Distinguir el tiempo largo del proceso y el tiempo corto de la ruptura. Conjugarlos. Dialogan, se entrelazan, se reconocen. Pero aquel momento icónico de la ruptura tiene también su autonomía, su propio lenguaje y escenografía porque proviene del tiempo largo y se debe al tiempo corto de su contexto. El proceso a nivel conceptual, a mi juicio, proviene de las revoluciones democráticas occidentales de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX que proclama que todos los hombres nacen libres e iguales. La historia de la democracia es la tensión entre aquel principio fundamental y su realización histórica. No, no éramos todos libres, ni todos iguales en dignidad y en derechos. No lo somos. Pero lo somos mucho más que hace dos siglos, porque en los sistemas democráticos los distintos grupos postergados reclaman, por decirlo así, el derecho al derecho. Las mujeres lo han hecho. Conocemos los distintos momentos. Y en cada uno de ellos se expresan las demandas de grupos de vanguardias que vienen de cambios culturales más amplios. La referencia primera y obvia es el acceso a la educación, más ampliamente, el ingreso a la cultura escrita que va desde el encuentro con su subjetividad en la novela hasta la racionalidad del pensamiento analítico y crítico. El ingreso al mercado permite una nueva autonomía -aquella del dinero y no de las especies- del padre, del marido, aunque tantas tuvieran que gastarlo todo en sus hijos.
En el tiempo corto se expresa colectivamente la ruptura de los mapas cuyas líneas tanto se han movido. Sus territorios se rebalsan de erupciones de aquello tan vivido y tan silencioso. Entonces estas generaciones salen a las calles y a las redes, porque finalmente ya tienen suficiente poder para reclamar contra el abuso de poder, el de los hombres. Como todo momento de ruptura, es un momento performático, heterogéneo. Se levantan algunos rasgos de intolerancia y se usa el lenguaje corto de un solo tiro mientras el espacio público arde en análisis. Y ahora sí que es difícil no sentir la empatía porque todos somos hombres y mujeres. Nos hemos vinculado a todas las edades, en todo el territorio, a través todos los sectores. El feminismo tiene en su interior varias corrientes y aquello es un debate y es debatible. Lo que no es debatible es que las mujeres -de formas muy diversas- han sido heridas por el sólo hecho, hay que repetirlo, por el sólo hecho de ser mujeres.
*Historiadora y vicerrectora de Investigación de la UC