En la plaza de Várpalota, una pequeña ciudad del norte de Hungría de 20 mil habitantes que atrae a los turistas por sus castillos medievales, se escucha un motor que ruge cada vez con mayor intensidad. Es agosto de 2019 y Tomás de Gavardo está a minutos de iniciar su participación en la última fecha de la Copa del Mundo de Bajas Cross Country Junior, categoría en la que participan corredores de hasta 25 años. Él, que tiene apenas 20, lidera la clasificación general y con una buena actuación se puede convertir en campeón del mundo por primera vez en su corta carrera.

Tomás, hijo mayor de Carlo de Gavardo, acelera mientras se mentaliza para lo que enfrentará. Lo que viene es un terreno agreste y con muchos hoyos, nada agradable para él que prefiere competir en el desierto. De pronto, a minutos de la largada, Tomás levanta la cabeza y a un costado de la plaza reconoce a un espectador improbable.

"¡Matteo! ¿Qué haces acá?", le dice sorprendido a su hermano menor, quien llegó a Hungría sin aviso para ver su consagración junto a la mamá de ambos, Pamela Cano. "Anda al colegio que no te van a pasar de curso", dice mientras ríe y lo abraza.

Matteo, de 17 años, suele acompañarlo y darle apoyo en la parte mecánica, que conoce mejor que Tomás. Pmela va a todas las carreras que puede, aunque sufre ante la posibilidad de un accidente. A ella le costó aceptar su decisión, pero lo apoya de manera incondicional. Cuando llegó a la meta, antes de subir al podio, Tomás se tomó una foto con Matteo y con su mamá. Hoy dice que ese es el mejor recuerdo que tiene de ese título.

-Fue emocionante que estuvieran ahí. A mi papá le gustaba la familia unida y que nos lleváramos bien. Vernos ahí, a los tres juntos, en el momento más importante de mi carrera deportiva hasta hora, creo que fue una alegría para él.

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Foto: Nicolás Ábalo

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Tomás da la impresión de ser un joven tranquilo, de sonrisa fácil, pero no exagerada. Se muestra más entusiasmado cuando recuerda cómo lo sorprendió su familia en Hungría que cuando habla de su primer título mundial. "Mi objetivo era ser campeón. Ahora que ya lo hice, quiero ser bicampeón", dice con desplante y seguridad. Para eso se está preparando a full porque el 25 de febrero -un día antes de cumplir los 21 años-, se iniciará en Doha, Qatar, la primera de las siete fechas de la Copa del Mundo 2020 de su categoría.

-En el futuro quiero ganar un Dakar, pero sé que me falta para eso.

Su plan es dar el salto al rally más grande del mundo en dos años y estar corriendo ahí en enero de 2022. "Espero llegar al Dakar con hartos kilómetros en el cuerpo y pocos nervios. Mi objetivo es ganarme a mí mismo", dice sobre esa tradicional carrera que dura 15 días. "Para mí es un sueño correr el Dakar", asegura.

El padre de Tomás, quien falleció en 2015, fue el primer piloto chileno en subir al podio del Rally Dakar y él está consciente de que las comparaciones son inevitables.

-La gente puede pensar que elegí correr en motos por mi papá, pero no. Lo hago totalmente por mí. Mi papá es un ejemplo y una motivación, pero no soy Carlo de Gavardo, soy Tomás. Hago esto porque me gusta. Tenemos carreras diferentes en épocas diferentes. Tengo asumido que toda mi vida me van a seguir preguntando por él, más si gano el Dakar y soy campeón mundial.

- ¿Te pesa el apellido?

- Nada. Cero. Es un orgullo llevar el mismo apellido.

Forjar el carácter

El año 1999, Carlo de Gavardo consiguió por primera vez finalizar el Dakar entre los 10 primeros. Ese mismo año nació el primer hijo del piloto y de la periodista Pamela Cano. Tomás tuvo su primera moto a los tres años, pero su pasatiempo preferido era otro. A él le gustaba la pelota, ver fútbol y Colo Colo.

-Nací cuando mi papá estaba en la cúspide del Dakar y en mi casa todo era moto, moto, moto, rally, rally, rally. En la mesa del domingo, con el abuelo Giorgio, el único tema eran las motos y las carreras. Me acuerdo que después de competir en el extranjero, mi papá llegaba hecho mierda, con las manos quebradas, y al poco tiempo se iba a correr de nuevo. Me hacía acompañarlo a un evento y estaba tres horas firmando posters o en reuniones. Entonces, el tema de las motos me saturó.

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Foto: Luis Sevilla

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Carlo de Gavardo volvía a la casa después de competir, y para Tomás era ver el regreso de su ídolo, que más encima le traía un montón de regalos. Pero al poco tiempo su papá volvía a partir y se ausentaba ocho meses al año: "Aprendí desde muy chico a vivir sin mi papá, aunque hablábamos todos los días. Me encantaba estar con él, pero me acostumbré a no tenerlo. Es raro... como que me fue preparando para cuando se fuera y para quedarme con lo bueno de él.

-¿Le pasaste la cuenta por estar tanto de viaje?

-Sí. Tengo muy pocos recuerdos de mi viejo en mi infancia, pero los que tengo son maravillosos. Cuando volvía a la casa era bacán.

Cuando Tomás tenía 10 años, a su papá se le ocurrió crear una especie de tradición con sus hijos. Les pedía que llenaran una mochila con cosas básicas y se los llevaba de viaje sin decirles adónde. En el primero llegaron en camioneta hasta Visviri, en el norte, y hasta Ushuaia, en la provincia argentina de Tierra del Fuego. Al año siguiente recorrieron Ecuador y la selva peruana. Pero Tomás recuerda especialmente un viaje a Paraguay. "Lo pasé pésimo", cuenta, y ríe. "Tomamos un bus para cruzar a Bolivia. Mi papá había comprado los pasajes en Asunción, pero sobrevendieron el bus y ocuparon nuestros asientos. Nos fuimos parados entre el baño y un refrigerador", recuerda. "Matteo estuvo ocho horas parado, yo 12, y mi papá, 16. ¡16 horas parado! Me dolían las caderas. Mi viejo siempre decía: 'Hay cosas peores'. Y es verdad, hoy lo asumo como un lema de vida".

De alguna manera, dice Tomás, con esas experiencias su papá buscaba enseñarles algo. Se detiene, respira y dice: "Esos viajes forjaron mi carácter".

Juntos en carrera

Tomás recuerda que en la carrera en Várpalota no lo pasó bien. Se presionó más de lo habitual y fue peleando con el camino durante toda la ruta. Varias veces estuvo a punto de caerse. Pero nunca se sintió solo.

-Soy mucho de vibras y de energías, y cuando voy andando en la moto siento como si mi papá fuera al lado, en la sombra, ayudándome, dándome un empujón. O como si fuera escuchándolo. Tengo una conexión muy fuerte con él.

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Foto: Nicolás Ábalo

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- ¿Cómo es esa conexión?

- De repente, cuando me pego una salvada en el camino, como en Hungría, pienso que fue él quien lo hizo. Me gusta pensar que va conmigo, es como una compañía. En días muy largos de carrera me funciona y lo paso mejor.

- ¿En qué te pareces a él?

- Los dos éramos de círculos de amigos cerrados y de trabajar solos. También en la humildad. Eso lo saqué de él. También el gusto por la soledad y el desierto.

Igual que a su papá, a Tomás le gusta perderse en el desierto. Disfruta estar solo y sentirse rodeado de nada. Estar en lugares que nadie conoce. Por eso es común que elija ir a entrenar a las dunas de Copiapó, sacarse el casco y sentir la brisa.

-No busco emular a mi papá ni ganarle; yo quiero hacer mi carrera. Es muy potente porque él tiene todos los logros que un deportista quisiera, un podio en un Dakar y un campeonato del mundo en rally. Es eso y te retiras.

- ¿Te aburre que esa comparación perdure en el tiempo?

- No lo veo como algo malo, lo veo como un orgullo. Que me comparen con mi papá, o sea...

- ¿Es una mochila?

- No. Cuando empecé en esto, yo habría sentido si mi papá hubiera pensado que esto no era para mí. Pero fue al revés, y me dieron más ganas de seguir adelante. No fue fácil, porque en un principio nadie confiaba en mí. De un día para otro, pasé de ser un aficionado a competir en la disciplina más difícil del mundo a los 16 años. Pero que tu propio círculo piense que no eres bueno, que no tienes las condiciones, que lo haces por tu papá o que te vas a matar… que no estén felices con lo que haces, fue duro. Pero dije "tengo que hacer esto".

- ¿Tu familia quería otra cosa para ti?

- Nunca pensaron que me iba a dedicar a las motos. Creo que me veían como periodista deportivo, porque siempre me gustaron las comunicaciones.

- ¿Sientes que les doblaste la mano?

Sí, totalmente. Te lo digo a ti y se lo puedo decir a ellos en su cara, no tengo ningún rencor con eso. Siento que le gané a la vida y a ellos.

Nobleza

En 2016, a Tomás le llegó una invitación para participar en el Rally Desafío del Desierto en Iquique. Pensó que sería entretenido y aceptó. Aunque no tenía grandes aspiraciones, terminó segundo en su categoría. Esa carrera fue el comienzo de todo.

-Ahí sentí que esto era lo mío. Y de verdad hago esto porque me gusta, porque tengo condiciones y porque lo paso bien.

En un momento, se focalizó sólo en competir, pero "me volví loco y renuncié a ese extremo". A Tomás le gusta juntarse con amigos, ir al cine y ver series de Netflix. Hace un tiempo estuvo pegado con Peaky Blinders, un drama sobre una banda criminal de Birmingham en los años 20. También le gusta leer biografías de deportistas: su favorita es "Open", sobre André Agassi.

Tomás pasó a tercer año de periodismo en la UDP y si tuviera que elegir sería reportero deportivo de programas misceláneos como los que emite ESPN. Los ramos teóricos son "un poco fomes" y prefiere los prácticos. En su clase de taller de crónica eligió como personaje al piloto "Chaleco" López para escribir un perfil.

Su mamá y abuelo Giorgio le insisten en que no deje los estudios y que saque un título profesional, porque –le dicen- son pocos los deportistas que viven de lo que hacen. Giorgio lo acompañó en sus primeros años de profesional. "Es mi nieto, lo vi entusiasmado y había que apoyarlo, pero me angustiaba cuando no llegaba a la meta o cuando no lo veíamos pasar donde teníamos que reabastecerlo. Afortunadamente no le pasó nada y sólo llegaba medio machucado", cuenta.

Tomás entiende la preocupación de su familia: "Los compañeros de equipo de mi papá murieron casi todos y algunos quedaron parapléjicos". Él se refiere al italiano Fabrizio Meoni, amigo y mentor de Carlo, quien falleció cuando disputaba el Dakar 2005, o el francés Richard Sainct, que murió a causa de una caída durante el Rally de los Faraones.

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Foto: Luis Sevilla

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- ¿Te asusta?

- No, nada. Si me tocara tener un accidente, preferiría que me pasara ahí que en otra situación de mi vida.

- ¿Como le pasó a tu papá?

- Eso es lo curioso. Estuvo peleando todo el rato con la muerte y el riesgo de que le pasara algo, y después de tantas caídas, porque tuvo montones, que le haya pasado algo en el corazón pedaleando por diversión con mi hermano chico, te dice: todo puede pasar. Es como la ley de Murphy, las cosas pasan en el momento menos pensado. No me da lo mismo morirme, pero soy consciente y si me llegara a pasar algo, prefiero que sea haciendo lo que me gusta.

Carlo de Gavardo falleció el sábado 4 de julio de 2015 cerca del mediodía, producto de un infarto cardíaco, mientras andaba en bicicleta con Matteo. Fue el mismo día que la selección ganaba su primera Copa América en el Estadio Nacional frente a Argentina.

-¿Te reconciliaste con la muerte de tu papá?

- Nunca voy a poder aceptarlo. Ahí entra la parte de que me acostumbré a no verlo, siento como si mi viejo siguiera de viaje, corriendo en alguna parte. Inconscientemente es como si siguiera de viaje. Y como estoy corriendo harto en moto y tengo esa conexión, me acuerdo de él en sensaciones positivas más que negativas. Eso me ha ayudado harto a llevar la pena.

-¿Lo echas de menos?

-Obvio. Me hubiera gustado que estuviera en este proceso; siento que podría tomar mejores decisiones. En un momento mi abuelo me apoyó mucho, pero hoy yo decido a qué carreras voy o cuáles son mis auspiciadores. Pero si bien valoro mi madurez, me gustaría que estuviera acá.

El abuelo Giorgio le ve condiciones a su nieto. "Tiene un buen porte, esa es la ventaja sobre Carlo, que era bajito. Carlo era muy perseverante y Tomás también lo es".

- ¿Por qué cree que Tomás decidió dedicarse a las motos?

- Creo que se quiere parecer a su padre.

Luego agrega: "La gente noble sigue los pasos de los padres, ¿o no?".