A mí no me gustaban los gatos. Vengo de una familia que tenía los típicos prejuicios de que un gato puede ser traicionero o hediondo y, además, tenía un pequeño trauma, porque cuando chica uno me mordió. Como a mi familia tampoco le gustaban las mascotas, nunca lo superé. Hasta que apareció Sebastián.
Nos conocimos hace más de 13 años, estamos juntos desde el colegio. El Seba tenía una gata muy regalona y con ella me encariñé; ella marcó el inicio de mi amor por los gatos.
Hoy tenemos cuatro gatos. Una adulta, la Gata Loca, que vivió varios años en la calle y cuando nosotros nos fuimos a vivir juntos la llevamos a la casa. Después llegó el Blass, que lo adoptamos aquí en el CatCafé, uno de los dos cafés de gatos que existen en Santiago. Luego empezamos a ayudar a la Fundación Adopta, que tiene muchos animales y funciona con albergues como este café, donde hay más de 30 gatos esperando ser adoptados. Nos ofrecimos a ser hogar temporal de cuatro gatitos y al final nos quedamos con dos: Dante y la Gati.
Mis papás también terminaron enamorándose de los gatos. Así que cuando me vine a vivir con el Seba, les dejé los cuatro gatos que yo tenía entonces. El Seba dejó tres gatitos en la casa de sus papás. En total, sumamos entonces 11 gatos.
En la universidad, el Seba y yo éramos emprendedores, vendíamos por internet. De a poco empecé a traer cosas relacionadas con gatos y partimos online. Eran cosas choras, útiles, que a la gente le gustaban.
De repente sentía que mis papás se preocupaban porque no estaba trabajando en lo que estudié, que es Educación Física. Pero en 2014 se hizo la primera GatoFest y todo cambió. Fuimos con nuestro stand y una mesita llena de cosas de gatos. Causó furor, el primer día se nos acabaron las cosas. Terminé llamando a mi mamá para que fuera a comprarme más mercadería.
Pusimos nuestra primera tienda en Barrio Italia. Nos fue bien y nos cambiamos en 2016 a un local al lado del CatCafé. La dueña nos conocía y sabía que éramos movidos. Hicimos la inauguración con mucha gente y partimos con todo. Al evento vino la humorista Alison Mandel.
Al café han llegado y se han ido muchos gatos. Todas las fotos que están en la escalera son gatos que se han ido adoptados. Hay uno que es el Valentino, un gato que abraza a la gente y que fue adoptado hace poquito. También está la Juana, que siempre se tira arriba de la gente y come cosas dulces. La gente siempre vuelve, se encariña y terminan haciendo el tour completo: pasan por la tienda, prueban algo del café y suben a compartir y regalonear con los gatos.
Yo no sabía que nos íbamos a casar. Llevamos 13 años juntos con el Seba y como que había perdido la esperanza. Yo siempre pensaba que si alguna vez me llegaba a casar sería en el CatCafé, porque es nuestro sello. Toda la gente nos conoce como Lofis, que es nuestro apodo como pareja y el nombre de nuestra tienda.
En noviembre pasado nos fuimos a China por negocios y paseamos los últimos días. El Seba me pidió matrimonio en la Muralla China. Sacó el anillo y se puso igual de nervioso que cuando uno está en el colegio y tiene que hacer una presentación al frente de todos.
Hace años vi una nota sobre una pareja que se había casado en un santuario de gatos, con muchos gatos, y de ahí surgió la idea de que cómo sería si yo me casaba. Llegamos acá y le contamos todo a la Pame, la dueña del CatCafé. Le dijimos que nos encantaría casarnos en el café. Como nos tenemos mucho cariño, me dijo que sí. La gente que nos conoce, que sabe que nos gustan los gatos y que trabajamos en esto, nos decían que no podía ser de otra manera. Un matrimonio en el CatCafé y con los 30 gatitos acompañándonos de testigos.
Ese día, el 12 de marzo, llegó mucha gente y los gatos estaban por todos lados, creo que hasta comieron más torta que yo. Se comieron las plantas que habíamos traído como decoración y tomaron agüita. La participación del Blass, nuestro gato, fue simbólica. No conocíamos a la jueza y cuando llegó le explicamos todo, que este era un CatCafé, que había gatitos que iban a andar por todos lados y ella no tuvo problema. Le preguntamos si era posible que el Blass pudiera poner su patita en el acta como testigo y nos dijo que no. Nos dijo que nos aguantaba todos los gatos en la ceremonia, pero la patita no. Igual el Blass estuvo todo el rato sobre mis brazos y el resto de los gatos se paseaba de aquí para allá.
Unos ex chicos reality nos contactaron desde Estados Unidos para ser sponsors de Gatour, un nuevo programa que preparan. Los invitamos al matrimonio y llegaron con su gatito. La idea era esa: que todos trajeran a sus gatos y que se unieran a los 30 gatos anfitriones, porque esta es su casa. Nuestra idea resultó bien, la gente estaba contenta, los gatos estaban en su salsa, iban para todos lados. La energía fue increíble.