En octubre pasado conocimos a Ruta 7, un grupo de jóvenes santiaguinos que luego de años recorriendo y obteniendo material audiovisual de cada rincón de la Carretera Austral, decidieron montar una empresa de turismo con programas que permiten conocer la zona de manera distinta. Habían conocido lugares, operadores turísticos, alojamientos y restaurantes locales que eran dignos de mostrárselos al resto del mundo. Se propusieron promocionar este lugar, descentralizando el turismo de los típicos destinos y descubriendo nuevos atractivos. En este contexto se inserta este viaje.
Si bien la Carretera Austral está compuesta por más de 1.000 kilómetros, esta vez nos enfocamos en conocer parte de la Región de Aysén, lo que se llama la Carretera Austral Sur. Al visitar la llamada ruta escénica más bella de Chile, por lo general las expectativas son conocer sus icónicos lugares, como cerro Castillo o las Capillas de Mármol, pero hay otros atractivos que sorprenden. Aquí va una lista de lo mejor de la ruta.
Esas aguas tan turquesa
Sí, las distancias son largas y los caminos de ripio resultan un poco agotadores. Pero cuesta creer que existan otros lugares en el mundo con rutas escénicas tan bonitas como ésta. A la vuelta de cada curva se encuentra alguna laguna, lago, bosque o cerro que llama la atención, siempre con brillantes colores.
Iniciamos nuestro viaje desde Coyhaique hacia el sur, tomando la Ruta 7 en dirección hacia el lago General Carrera. Nuestro chofer, Rafael, manejaba una gran van donde cabíamos los cuatro invitados y los dos guías o "anfitriones" de Ruta 7, como se hacen llamar.
No habíamos avanzado ni 15 minutos y ya tuvimos que detenernos para sacar fotos. Teníamos frente a nosotros un arcoíris patagón que no se parecía a nada que hubiera visto antes… Era inmenso, ancho y casi no tenía curvatura.
Cuando llegamos al Parque Nacional Cerro Castillo, los guías nos advirtieron que había altas probabilidades de ver huemules, así que íbamos atentos mirando por la ventana hacia los bosques y ríos. Para nuestra sorpresa -y creo que para los guías también- nos topamos con una familia completa de huemules comiendo tranquilos en un pastizal. Eran ocho, entre ellos un macho de grandes cuernos. Parecían notar nuestra presencia, pero fuimos prudentes con la distancia y continuaron alimentándose pacíficamente.
Kilómetros más adelante nuevamente vimos la necesidad de detenernos ante otra maravilla: la famosa Cuesta del Diablo. Era primavera, y aunque el cerro Castillo en ese minuto estaba tapado, el color amarillo de las flores que rodeaban el camino fue todo un espectáculo.
Uno de los momentos más emocionantes fue nuestro primer acercamiento al lago General Carrera. O Chelenko, como le llaman en lengua tehuelche, que significa "lago de las tempestades". Nos contaban que en tormentas aquí las olas pueden alcanzar hasta 4 metros, y que su intenso color turquesa se debe a que es un lago de origen glaciar, que recibe distintos minerales y sedimentos de los glaciares que los rodean. Si el viaje se hubiese terminado aquí, con la vista al exquisito azul del segundo lago más grande de Sudamérica ya nos dábamos por pagados.
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Capillas de Mármol.[/caption]
Navegación mística
Una de las paradas fue en el Santuario de la Naturaleza Capilla de Mármol, uno de los imperdibles de la región. Pero, esta vez, cambiamos las ruidosas e invasivas lanchas por kayaks de travesía. Los tours tradicionales suelen salir desde Puerto Río Tranquilo, pero a nosotros nos llevaron a otra playa a unos 5 kilómetros de ahí donde nos esperaban kayaks, faldones y nuestro guía, Diego, quien nos dio unos consejos antes de ponernos a remar. Para nuestra suerte, ese día el Chelenko poco tenía de tormentoso y nos esperaba tranquilo, brillando con su color turquesa.
Remamos alrededor de 1 hora y media. Por muy calmado que estuviera el lago, igual nos hacía sentir su fuerza al alejarnos de las orillas. Sin embargo, logramos remar sin problema en dirección al grupo de islotes que queríamos conocer. Allí, silenciosas, las cuevas nos esperaban casi sólo a nosotros. La sensación que invadía cuando el kayak avanzaba lento hacia ellas, y sobre ti empezabas a ver cientos de colores y texturas que miles de años de viento y agua han dejado al descubierto, era inexplicable. "Hay personas que venían a casarse aquí", nos contaron. Y tiene mucho sentido: este lugar está lleno de misticismo.
¿Otra parada? A 30 kilómetros al sur de Puerto Río Tranquilo nos esperaba el menos conocido Valle Leones. Un trekking de 18 kilómetros -ida y vuelta- que permite conocer un resumen de la variedad de paisajes de esta región: enormes glaciares, montañas nevadas, frondosos bosques, pampas, caudalosos ríos y más. La caminata permite llegar al mirador del impresionante glaciar Leones, una de las puertas de entrada a los Campos de Hielo Norte.
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Cuesta del Diablo.[/caption]
Sabores propios
Si bien es una zona turística reconocida, aún está muy poco explotada y los lugares donde alojar y comer son escasos. Aún así, me sorprendió la calidad y el buen servicio de estos sitios.
Cuando recorrimos desde Coyhaique hacia Puerto Ibáñez, llegamos tarde y cansados a unas cabañas en el lago Tamango. Eran simples pero acogedoras, y estábamos a pocos metros del lago donde tranquilos flotaban un muelle y un bote. Sabíamos que tendríamos vista al cerro Castillo, pero la sorpresa nos la llevamos al día siguiente cuando algunos ansiosos nos despertamos a ver el amanecer y nos dimos cuenta del paisaje frente a nuestros ojos: éste era el único lugar donde se puede ver completo el cordón montañoso que incluye a ese cerro.
Otro lugar increíble fue donde alojamos para recorrer los alrededores de Puerto Río Tranquilo: el Mallín Colorado. Fundado por la familia Christensen hace 23 años, goza de una ubicación privilegiada en la ribera sur/oeste del lago General Carrera. Su nombre se debe a la laguna Mallín que se encuentra dentro de sus terrenos y cuya vegetación suele tornarse de color rojo. La gente que atiende ahí es una mezcla entre personas locales, santiaguinos y extranjeros voluntarios, que entregan un servicio de primera calidad. Nos prepararon exquisitos platos con ingredientes típicos de la zona, como la morchella.
También fue muy interesante conocer el turismo cervecero que se ha ido desarrollando en la región. De hecho, Coyhaique, Villa Castillo y Puerto Río Tranquilo ya cuentan con su propia cerveza artesanal: Tropera, Caiquén y Catedral, respectivamente. Además de la cerveza Dolbek y Arisca, que representan la Patagonia y el lago General Carrera.
Todo este movimiento gastronómico ha influenciado a los restoranes de la zona. Tal es el caso del restorán Arisca, en Coyahique, que este año retomó su administración inicial para entregarle al turista exquisitas pizzas junto a distintos tipos de cerveza de la casa: Arisca Baya, Arisca Alazana y Arisca Picassa, nombradas según el color del pelaje de los caballos.
¿Otros datos gastronómicos que destacaron? La impresionante comida casera en ollas de greda en el clásico restorán Casa Bruja, en Puerto Río Tranquilo, y las mejores pizzas y cervezas troperas en el Mama Gaucha en Coyhaique.
Sin duda, la Carretera Austral es un lugar cuyo paisaje, gente y cultura aseguran unas vacaciones inolvidables. Muchas veces posponemos visitarla porque la sentimos lejos, difícil de llegar y además pensamos que sólo se puede recorrer en verano. Pero con este viaje derribé varios mitos. Ahora sé que de Santiago a Balmaceda -donde está el aeropuerto de Coyahique- es un vuelo que dura 2 horas y media; que otoño y primavera son igual o más impresionantes para visitarla, y que no importa la lluvia, sol, viento, frío o calor: la experiencia en la Patagonia siempre será increíble. ¿Un plus? La gente más cariñosa y feliz que uno se puede encontrar.