Se han roto los récords de altas temperaturas en la historia. El clima en nuestro planeta está inestable a raíz del cambio climático, y sus consecuencias están comenzando a percibirse.
Incendios forestales, sequías, olas de calor, tormentas intensas y el derretimiento de los glaciares son algunos vestigios de este problema que preocupa y alerta a los científicos y gobiernos del mundo, pues parecen no dar tregua y estar en un alza constante.
Sin embargo, nuestro clima cambiante no solo influye y aumenta los riesgos en la superficie de la Tierra, sino también en las capas más profundas de la corteza, aumentando el peligro de que se originen terremotos y erupciones volcánicas.
Cómo el cambio climático influye en la aparición de terremotos y erupciones volcánicas
Desde hace años, los geólogos lograron identificar que existe un estrecho vínculo entre las tasas de lluvia y la actividad sísmica. Por ejemplo, en el Himalaya, la frecuencia de los sismos está influenciada por el ciclo anual de precipitaciones en la temporada de monzones (vientos estacionales) de verano.
No es posible predecir un sismo, no obstante, las investigaciones revelaron que el 48% de los terremotos en esta cordillera, situada en Asia, ocurren durante los meses más secos. Esto quiere decir que, cuando llueve, el peso del agua comprime el suelo y lo estabiliza, pero cuando no caen precipitaciones, aumenta el número de terremotos.
Este mismo fenómeno también afecta a los glaciares: el derretimiento de grandes masas de hielo provocó que algunas partes de la corteza terrestre se eleven. La evidencia sugiere que, playas como Escocia, que están a 45 metros sobre el nivel del mar, tienen el potencial de desencadenar numerosos terremotos de hasta magnitud 8.0.
Respecto a la actividad volcánica, la investigación encontró un vínculo entre los cambios de carga glacial y su activación. La historia data que el clima frío hace que se reduzca considerablemente el número de este fenómeno.
Y es que, mientras más glaciares existan y estén sólidos, mayor es el peso con el que comprimen la corteza terrestre y su manto subyacente, lo que impide que se derrita y forme el magma necesario para que un volcán entre en erupción.