“Llegó el día de la inmersión. La noche anterior, apenas pude dormir”, comenzó a relatar el mexicano Alan Estrada, más conocido como Alan por el mundo. Y es que hace tan solo diez meses, el youtuber tomó el viaje de OceanGate para conocer los restos del Titanic, tal y como lo hicieron los cinco pasajeros que, a la fecha, continúan desaparecidos.
“Por supuesto que la emoción de conocer un sitio tan enigmático es fascinante, pero también la posibilidad de que algo salga mal y este sea el último día de mi vida”, anticipó el hombre de 42 años que, en un video de media hora, mostró cómo es estar a bordo del sumergible Titán en el océano Atlántico.
Cómo es viajar en el sumergible Titán y visitar las ruinas del Titanic
Los momentos antes de sumergirse, Alan contó que desde temprano revisan minuciosamente los sistemas del Titán, porque “el más mínimo fallo puede provocar la cancelación de la inmersión o poner en peligro la vida de los tripulantes”.
Equipado con un casco, cámaras y un sandwich, el mexicano entró a la cápsula donde, según relata, hay espacio para cinco personas: un piloto, un copiloto y tres civiles. Estos últimos no necesariamente deben tener un entrenamiento especial, sino “solo algunos requerimientos físicos y, por supuesto, no tener claustrofobia”.
Y es que el sumergible, al ser pequeño, es un tanto incómodo, además de que solo puede abrirse por el exterior, por lo que aseguró que la tripulación dentro estaba a total merced del equipo exterior para poder salir del sumergible.
Dentro, hay pantallas de navegación que los expertos utilizan para guiar el descenso. A partir de los 160 metros de profundidad, la oscuridad del agua es absoluta.
Pero una vez pasados los mil metros, en el caso de Alan, se detectó una falla de comunicación que puso nerviosos a todos a bordo. “Es vital que podamos comunicarnos con la superficie, pues de otra manera podemos perdernos y quedar a la deriva en el medio del océano”, aseguró el youtuber.
Cuando pensaron que había que abortar la misión al estar más de una hora sin comunicación, el sistema volvió y pudieron seguir la travesía.
“Es increíblemente fácil desorientarse”, relató Alan. Y es que los restos del Titanic están en un área tan grande como 200 canchas de fútbol. De hecho, como la icónica navegación se rompió a la mitad cuando chocó contra el iceberg, la proa y la popa están separadas una de la otra por 600 metros, y en ese espacio entremedio es donde están los restos y escombros que se han rescatado y ahora están expuestos en los museos del mundo.
Ahí es donde, asombrosamente, el mexicano pudo ver platos rotos y lámparas que una vez fueron parte de una embarcación de lujo, una experiencia que muchos, como los cinco pasajeros perdidos, quisieron experimentar, a pesar de los riesgos de la travesía.