mismas que surgirían en otra época", cuenta a Tendencias.
El tiempo le dio la razón, porque un informe publicado hace ocho años por Naciones Unidas estableció que un fenómeno que ya se había visto a fines de los 90 en los países desarrollados iba a propagarse por todo el mundo: según sus cálculos, en 2045 el número total de mayores de 60 años superará por primera vez el de menores de 14 años. Una realidad que también se manifiesta progresivamente en Chile, donde distintos estudios muestran que ya hay casi tres millones de mayores de 60 años que representan un 15,8% de la población. Si las cifras se proyectan, en 2050 este grupo abarcará a casi el 30% de los habitantes del país. Ese cambio global generará impactos profundos en los sistemas de salud, la composición de la familia y, tal como afirma Guérin, en la definición misma de la tercera edad.
-¿A qué edad somos considerados viejos en la actualidad? ¿Ese concepto se ha modificado en los últimos años?
-A nivel mundial, los menores de 65 suelen decir que uno se convierte en adulto mayor a partir de los 70 años. Para los mayores de 65, la barrera está alrededor de los 80 años. Cuanto más avanzada la sociedad, se estima que uno es viejo a una edad más tardía. Eso es progreso, porque la edad es una construcción social y no un límite neutral y objetivo. La edad es relativa, evolutiva. Está construida en un ambiente dado. Por ejemplo, en un estudio reciente del Instituto Via Voice, los franceses consideran que uno es viejo en la vida personal a partir de los 68 años, pero también señalan que la sociedad instauró esa barrera un poco antes, a los 64. ¡En la vida profesional ese límite sería a los 57! Hay una brecha de nueve años.
-¿Ese cambio en los parámetros de la tercera edad ha transformado la imagen de los ancianos en los últimos 20 o 30 años? ¿O aún persisten prejuicios?
-Las cosas cambian muy lentamente en algunas representaciones sociales de la tercera edad. Por ejemplo, la sexualidad de las personas mayores aún no se entiende ni se acepta ampliamente. Nuestras sociedades aún se basan en la tecnología, el consumo y la velocidad, pero las personas mayores tienen otra relación con el mundo.
-¿Se podría decir que la siguiente revolución será la de los ancianos y que este siglo les pertenecerá a ellos?
-Sí, tenemos que inventar lo que he llamado la seniorización de la sociedad. Debemos tener éxito en desarrollar una sociedad basada en la solidaridad con la longevidad, donde todos tendrán un lugar y donde la atención al otro, la prevención y los servicios para todos sean altamente valorados.
Aprovechar la vejez
Más que un problema, para Guérin la tercera edad es una fase de la vida a la que se le puede sacar partido: "Envejecer es una oportunidad para el individuo y la comunidad. Los ancianos hoy ya son actores esenciales en la sociedad, por ejemplo en asociaciones o municipalidades y ayudando a los miembros más vulnerables de la sociedad. También nos sirven como recordatorio, para pensar en el futuro sin olvidar el pasado". Uno de los ejemplos más claros del creciente rol de los abuelos está en el cuidado de los más pequeños: en Francia, un estudio gubernamental publicado en agosto mostró que siete de cada diez niños de hasta seis años está al cuidado de sus abuelos durante la semana laboral. Si se les considera de manera colectiva, los ancianos galos proporcionan casi 16,9 millones de horas semanales de resguardo a estos menores.
¿Qué valoran estos niños de esa interacción? Según una encuesta de OpinionWay, el 50 por ciento afirma que sus abuelos "tienen tiempo para nosotros", muy por delante de "nos dan dinero" (29%) o "nos dejan hacer lo que queremos" (22%). Muchos afirman, además, que aprenden de ellos y que son generosos. Una realidad que también se está dando en Chile: la Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez, realizada en 2016 por la Universidad Católica y la Caja de Compensación Los Andes, mostró que casi el 25 por ciento de los adultos mayores se hace cargo de sus nietos todos los días o varios días a la semana". Guérin plantea que ese lazo cercano ha dado origen a una reciprocidad que no existía hace veinte años y que se traduce en prácticas como la ayuda que les prestan los niños a sus abuelos cuando estos intentan aprender cómo funciona un computador o un celular.
-¿Usted rechaza la idea de una guerra entre generaciones?
-¡Absolutamente! La conexión intergeneracional y el cuidado mutuo debe ser nuestro caballo de batalla. En una familia, los padres y abuelos traspasan sus historias, valores, códigos de conducta a sus niños y a su vez ellos se enriquecen con lo que los menores les aportan. La reciprocidad, la ayuda mutua y la transmisión de conocimiento prosperan en esos espacios entre generaciones. El concepto de la intergeneración extiende este lazo a toda la sociedad, sobre todo en la escuela donde todo se va traspasando de manera natural, pero también se da en esos pequeños servicios o ayudas que se prestan los vecinos y en esa sensación de una historia común que se transmite y enriquece por el intercambio entre ciudadanos de todas edades y condiciones.
Sin embargo, advierte el sociólogo, para que la "intergeneración produzca lazos sociales y solidaridad, necesita ser valorada, respaldada y organizada. No es sólo un lazo 'natural', también es un constructo social, una perspectiva para mejorar la vida diaria de todos". Ese mejor pasar, impulsado por el desarrollo de la medicina y los avances tecnológicos, también incide en el aumento de la expectativa de vida: si en 1950, ese índice en Chile no superaba los 55 años, hoy llega a los 80.
-¿La mayor expectativa de vida también representa una oportunidad económica?
-Sí. Hay que recordar que la economía de la longevidad tendrá efectos en toda la sociedad, en términos de trabajos, relaciones humanas, innovaciones tecnológicas, orientación del consumo y configuración de territorios. La pregunta es qué hacer con la llamada generación plateada, considerar sus expectativas y prácticas, no inventar o imponer soluciones para un público imaginario. No debemos reducir su economía a una especie de El Dorado digital concebido para una sociedad que va en declive, sino apuntar a proveer soluciones accesibles y prácticas.
Por ejemplo, se estima que en 2025 el segmento de los ancianos aportará más de 5,7 billones de euros a la economía europea, a través de actividades como el turismo, el aprendizaje de nuevas labores, la creación de nuevos servicios de salud para ellos y la inversión farmacéutica en terapias y cuidados paliativos. Guérin aclara que no sólo hay que pensar en oportunidades de inversión más evidentes como la llamada "gerontecnología" -que abarca áreas como la atención remota a través de internet o robots dedicados al cuidado de los ancianos-, sino que en la adaptación de toda la ciudad a las necesidades de los adultos mayores, desde servicios de transporte hasta bancos y lugares de recreación. A la larga, dice el sociólogo, la ergonomía física y social pensada en los abuelos generará ciudades más amables que beneficiarán a todos.
[caption id="attachment_377052" align="aligncenter" width="600"]
Desde la izquerda: Guillermo Brozalez, Sandra Beckmann, Víctor Gubbins, Beatrice Ávalos, Gabriel Salazar y Miguel Kiwi son destacados investigadores, artistas y profesionales chilenos que demuestran que hoy los ancianos están sumamente activos. (Crédito: Pablo Sanhueza)[/caption]
En ese sentido, destaca iniciativas como el proyecto "Ciudades amigables con la edad", promovido por la Organización Mundial de la Salud, y que establece parámetros para que las urbes creen comunidades más acogedoras para el millón de personas que cada mes cumple 60 años en todo el globo. Un ejemplo es Seúl, Corea del Sur, donde opera una de las mayores redes de trenes subterráneos del mundo: en la capital, al igual que en el Metro de Santiago, se instalaron elevadores en cada estación y se instauró un sofisticado sistema de anuncios de voz en los carros, además de aplicar los asientos prioritarios para los ancianos. En Melville, Australia, se instauraron sesiones para enseñarles a los ancianos a usar el email, las redes sociales y WhatsApp, mientras que la ciudad estadounidense de Portland está priorizando la construcción de viviendas accesibles y cercanas a servicios y entretenciones que faciliten una vida más independiente para los ancianos.
"La iniciativa de la OMS es buena y muestra que debemos intervenir globalmente y en todos los sectores para promover la calidad de vida. Las ciudades se están confrontando con esta realidad y las autoridades, quiéranlo o no, han empezado a adaptar la urbe para los desafíos de la longevidad. Un ejemplo bastante estúpido y simple: la eliminación de escaleras en el transporte público se está volviendo común y ha demostrado ser una práctica inclusiva porque todos pueden aprovecharla, desde los discapacitados y los niños hasta la gente que lleva coches o paquetes. Todos ganan. Otro ejemplo: si el semáforo tiene un conteo regresivo para la luz roja, eso evita que la gente corra, se caiga y se lesione", asegura Guérin, quien agrega: "La longevidad está imponiendo una sociedad para todos y con todos. Este tendrá que convertirse en el planeta de la intergeneración o se volverá el mundo de los tontos".