Para ver más de este especial, entra acá
Se habían casado hace 40 años y las metas que se propusieron estaban cumplidas: tenían casa propia, hijos profesionales y nietos. Ahora jubilados, además tenían todo el tiempo para disfrutarse. Pero una tarde, Raquel y Luis se miraron, y los ojos se les empañaron. Solos en casa, ya no pudieron seguir evadiendo el gran vacío que sentían.
"Contamos el uno con el otro y sabemos que debería ser suficiente a esta edad. Pero nosotros no queremos acompañarnos; nosotros queremos amarnos", le dijeron al sexólogo una vez que, a sus 69 y 72 años, respectivamente, Raquel y Luis (nombres ficticios) decidieron que el mejor regalo que podían darse en la vejez era una terapia de pareja.
Antonio Godoy, director del Centro Sicológico de la Persona, la Pareja y la Sexualidad (Ceppas), fue quien los acompañó en ese desafío. Y desde entonces su forma de ver la sexualidad en la vejez cambió para siempre. Mientras el discurso social que aún pesa sobre los adultos mayores es que ya no están para esos trotes, vivencias como las de Raquel y Luis ponen en jaque esa creencia y rompen con el conformismo.
"No era suficiente para ellos que el otro estuviera ahí. Querían hablar más profundamente. Querían mostrarse, y sobre todo resolver diferencias. Habían vivido evitando el conflicto, pero ahora querían más: ser un viejo compenetrado con su vieja y viceversa. Volver a enamorarse", dice Antonio, aún sobrecogido.
Experiencias como las de Raquel y Luis motivaron a Antonio y a su hermana Alejandra Godoy -sexóloga, experta en tercera edad y doctorada en sicología clínica en terapia de pareja en Alemania- a escribir un libro que está a punto de salir del horno. Bajo el título tentativo: Sexualidad después de los 50: hay que aprender de nuevo a hacer el amor, ellos sostienen que así como la esperanza de vida se eleva ahora por sobre los 80 años, son cada vez más los adultos mayores que se niegan a colgar los guantes amatorios tan pronto. El 15% de los pacientes que llegan a Ceppas son de la tercera edad. Los viejos de hoy no quieren apagarse. Tienen más preguntas. Quieren hablar de sexo.
"Si antes esto ni siquiera se estudiaba y las parejas venían con pudor, con el siglo XXI cambió todo y ahora lo hacen con más pachorra. La literatura es testigo de ello. Hay un libro que se llama Morir joven, a los 140, para allá vamos. Eso de 'estoy vieja para estas cosas' se acabó. Estamos vivos", advierte Alejandra Godoy sobre un sector de la población que va en aumento: según datos de la OCDE, la tercera edad activa en Chile subirá del 17% al 43% en 2050.
Eros no tiene canas
Lleva una década especializándose en la sexualidad en la tercera edad y derribando mitos, porque ella también pertenece a este grupo. Alejandra Godoy tiene 66 años y no duda: dice que podemos tener orgasmos hasta que nos morimos.
En su consulta, los libros que recomienda a sus pacientes cumplen el rol de estimulantes de la fantasía y están en sintonía con el empoderamiento de la mujer en el mundo: El segundo sexo de Simone de Beauvoir, Sexo para uno de Betty Dodson o La isla de las tres sirenas de Irving Wallace son parte de las recomendaciones que hace a las mujeres que atiende y que quieren mantener la vida sexual y el contacto con su cuerpo.
"Estamos viviendo el florecimiento de la verdadera naturaleza de la sexualidad femenina. Además, los de la tercera edad tenemos sexo más frecuente que lo que ustedes tienen a los 30 o 40 años", asegura la especialista.
Alejandra tiene la agenda copada. Es la confidente de mujeres que se separan a los 60 y que rehacen su vida con una nueva pareja o hacen match en Tinder, así como de jóvenes que, pese a tener la energía y la salud impecable, están tan estresados que acumulan frustraciones y disfunciones sexuales que Alejandra y Antonio ya narraron en el libro Te amo, pero no te deseo. Las estadísticas en edades tempranas son preocupantes: la frecuencia de sexo de las chilenas con sus parejas -según un estudio publicado en 2017 por el Centro Mi Intimidad, dirigido la kinesióloga y especialista en sexualidad y disfunciones, Odette Freundlich- es de 4,2 veces al mes.
"Una de las cosas buenas de llegar a viejos es que desaparece la eyaculación precoz, por ejemplo. Pero además, con menos obligaciones que cumplir, aparece esa sensación de libertad y de querer hacer lo que se te antoja. ¿Cómo llevar ese ímpetu a la cama de las generaciones que son más conservadoras? Se puede y las mujeres tienen que partir por masturbarse. Yo lo recomiendo a toda edad. Quienes no tienen sexualidad, se están privando de beneficios físicos y emocionales", dice Alejandra.
Usar las manos
-¿Se ha tocado alguna vez?
Michelle Thomas Vial, sicóloga y directora académica del Centro de Estudios de la Sexualidad-Chile, le hizo esta pregunta a Ana (nombre ficticio) a principios de 2018 en su consulta.
A los 75 años, Ana se acercó a pedir ayuda luego de que la contactó un pololo que había tenido a los 14. Se había enamorado perdidamente de Carlos en su juventud, pero cuando él se fue a vivir al extranjero y le pidió que se casaran, fue su madre quien se opuso: le dijo que estaba muy chica y que primero tenía que estudiar. Ana obedeció y terminó con Carlos. Años después, conoció a otra persona. Se casó, tuvo hijos y se dedicó a ellos por 40 años.
Cuando enviudó, pensó que hasta ahí llegaba todo y bajó la cortina. Pero Carlos -que siempre la mantuvo en su retina y que también había enterrado a su mujer- decidió buscarla e ir tras ella. Cuando Ana pidió hora con la sexóloga, lo hizo porque quería prepararse. Nunca había tenido un orgasmo. Quería que esta fuera su primera vez.
"Luego de ser madre y esposa toda la vida, por fin tenía la posibilidad de ser mujer y amante y no la quería desperdiciar", dice Michelle sobre uno de sus casos más desafiantes.
Ana tomó un espejo y miró detenidamente su vagina. Identificó su clítoris. Exploró con vibradores y se compró un lubricante. Masturbándose por primera vez descubrió su cuerpo a los 70 y fue tomando notas: su deseo seguía vivo. No les ha contado a sus hijos aún, pero hoy está pololeando. Carlos sigue viviendo afuera, pero la viene a ver seguido y ella sabe que la distancia lo pone fogoso.
Ana cerró la fábrica, pero abrió un parque de diversiones.
"A medida que se amigaba con su cuerpo, se ponía cada vez más bonita. Ver a una mujer plena en la tercera edad no es tan distinto a ver a una mujer embarazada o enamorada: brillan. Se deshacen de peso y sonríen. Para los adultos mayores puede ser extremadamente excitante salir a bailar, darse un par de besos y dormir cucharita. Mientras nosotros tenemos un estándar gigante de lo que debe ser el buen sexo y tenemos relaciones apurados, ellos se reencuentran con la caricia y con el roce. No necesitan levantarse temprano al otro día", dice Michelle.
De igual forma, advierte la especialista, la sexualidad de la que habla es aún muy ABC1: "Hay adultos mayores que no se van a sacar la ropa si no tienen calefacción en sus casas porque se agarrarían una neumonía ni tampoco se pueden dar el lujo de tomarse un vino. Las personas con menos recursos tienen más negado el placer. Eso es lamentable".
En cámara lenta
La vejez suele ser mirada por la cultura occidental desde conceptos como el desgaste y el déficit físico, mental y social, pero en la encuesta Calidad de vida en la vejez, que publicó la UC con la Caja Los Andes en 2017, el 65% de los adultos mayores considera la vida sexual como importante. Y un tercio de ellos dice mantenerla activa.
Que la tercera edad no siente deseo, que deja de funcionar o tiene relaciones insatisfactorias no son más que fantasmas que se derrumban cuando los análisis de Ceppas muestran que no se observan diferencias significativas en las dinámicas de las parejas mayores respecto de las que se dan a otras edades: todos, sin importar la edad, anhelan sentir amor y placer.
Si bien el apetito sexual se mantiene, sí está probado que con el paso de los años cambia la intensidad y la velocidad con que se obtiene el placer. La calidad de la erección y la lubricación vaginal disminuyen, aparecen enfermedades (diabetes, hipertensión, problemas cardíacos, osteoporosis) y los fármacos, pero las ganas siguen allí como una mecha que espera al fuego para volver a encenderse.
La estimulación en esta etapa de la vida tiene entonces que ser mutua. "Esta cosa de la mujer pasiva: 'házmelo', ya no funciona -dice Alejandra Godoy-. Además, si los viejos quieren hacerlo 'a lo joven', claro que no les va a funcionar, pero eso no significa que no haya placer y orgasmos. Pasa que a esta edad es un trabajo en conjunto y tiene pros y contras. Por un lado, si una pareja se conoce bien, sabrá adivinar al otro y fluir, pero también, y justamente porque son cuerpos conocidos, es que el desafío por ser novedoso para el otro es mayor. Volver al romance es fundamental. Y si logras conectar, los resultados no se comparan con los de la juventud. Sí, todo es más lento, pero la calidad aumenta".
La sexualidad no es sólo biológica u hormonal, sino que también un reflejo de la manera en que íntimamente nos hemos relacionado a lo largo de la vida, agrega Michelle Thomas Vial. Es decir que si hemos cultivado una sexualidad activa y regular de al menos dos veces por semana con la pareja, ésta no debería perderse con los años; a lo más demandará más tiempo, que es algo con lo que cuenta la tercera edad.
"En otras palabras, te vas a encontrar a los 65 con la misma sexualidad que has construido desde los primeros años. Y amarás y cuidarás como te amaron y cuidaron. Es así", explica Michelle.
Mientras en la adolescencia y la adultez, la sexualidad está muy centrada en lo genital o en el coito, en la tercera edad se diversifica: los juegos previos adquieren igual o más sentido que en las etapas en el que ser humano recién comienza a explorarse. "No es sólo cómo me acuesto con alguien, sino cómo nos acariciamos o acompañamos en lo cotidiano -explica la directora académica del
Centro de Estudios de la Sexualidad Chile-. Y todo eso tiene que ver con cómo hemos hecho la vida juntos: si nos hemos dado o no espacios para ser pareja, además de padres. Si tenemos intereses en común o nos hemos mantenido conectados, si hablamos de nosotros o nos hemos dedicado sólo a mantener el hogar y a trabajar. Cuando el nido vacío empieza a hacer efecto, esto se nota. Una de las dificultades que se da, por ejemplo, es que las mujeres que se han dedicado full a la crianza lo único que quieren es salir a comer o viajar, mientras que los maridos proveedores, que se han pasado la vida afuera, lo único que quieren es retornar al hogar. Y entonces se dan cuenta de que no están a la par sexualmente".
Sexo sin ti
Amanda (nombre ficticio) tiene 86 años y en los cuatro matrimonios que lleva a cuestas ha intentado mantener la comunicación con sus parejas. Pero como no ha encontrado un partner a su altura, toma horas de terapia porque quiere simplemente hablar de sexo. Algunas de las amigas con las que conversaba este tema se han muerto, así que en las sesiones se desahoga.
Amanda es una adelantada a su época y tiene bastante experiencia: pololeó desde temprano, se casó a los 19, se separó en reiteradas ocasiones, se emparejó con un hombre 10 años menor, tuvo hijos de dos esposos distintos y sólo por diversión estudia en la universidad con compañeros de 18.
"Ya, po', mamá, basta", le dicen sus hijos cuando ella se pone a contar sus aventuras.
Amanda se siente desadaptada. Pero cuando entra a sesión, se acepta. "Las mujeres mayores han entendido la sexualidad siempre en función de la reproducción o de satisfacer a otro por sobre su propio placer, pero eso está cambiando", cuenta Michelle.
Amanda no es la única. En la consulta de Carolina Silva -kinesióloga especialista en fisioterapia pélvica en el Instituto de Urología, Sexología y Medicina Reproductiva de Chile-, una mujer de 65 años que enviudó hace 12 años le confesó: "No me pienso casar de nuevo. Armar otra familia me da lata. Pero mis juguetes sexuales son lo máximo. Se meten conmigo hasta en la ducha y me encantan. Te traje uno de regalo".
Alejandra Godoy, sin embargo, dice que nunca será lo mismo que hacerlo de a dos. "Hay una sustancia, la oxitocina, que es la del apego, de cuando damos de mamar, que no se produce con la masturbación".
Los hombres, si no es con la pareja al lado, suelen atreverse menos a pedir orientación sexual, coinciden los especialistas. Pero cuando Sergio (nombre no real), de 65 años, supo que su mujer, tres años menor, le había sido infiel el año pasado con uno más joven, debió escuchar, destrozado, lo que su esposa le venía repitiendo hace años: "Te puse el gorro porque hace rato que no estás dando la talla y me cansé". Pero esta vez sí le cayó la teja. Y en lugar de pedirle el divorcio, gritó auxilio.
Frente a la terapeuta confesó que estaba enamorado y que quería mejorar para ella. La especialista lo mandó a hacerse exámenes y además de controlar su hipertensión lo puso a ejercitar su piso pélvico (conjunto de estructuras musculares y fibrosas que tapizan el suelo de la pelvis). Le recomendó el viagra. Luego de varios meses, Sergio logró recuperar a su esposa y ahora tienen actividad sexual con más frecuencia de la que tuvieron durante toda su vida juntos.
Constanza del Rosario, sicóloga que hace talleres de piso pélvico para mujeres de todas las edades, dice que una de las consecuencias de la poca educación sexual que existe en Chile es que no sabemos valorar el juego, la complicidad y la conversación: "A los hombres les pasa mucho eso: llega ese momento en que fisiológicamente ya no se sienten los mismos y se dan de baja. Empiezan a evitar a las señoras porque se dan cuenta de que ya no funcionan como lolos y se sienten presionados. Pero como no lo verbalizan, ellas no se explican por qué no quieren estar con ellas. Y como él ya no está siempre listo y la mujer siente, a su vez, que dejó de ser deseable, todo se pone cuesta arriba".
Mostrarse vulnerables frente al otro, hablar sin tapujos de sus temores, hace la diferencia: "Lo óptimo es aprovechar ese camino recorrido juntos -explica Constanza-. Hacer el proceso de desnudar las almas".
Raquel y Luis -la pareja que decidió amarse a los 70 y que llegó a la consulta de Antonio Godoy- se desnudó por completo. Más conscientes ahora de sus fragilidades y de las razones que los mantienen juntos, reactivaron su vida sexual.
Constanza del Rosario lo resume así: si a los 30 o 40 años el sexo aún es una lucha de caracteres, porque se están limando identidades, en edades mayores esas tensiones desaparecen. "Hay mayor conciencia de que 'this is the end', entonces quieren puro disfrutar. Están a otro nivel de placer. Su excitación no está fragmentada, es total".
Para ver más de este especial, entra acá